Homilía de la Celebración Diocesana del Cuerpo y Sangre de Jesús
Florencio Varela, 01 de junio de 2024.

Queridos Hermanos, queridas Hermanas

El evangelio de Marcos nos cuenta el trayecto que vivió Jesús con sus discípulos para que fueran a preparar el lugar donde iban a celebrar la cena pascual, ofreciendo en el pan y el vino su propio cuerpo y sangre. Ellos mismos fueron los que le preguntaron: «¿Dónde querés que preparemos el lugar para poder compartir el vino y el pan? ¿Dónde querés que vayamos a preparar la cena de la Pascua?» (cfr. Mc 14,12). Hace unos años el Papa Francisco, a partir de esta misma lectura, tomó tres momentos diferentes, simbólicos que nos ayudaban a poder descubrir la profundidad de la experiencia de Jesús en su cuerpo y en su sangre:

La primera imagen del texto del evangelio es la del hombre que lleva un cántaro de agua (cf. v. 13). Así responde Jesús a la pregunta de sus discípulos: Cuando vean un hombre con un cántaro de agua, síganlo, les mostrará el lugar donde comeremos la pascua.

Un detalle que parecería poco importante. Un hombre con un cántaro de agua.
Ese hombre totalmente anónimo se convierte en guía, “síganlo”, para los discípulos que buscan el lugar para celebrar la cena pascual.
Y el cántaro de agua que lleva cargando es el signo para reconocerlo. Un signo que nos lleva a pensar en nuestros hermanos y hermanas que están sedientos, siempre en busca de agua que sacie, purifique y que nos ayude a preparar el corazón.

Todos nosotros caminamos en la vida con un cántaro en la mano. Cada uno de nosotros tiene sed, de amor, de estar acompañados, de afianzar nuestras raíces, de tener una vida con sentido, con futuro, en un mundo y una patria más humana, donde haya lugar para todos y donde nadie quede afuera. Y para saciar esta sed, muchas veces, por no saber cómo, buscamos el agua sucia y envenenada que en lugar de darnos más vida nos mata. El agua del consumo de drogas, del alcohol, del juego, de todo tipo de violencia. Esa es agua envenenada que nos mata. Solo Dios puede saciar esta sed más profunda: Un Dios que en Jesús se quedó con nosotros ofreciendo su propia vida como alimento y bebida que sacia la sed y el hambre.

Para celebrar la Eucaristía, por tanto, es preciso reconocer, antes que nada, nuestra sed de Dios: sentirnos necesitados de Él, desear su presencia y su amor, ser conscientes de que no podemos salir adelante solos. Es la sed de Dios la que nos lleva al altar para celebrar, es la sed de Dios la que nos lleva a la comunidad y al barrio a compartir lo que tenemos y lo que somos. Así llega Jesús al corazón y a la vida del hermano que está solo, del que sufre, del que perdió la esperanza. La eucaristía es llamado, nos provoca, es vocación.

Si nos falta la sed de Dios, hasta nuestras celebraciones pierden el sabor, se vuelven vacías, pueden transformarse en ritos que no generan nada o justifican todo. Entonces, incluso como Iglesia, nos recuerda el Papa Francisco, “es importante pero no puede ser suficiente el grupito de asiduos que se reúnen para celebrar la Eucaristía; debemos salir al encuentro, encontrar a la gente, aprender a reconocer y a despertar la sed de Dios y el deseo del Evangelio”La eucaristía es envío, la eucaristía es misión. Abramos las puertas de nuestras iglesias y salgamos a vivir y celebrar la fe que nos regaló Jesús.

La segunda imagen es la de la habitación amplia en el piso superior (cf. v. 15). Es allí donde Jesús y sus discípulos celebrarán la cena pascual y esta habitación se encuentra en la casa de una persona que los aloja.

Una habitación amplia para un pequeño pedazo de Pan. Dios se hace pequeño como un pedazo de pan y justamente por eso es necesario un corazón grande para poder reconocerlo, adorarlo, acogerlo. La presencia de Dios es tan humilde, escondida, en ocasiones invisible, que para ser reconocida necesita de un corazón que late, despierto y acogedor. En cambio, si nuestro corazón, en lugar de ser una habitación amplia, se parece a un museo donde conservamos con añoranza las cosas pasadas; si se convierte en el baúl de los recuerdos donde hemos dejado desde hace tiempo nuestro entusiasmo y nuestros sueños; si se parece a una sala oscura porque vivimos sólo de nosotros mismos, de nuestros problemas y de nuestras amarguras, entonces será imposible reconocer esta silenciosa y humilde presencia de Dios. (Cfr. Francisco 21)

Se requiere una sala amplia. Se necesita ensanchar el corazón para que pueda latir y renueve el ritmo de la vida haciendo nuevas todas las cosas. Así mantendremos la memoria viva de nuestra historia que es la historia de nuestros hermanos mayores, atravesada también por la experiencia de Jesús eucaristía, que los llevo a ofrecer la vida en la misión, como nuestro siervo de Dios el Padre Jorge Novak, el Padre Gino así como tantas y tantos testigos de la buena noticia de Jesús.

Se precisa salir de la pequeña habitación de nuestro yo y entrar en el gran espacio del nosotros. Y esto nos hace mucha falta. Esto nos falta en muchos espacios que nosotros hacemos para encontrarnos, reunirnos, pensar juntos y delinear una iglesia en salida… Pero si nos falta esto, si falta el encuentro que nace del corazón y la misión, no hay camino que nos lleve al Señor. Tampoco habrá sínodo, nada. Por eso, creo yo, está siendo tan fuerte la experiencia que vivimos en diferentes espacios de la conversación en el espíritu. (Cfr. Francisco 2021)

Es desde el encuentro con el Señor y con los hermanos desde donde construimos el Reino de Dios. Nos recuerda el Papa Francisco que la Iglesia debe ser una sala abierta para todos y no un círculo pequeño y cerrado.

Por último, la tercera imagen, la imagen de Jesús que parte el pan. Es el gesto eucarístico por excelencia, el gesto que identifica nuestra fe, el lugar de nuestro encuentro con el Señor que se ofrece, para hacernos renacer a una vida nueva. También este gesto es sorprendente. En la Eucaristía contemplamos y adoramos al Dios de la Vida, al Dios del amor. Es el Señor, que no quebranta a nadie, sino que se parte y se entrega a sí mismo.
Es el Señor, que no exige sacrificios, sino que se sacrifica él mismo.
Es el Señor, que no pide nada, sino que se entrega todo.
Para celebrar y vivir la Eucaristía, también nosotros estamos llamados a vivir este amor.
Porque no podemos partir el Pan del domingo si tu corazón está cerrado a los hermanos.

“No podemos comer de este Pan si no compartimos los sufrimientos del que está pasando necesidad. Al final de todo, incluso de nuestras solemnes liturgias eucarísticas, sólo quedará el amor. Y ya desde ahora nuestras Eucaristías transforman el mundo en la medida en que nosotros nos dejamos transformar y nos convertimos en pan partido para los demás”. (Francisco 2021)

La procesión con el Santísimo Sacramento, característica de la fiesta del Corpus Christi nos recuerda que estamos llamados a salir llevando a Jesús, compartiendo la vida, compartiendo la fe, compartiendo el pan.

El vivir realmente en cada eucaristía la entrega de Jesús por amor a cada uno de nosotros, la adoración a Jesús en la santa eucaristía nos tiene que hacer abrir el corazón, nos tiene que hacer arder, doler y comprometer el corazón, porque sigue siendo maltratado, humillado y crucificado en cada hermana, en cada hermano nuestro que no tiene el pan material para vivir, que no tiene trabajo, que no cobra una jubilación digna para vivir como Dios manda, que no tiene como pagar la salud, los medicamentos, la luz, el gas y el transporte diario.

Por eso, como cristianos, como Iglesia y como parte de nuestro pueblo creemos, y los invito a que repitamos, con fe: “No es posible morirse de hambre en la patria bendita del pan”.

+ Eduardo Gonzalo Redondo
Obispo Auxiliar de Quilmes

La Pastoral Vocacional de la Diócesis de Quilmes invita a las y los jóvenes el próximo viernes 31 de  mayo a «un espacio de oración pensado para vos», que se realiza los últimos viernes de cada mes.

El encuentro del viernes se realizará a partir de las 19.30 h en la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Av. Calchaquí 4949, Quilmes Oeste).

Se invita a participar de la Oración y del compartir posterior

Para más información: Instagram.com/vocacion.quilmes y Facebook.com/pastoral.vocacional.quilmes

TEDEUM 25 DE MAYO DE 2024
Iglesia Catedral de Quilmes

Intendenta Municipal
Sres. Legisladores
Sres. Concejales
Autoridades del Poder Judicial
Hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas
Autoridades Militares y Policiales
Representantes de las asociaciones intermedias 
Instituciones del Partido de Quilmes
Abanderados, Docentes y alumnos
Personas de los Medios de prensa
Sr. Cura Párroco

Hermanas y hermanos:

Se han abierto las puertas de esta Iglesia Catedral para recibirnos, respondiendo a la invitación que nos hace la Municipalidad de Quilmes. Venimos a dar gracias por los 214 años del nuestro primer gobierno patrio. 

Aquel 25 de mayo de 1810, una multitud se reunió en la plaza frente al Cabildo, para celebrar la defensa de la soberanía popular. Alentaban el gran ideal de ser libres e independientes. En toda América se iba acunando y encarnando en hombres y mujeres el gran ideal de la liberación del poder español. 

No sólo existieron los conocidos hombres de mayo. También hubo mujeres que se destacaron por su firme determinación de ser libres, a costa de muchos sacrificios y luchas, a veces incomprendidas. Entre tantas, nombremos a: 

María Remedios del Valle, nombrada la Madre de la Patria, afrodescendiente que luchó en las Invasiones Inglesas y, tras la Revolución de Mayo, auxilió al Ejército del Norte de Belgrano convirtiéndose en Capitana.

Juana Azurduy, que en 1809 participó del levantamiento en contra del poder del Virrey. Posteriormente estuvo al frente de un gran ejército miliciano compuesto por indias, mestizas y criollas.

María Magdalena “Macacha” Dámasa Güemes, hermana de Martín Miguel de Güemes, salteña que adhirió a la Revolución y fue parte de la gesta independentista.

Melchora Sarratea y Mariquita Sánchez de Thompson que brindaron sus casas y apoyaron la revolución. Y tantas otras, como Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, quien alojó al Partido de la Independencia.

En primer lugar, hoy venimos a “hacer memoria agradecida”. En este tiempo que vivimos, entre otras cosas, “se alienta una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural … donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos” (FT 13) No nos dejemos robar el sentido de la historia.

 “Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción” (FT 14)

Decía nuestro arzobispo de Buenos Aires, el pasado 10 de diciembre: “Compartimos la creencia en un Dios liberador. Un Dios que nos quiere libres de la opresión, de la codicia y avaricia, de la injusticia y la inequidad, y de toda forma de violencia; un Dios que nos hace libres, sí, pero para ser más dignos y solidarios. Un Dios que, libres, nos impulsa a comprometernos especialmente con los que más sufren. Como dice el Papa Francisco: «la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor (…) quien ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encerrado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien y no sólo al interés privado»” (Audiencia general, 20/10/2021)

En segundo lugar, además de hacer una memoria agradecida, queremos abrazar este presente preocupante de la Patria con esperanza. Para ello, el camino es el que nos propone Jesús, en la parábola del buen samaritano: amar al prójimo. La pregunta del doctor de la Ley “¿Y quién es mi prójimo?” provocó que Jesús nos cuente tan bella y desafiante parábola. Ella es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta patria que nos duele a todos. Nos muestra el camino a seguir. Jesús es el verdadero samaritano, el que abajó, el Dios que se conmovió y nos ha visto tirados al costado del camino, toca nuestra fragilidad, sana nuestras heridas, nos carga sobre sus hombros y se ocupa de cada uno. Jesús nos revela una característica esencial del ser humano, a veces olvidada: hemos sido hechos para la plenitud de ser, de amar. Por eso, no podemos vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida, marginado de su dignidad. Esto nos debe indignar. El dolor humano nos debe alterar. La inclusión o la exclusión del herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Todos enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo.

El samaritano fue el que se hizo prójimo del judío herido (sabemos que los judíos despreciaban a los pertenecientes a Samaría). Para volverse cercano y presente, el samaritano atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: “Tienes que ir y hacer lo mismo” (Lc. 10, 37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces ya no digo que tengo prójimos a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros. (cfr. FT 81)

Hoy los argentinos vivimos momentos en que muchos van cayendo heridos al costado del camino: despidos en las fuentes de trabajo, sueldos por debajo de la línea de pobreza, la situación de las personas mayores no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas, la situación de los comedores comunitarios que no tienen alimentos suficientes. Sabemos que el deterioro de la vida social viene dándose de hace tiempo, pero es palpable que la crisis socioeconómica se ha agravado. En el mes de marzo, la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina expresaba: 

“Reiteramos que es urgente devolver a la política, su carácter de una de las «formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común» La acción política debe promover el cuidado de la vida, la dignidad humana, el trabajo digno para todas las personas y la eliminación del hambre y la exclusión. No hay verdadera libertad sin fraternidad, justicia social y paz. Expresamos nuestra preocupación al tiempo que reiteramos nuestra puesta al servicio incondicional para el desarrollo de los diálogos imprescindibles que permitan la construcción de los acuerdos necesarios para el desarrollo de una Argentina inclusiva, próspera y en paz”

El camino que el Evangelio nos sugiere es el camino de la fraternidad, el de valorizar los lazos de fraternidad, y no el tan conocido “sálvese quien pueda”. Todos estamos en la misma barca. Por eso, también en este tiempo nos expresamos los obispos que somos parte de la Comisión Nacional de Caritas:

“En el transcurso de los últimos años y a medida que los niveles de pobreza han crecido en la Argentina, hemos aprendido a trabajar con un gran número de movimientos, asociaciones, centros vecinales, sindicatos, etc. Es que hoy nadie puede asumir la cantidad y complejidad del trabajo social de manera individual, y es por eso que insistimos en integrar a todos aquellos que con enorme sensibilidad atienden a los más pobres y en que también se les dé la ayuda necesaria para que puedan seguir haciéndolo.

En un país cuya pobreza sigue creciendo, y que no admite miradas sesgadas, prejuicios ideológicos y peleas sectoriales, somos testigos de que muchos hermanos viven la angustia de no saber con qué mañana alimentarán a sus hijos. No es difícil sortear las dificultades y desacuerdos presentes volviendo a poner en el centro lo que siempre ha debido seguir allí: las personas y las familias de los que viven en la pobreza o indigencia, especialmente los niños y los ancianos. Lo demás, está demás”.


Que la Virgen de Luján nos acompañe, para no dejarnos robar la esperanza y para hacernos cada día prójimos de los que están a nuestro lado.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

El Obispo de Quilmes, Carlos José Tissera, y el Obispo Auxiliar, Eduardo Gonzalo Redondo, comparten con alegría la noticia de las ordenaciones que se realizarán en la diócesis de Quilmes en julio y agosto próximos:

Por la imposición de manos y la oración del Padre Obispo Carlos el viernes 05 de julio serán ordenados presbíteros los diáconos formados en el seminario diocesano «María Reina de los Apóstoles» Amado Roberto BarúaJoaquín Ernesto García y Sergio Adrián Britez. La celebración será a las 19 h en la Iglesia Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes Centro).

Mientras que el sábado 17 de agosto a las 10 h serán ordenados diáconos permanentes Vicente Fabián FedericoDiego Alejandro LópezCésar Jorge OlivaCésar Ángel Lucio Aranda y César Eduardo Nogués. La misa también será en la Iglesia Catedral de Quilmes.

Los padres obispos invitan a la comunidad diocesana de Quilmes a unirse en la oración por la preparación de estos hermanos y por las vocaciones.

La Comisión Bíblica de la Diócesis de Quilmes invita el sábado 18 de mayo entre las 15.00 y las 17.00 h a un encuentro para profundizar la Palabra«en torno a la Oración y la Acción».

En esta oportunidad el tema será «Maestro ¡Enséñanos a Orar! El origen del Padrenuestro» y estará a cargo del filósofo y teólogo Gerardo García Helder, coordinador regional de América Latina y el Caribe de la Federación Bíblica Católica. 

Esta jornada, del ciclo de encuentro «La Biblia Hoy» se realizará en la Casa de la Catequesis (Av. Calchaquí 1371, Quilmes Oeste, frente a la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes).

Se invita a hacer una colaboración voluntaria de 2.000 pesos.

Para más información escribir a quilmes.cbd@gmail.com o en Facebook.com/Comisionbiblicaquilmes

La Casa de Espiritualidad Santo Cura Brochero de Bosques abre sus puertas para los Encuentros de Evangelización 2024. En todos los casos, comienzan los viernes a las 20.30 h y finalizan los domingos a las 18.30 h.

El calendario de encuentros:

Mujeres
Del 03 al 05 de mayo,
del 02 al 04 de agosto, y
del 01 al 03 de noviembre.

Mujeres en lengua guaraní
Del 20 al 22 de septiembre.

Hombres
Del 10 al 12 de mayo,
del 26 al 28 de julio, y
del 22 al 24 de noviembre.

Hombres en lengua guaraní
Del 30 de agosto al 01 de septiembre.

Chicas
Del 31 de mayo al 02 de junio, y
del 13 al 15 de septiembre.

Muchachos
Del 28 al 30 de junio, y
del 27 al 29 de septiembre.

Personas con discapacidad
Del 08 al 10 de noviembre.

Matrimonios (que comienzan el sábado a las 8.30 h)
08 y 09 de junio, y
17 y 18 de noviembre.

Para estos encuentros se utilizará la entrada de Pergamino y Pehuajó, Bosques.

Para más información y para anotarse, comunicarse por correo electrónico a casacurabrochero@gmail.com o a través del Facebook Casa «Santo Cura Brochero» – Bosques.


Hermanas y hermanos:

¡Alegría y paz en el Señor!

En esta Pascua llegue a cada una, a cada uno nuestro saludo afectuoso y agradecido. Este afecto nace de sabernos hermanos por el Bautismo, hijas e hijos de un mismo Padre. Les agradecemos, porque siempre rezan por nosotros, como nosotros lo hacemos por ustedes cada día. Porque comparten con nosotros una misma misión: proclamar el Evangelio y dar testimonio de servicio fraterno en la construcción del Reino de Dios.

Pascua es pasar con Jesús de la muerte a la vida, del egoísmo al amor. Pascua es dejarnos transformar por el poder del Espíritu, que es el amor de Dios derramado en nosotros.

El Papa Francisco dice: “El amor nos hace abrir los ojos, ampliar la mirada, nos permite reconocer en el extraño que cruzamos en nuestro camino el rostro de un hermano, con un nombre, con una historia, con un drama ante el cual no podemos permanecer indiferentes. A la luz del amor de Dios, la fisonomía del otro emerge desde la sombra, sale de la insignificancia y adquiere valor, relevancia. Las carencias del prójimo nos interpelan, nos incomodan, nos piden que asumamos el reto de hacernos responsables… Nos lleva a sentir como propias las heridas que contemplamos en su cuerpo y nos llama a derramar el óleo de la fraternidad sobre las llagas invisibles que leemos en la filigrana del alma de los demás”. (Francisco, 11 de mayo de 2024)

Como parte de este pueblo creyente, en esta Semana Santa nos acercamos a nuestros lugares de culto para contemplar a Jesús muerto y resucitado. Celebrar juntos el gran amor de Dios por todo el pueblo. Hay en nosotros el profundo deseo de “ver a Jesús”, de “estar con Él”. Lo necesitamos; sin Él no podemos nada. Es nuestra roca firme en medio de nuestras inseguridades; es nuestro alimento y sustento en nuestras debilidades y necesidades; es alivio para nuestros dolores del cuerpo y del alma; es consuelo en nuestros duelos y dolores. Él nos dice: “Vengan a mí”. La fuerza de su Espíritu nos lleva a su encuentro y posibilita nuestro encuentro con los demás. Vivimos en un mundo que sutilmente nos tienta a salvarnos cada uno por su cuenta, exaltando el individualismo; como creyentes cristianos proclamamos un Dios que es Comunión y que hace Comunidad. Un Dios que se goza en tener un pueblo, y nosotros gustamos la alegría de ser parte de su pueblo. Todo esto gracias a la gran gesta que celebramos: el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Es la Pascua del Señor Jesús que sella su alianza de amor eterno con su pueblo, derramando su sangre para el perdón de los pecados.

Vamos caminando juntos, compartiendo nuestras alegrías y nuestras penas, nuestros fracasos y esperanzas, acompañados por Jesús que nos alienta con su Espíritu. Esto es sinodalidad. Es sentirnos parte de la Iglesia de Jesús que proclama el Evangelio y va realizando el Reino de justicia, de amor y de paz en este presente concreto, en las comunidades de los partidos de Berazategui, Florencio Varela y Quilmes.

A las hermanas y hermanos de las Iglesias cristianas, a sus pastores y pastoras en particular, les brindamos nuestro saludo, acompañado del compromiso de trabajar juntos por la unidad que Cristo pidió al Padre, sirviendo a nuestro pueblo con la alegría del Evangelio.

Queremos saludar a los enfermos, a las personas mayores, a niños y jóvenes, a los imposibilitados de participar de las celebraciones litúrgicas, a los presos, a tantas servidoras y servidores de los más necesitados. A las familias, a las personas de todas las instituciones públicas y privadas, parte vital de nuestra sociedad. A todos los que trabajan por el bien común. Vaya nuestro saludo pascual a las autoridades de distinto rango de los tres partidos.

Estamos felices de ser Iglesia diocesana de Quilmes.

¡Felices Pascuas!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

+ Eduardo Gonzalo Redondo
Obispo Auxiliar de Quilmes

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Quilmes, 27 de marzo  de 2024


El Movimiento de la Palabra de Dios celebra en esta Pascua el 50º aniversario de su nacimiento, en recuerdo del primer retiro que realizó el Padre Ricardo Martensen, su fundador, con 80 jóvenes en Buenos Aires: “En esta experiencia comunitaria de fe y de encuentro con un Dios Vivo en 1974, el Movimiento reconoce su nacimiento”, comentan desde la comunidad pastoral.

Bajo el lema “Correrán ríos de Agua Viva” (cf. Jn 7,37-39) en todas las ciudades y localidades en donde existen grupos de oración en Argentina, España, Estados Unidos y en varios países de Latinoamérica se realiza el Retiro de Pascua Nº 51 que convoca a más de 9000 personas (niños, jóvenes, adultos, familias, profesionales) “reunidos en oración en torno a la Palabra de Dios y el compartir de la vida comunitaria”.

El Domingo de Pascua, 31 de marzo, el Padre Obispo Carlos José Tissera presidirá la Misa de Acción de gracias a las 19 h en la Parroquia Nuestra Señora de la Guardia (Belgrano 230, Bernal) con los integrantes del Movimiento de la zona sur del Gran Buenos Aires. Esta celebración se realizará en simultáneo con las que se organicen en las distintas zonas pastorales de la comunidad.

Damos gracias a Dios por los frutos de este Movimiento en nuestra Diócesis de Quilmes y en toda la Iglesia.


Iglesia Catedral de Quilmes

“El Espíritu del Señor está sobre mí” (Lc 4,18)

Hermanas y hermanos:

En la lectura del libro Isaías y en el Evangelio según san Lucas, hemos escuchado: “El Espíritu del Señor está sobre mí” (Is. 61, 1; Lc. 4, 18) En el principio está el Espíritu del Señor.

“Cada uno de nosotros puede decir esto; y no es presunción, es una realidad, pues todo cristiano, especialmente todo sacerdote, puede hacer suyas las siguientes palabras: «porque el Señor me ha ungido» (Is 61,1). Hermanos, sin méritos, por pura gracia hemos recibido una unción que nos ha hecho padres y pastores en el Pueblo santo de Dios. Consideremos, pues, este aspecto del Espíritu: la unción” (Francisco, Misa Crismal del 2023) El Crisma, los óleos de los catecúmenos y de los enfermos que serán consagrados hoy, nos hablan de esta realidad que somos, mujeres y hombres, ungidos por el Espíritu.

Reunidos en esta Catedral, acompañados de nuestro predecesor, el P. Obispo Luis Stöckler, del querido Padre Obispo Juan Carlos, junto con el Padre Obispo Eduardo queremos celebrar con ustedes, queridos sacerdotes y diáconos, religiosas y religiosos, y todos los fieles presentes de los tres partidos, el gran amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: el Ungido del Padre.

Hoy, junto a nuestro pueblo, diáconos y sacerdotes queremos renovar nuestras promesas ministeriales, así como en la Vigilia Pascual todos renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Delante de ustedes, hermanas y hermanos, queremos manifestar que “hemos creído en el amor que Dios nos tiene” (1 Jn. 4, 16) y que, de nuestra parte, sólo podemos decir: “Señor, tu lo sabes todo, sabes que te quiero” (Jn. 21, 17)

Algunas consideraciones que pueden ayudarnos a contemplar el gran regalo que Dios nos hace.

Primero, el diácono, el sacerdote, el obispo somos signos de un Dios que es amor. “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes, Permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9) Esta es nuestra experiencia más bella y profunda sentirnos amados, escogidos, consagrados y enviados por Él. “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” (Jn. 20, 21) “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los eligió a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero” (Jn. 15, 16) Esta experiencia del amor de Cristo, renovada cada día, conserva la frescura y el ardor de nuestro sacerdocio, de nuestro diaconado.

Segundo, somos llamados a ser pastores y servidores de nuestro pueblo. Para eso hemos sido ordenados. Cristo es el don del Padre para la vida del mundo. “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas” (Jn. 10, 11) Como Cristo –pastor, servidor, esposo- ofrecemos nuestra vida por la salvación del mundo. En el corazón de nuestra espiritualidad está la caridad pastoral, hecha de profundidad contemplativa, de serenidad de cruz pascual, de generosa disponibilidad para el servicio. Dice el apóstol Pablo: “Nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús” (2 Cor. 4, 5) A ustedes, hermanas y hermanos, les pedimos que recen siempre para que el Señor aumente en nosotros la caridad pastoral.

Por último, sacerdotes y diáconos somos constructores de comunión. Somos los elegidos de Dios y consagrados por el Orden para ser constructores de la comunidad eclesial; en comunión profunda con el Obispo, con el presbiterio, con los demás diáconos, con las religiosas y religiosos y con los fieles laicos. Nuestra vida y ministerio están al servicio de la comunión eclesial, por medio de la Palabra, la Eucaristía y la caridad pastoral. La comunión exige una gran capacidad de donación, hecha con humildad de servidor y con alegría de amor fraterno. Como dice Juan: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn. 4, 7-8) (Cfr. Cardenal Pironio, homilía del 22 de junio de 1995)

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió” —continúa la profecía—, «y me envió a llevar una buena nueva, liberación, curación y gracia» (cf. Is 61,1-2; Lc 4,18-19); en una palabra, a llevar armonía donde no la hay. Porque como dice san Basilio: “El Espíritu es armonía”, es Él el que crea la armonía. Esta es una consideración que el Papa Francisco hacía en la Misa Crismal del año pasado. “Crear armonía es lo que Él desea, especialmente a través de aquellos en quienes ha derramado su unción”. “Ayudémonos, hermanos, a custodiar la armonía, custodiar la armonía —esta es la tarea—, empezando no por los demás, sino por uno mismo; preguntándonos: mis palabras, mis comentarios, lo que digo y escribo, ¿tienen el sello del Espíritu o el del mundo?»

Queridos sacerdotes, gracias por el sí de cada uno, por la entrega de cada día, por el servicio a sus comunidades y a la Iglesia de Quilmes. Son también los sentimientos del Padre Obispo Eduardo. En ustedes agradezco a aquellos que no están presentes, pero sí los tenemos en nuestro corazón unidos a esta Eucaristía. Vaya el recuerdo agradecido de los sacerdotes que nos han precedido en el encuentro definitivo con Dios, y que recordaremos en el momento de los difuntos.

Nuestro agradecimiento a los diáconos, a sus esposas y familias. Gracias por el testimonio de servicio generoso en sus destinos pastorales. Tenemos en cuenta a aquellos que están enfermos o imposibilitados de participar en esta celebración, que expresa la comunión de todo el pueblo cristiano junto a su Pastor.

Hermanas y hermanos: Rezaremos por nuestros diáconos y sacerdotes, como se hace en todas las Catedrales del mundo en la Misa Crismal. Recemos también por nuestros seminaristas, por los que se forman en el Instituto Diaconal, y por el aumento de las vocaciones.

Oremos también por todo nuestro pueblo que vive momentos de crisis social y política, de incertidumbre, de inseguridad, de empobrecimiento, de ataque sistemático a los valores culturales de la solidaridad y justicia social, para que nada ni nadie nos aleje de los grandes cauces de nuestra Iglesia diocesana de Quilmes: la opción preferencial por los pobres, el ardor misionero, la defensa de los derechos humanos y la fraternidad ecuménica.

Que María Inmaculada nos acompañe a vivir con alegría nuestra vocación de servicio al pueblo de Dios, consagrados para testimoniar el amor de Dios y ser factores de comunión fraterna.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Quilmes, 27 de marzo  de 2024

Este lunes 25 de marzo celebramos el 40º aniversario de la ordenación del primer grupo de diáconos egresados de la Escuela de Ministerios de la Diócesis de Quilmes, ocurrida en 1984 en la Iglesia Catedral.

De una manera especial nos unimos a la acción de gracias por Jorge Laszuk de la parroquia San Juan Bautista, integrante de este primer grupo de diáconos, y rezamos por sus compañeros fallecidos: Juan B. Cucci, Alfio Fattori, Enrique M. Lombán, Prudencio Pío Romero, Sixto J. A. Silvero y Luis J. E. Timossi.

El sábado 06 de abril a las 18.00 h se hará una celebración de acción de gracias en la Capilla San Pedro Apóstol (Juárez Celman y Finochieto, Florencio Varela), perteneciente a la parroquia San Martín de Porres, donde el diácono permanente Jorge Laszuk sirvió durante 21 años.

A continuación, compartimos la tarjeta de invitación de estas históricas ordenaciones en la Diócesis de Quilmes.