HOMILIA DE LA MISA DE INICIO DEL AÑO JUBILAR 2025
Catedral de Quilmes, domingo 29 de diciembre de 2024

“PEREGRINOS DE LA ESPERANZA”

Hermanas y hermanos:

Hemos iniciado en nuestra Iglesia de Quilmes el Año Jubilar 2025, conjuntamente con todas las Iglesias diseminadas por todo el mundo, como lo ha hecho hoy el Papa Francisco en la Catedral de Roma, la basílica San Juan de Letrán.

Todos juntos comenzamos con la peregrinación hacia la entrada de esta Catedral siguiendo la Cruz de Cristo nuestro Señor y llevando en el corazón la convicción que somos Peregrinos de la Esperanza.

“La esperanza no defrauda” (Rm. 5,5) es el título de la Bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025. “Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. “La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”. “La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”. “He aquí por qué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida. San Agustín escribe al respecto: «Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar y amar»” (Cfr. Bula “La esperanza no defrauda” 2-3)

El Jubileo es una institución bíblica. Jubileo hace referencia a “cuerno” (en algunas traducciones se dice “trompetas”) es un instrumento musical que, al resonar por todo Israel indicaba, precisamente, la llegada de este acontecimiento. En los textos bíblicos que nos hablan del Jubileo hay una clara insistencia en la libertad, la tierra, el descanso, la solidaridad y la justicia (E. de la Serna. “Pensando el Jubileo”)

El Jubileo se llama, comúnmente, “Año Santo”, no solamente porque comienza, se desarrolla y construye con los ritos sagrados sino, también, porque está destinado a promover la santidad de vida de cada uno, con una sincera renovación interior. Es un tiempo de gracia que nos invita, entonces, a vivir la alegría de la salvación. Es un momento propicio, una ocasión especial para comprender y celebrar el misterio de la Encarnación de Jesús en nuestra historia.

Un signo indiscutido del Año Santo es la peregrinación. La Biblia está traspasada por esta realidad, el caminar, no sin sentido, sino con un claro destino. Desde Abraham hasta la escena que hoy nos narra el evangelio según san Lucas. Caminar juntos es lo que vamos experimentando como Iglesia, manifestando esto que es constitutivo de la Iglesia de Jesucristo: la sinodalidad. No es algo accesorio, transitorio, optativo. La sinodalidad es esencial a nuestra fe cristiana, como miembros del pueblo de Dios nacido del Bautismo. En el Bautismo cada uno de nosotros se ha puesto en camino con todo un pueblo, como ciudadanos del cielo, caminando en esta tierra con el estilo de la Bienaventuranzas y según el protocolo de Mateo 25: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…”. En esta fiesta de la Sagrada Familia, viene a nuestro corazón “La Peregrinación” de la obra “Navidad nuestra”, de Ariel Ramírez y textos de Félix Luna. Es parte de nuestros pesebres vivientes la música de esta huella pampeana, y su poética letra:

A la huella, a la huella
José y María
por las pampas heladas
cardos y ortigas.

A la huella, a la huella
cortando campo
no hay cobijo ni fonda
sigan andando.

En cada Decanato de la Diócesis hemos designado distintas Iglesias Jubilares. Peregrinar hacia ellas será uno de los signos de este Año Santo. Caminar para encontrarnos con Dios; ir al encuentro de Alguien, que vive en el prójimo y en los sacramentos de la fe. Los responsables de esas Iglesias están aquí presentes. Estas personas, junto a sus equipos de servidores, organizarán a lo largo del año celebraciones y actividades que plasmen el espíritu de este Jubileo de la Esperanza.

El Papa Francisco nos anima este Año Santo a ser signos de esperanza para: los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos, los pobres, marginados y descartados.

El anhelo profundo de Francisco en este Año Santo es LA PAZ. Debería ser el gran signo para el mundo, sumergido en la tragedia de la guerra. Fuertemente denuncia también la pérdida del deseo de transmitir la vida. Es su preocupación la disminución de la natalidad en sociedades tradicionalmente cristianas como la nuestra.

Hay otros signos y momentos de este Año Santo. Ellos son: la purificación de la memoria: al examinar nuestra conciencia y celebrar la misericordia de Dios, pedimos perdón por las faltas y omisiones cometidas por quienes llevamos el nombre de cristianos. La caridad: nos invitamos a tener gestos y acciones significativas de ayuda y colaboración en bien de los más pobres de nuestras comunidades y barrios. La memoria agradecida: recordemos en este Año Santo a tantas personas, laicos, sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos, consagrados, obispos, que han anunciado el Evangelio y han dejado huellas, abriendo caminos de santidad en nuestra Diócesis. La Puerta Santa: a la que hacemos referencia como la entrada al Año Jubilar. En este año 2024, en los cinco decanatos muchos hermanos y hermanas participaron de los encuentros sinodales, y reflexionamos sobre el significado de la puerta.

Nuestro acervo cultural hunde sus raíces en la fe cristiana, con una mirada trascendental de la existencia humana. Por eso tenemos tantas canciones, poemas, danzas y otras expresiones que nos hablan del camino, de la peregrinación, de la puerta, de la casa, del trabajo, del amor, de la familia, de las luchas por la justicia y la paz.

En un día jubilar como éste cómo no recordar a Don Atahualpa Yapanqui:

“Si el hombre busca lo inmenso, la muerte es inmensidad” (“El canto del viento” p. 78); “De un sueño lejano y bello, soy peregrino” (“Piedra y camino”); “Qué lejos, oh, qué lejos del camino la idea!¡Qué esperanza infinita, más allá de la estrella!”; “Los dos nacieron juntos: camino y hombre” “Se han de encontrar un día, Quién sabe dónde. El camino más ancho. Más hondo el hombre” (“Aires Indios”) En su obra “Guitarra” escuchamos:

“Empujao por el Destino
también yo abrazo un madero.
Crucificado trovero
voy yendo por los caminos.
Mis cantos de peregrino
no son salmos ni sermones;
sino sencillas canciones
de la tierra en que nací.
¡Lucecitas que prendí
pa´ alumbrar los corazones!


En nuestras fiestas patronales y encuentros comunitarios cuántas veces nos unimos en el canto, animados por la calidez y sencillez de la música y letra de “Entra a mi hogar”, de Carlos Carabajal:
Abre la puerta y entra a mi hogar
Amigo mío, que hay un lugar
Deja un momento de caminar

Siéntate un rato a descansar
Toma mi vino y come mi pan
Tenemos tiempo de conversar

Hay alegría en mi corazón
Con tu presencia, me traes el sol
Manos sencillas, manos de amor
Tienden la mesa y le dan calor

El pan caliente sobre el mantel
El vino bueno y un gusto a miel
Habrá en mi casa mientras estés


Hermanas y hermanos, “peregrinos de la esperanza”, hagamos de nuestra Iglesia una casa de todos, todos, todos. Salgamos de la clausura de nuestro yo, y desde ese “hijo muy querido” que somos cada uno desde el Bautismo, vayamos al encuentro del prójimo, del que camina con nosotros, y reconocer en ese prójimo al “Peregrino”, Jesús, que camina a nuestro lado, “nos explica las escrituras y parte con nosotros el pan”, como a los caminantes discípulos de Emaús, en el atardecer del domingo de Pascua. ¡Cristo vive, y nos quiere vivos! Él es quien nos hace jóvenes permanentemente. Que nuestros jóvenes conozcan la belleza del Evangelio. Dejémonos también contagiar de su novedad, porque los jóvenes son la puerta que nos hacen entrar a la nueva época que vivimos. “Los jóvenes tendrán visiones, y los ancianos tendrán sueños” (Hch. 2:17 y Joel 2:28)

Durante este Año Jubilar, en los cinco Decanatos viviremos nuevas experiencias. Cada decanato se irá organizando para ser artífices de las grandes decisiones pastorales que se concretarán como líneas pastorales del Tercer Sínodo Diocesano que celebraremos el año 2026.

En septiembre del 2025, comenzaremos el Año Jubilar Diocesano, para celebrar los cincuenta años de la Diócesis de Quilmes el 19 de septiembre de 2026. Las Bodas de Oro será un hito importantísimo del camino sinodal de esta Diócesis que nació bajo el pastoreo insigne de nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak, peregrino y profeta de la Esperanza, amigo de Dios y de los pobres.

En esta Fiesta de la Sagrada Familia, presentamos a Dios nuestros corazones para que Él nos regale la mirada de María y de José, humildes servidores del Señor, para contemplar la vida que nace, contemplar a Jesús Niño, Esperanza del hombre. El resplandor de su Luz nos inunde de la fuerza de su amor. Nuestras familias lo necesitan. Amor sincero y profundo. Que las actitudes de María y José ante las palabras de Jesús: “no sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre” nos enseñen a ser humildes ante Dios; buscadores de caminos nuevos; con corazones dispuestos a dejar de lado nuestros propios proyectos para abrazar el proyecto de Dios para nosotros. Dejarnos sorprender por el amor de Dios que nunca abandona a su pueblo. En esta Misa traemos el dolor de las familias destruidas por el rencor, el resentimiento, la discordia, la venganza; el sufrimiento del duelo, de haber perdido el trabajo, de las que afrontan la enfermedad, como así también los esfuerzos de los que luchan por una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria.

Con alegría profunda, hermanas y hermanos, bajo el cuidado maternal de la Inmaculada Concepción, hemos inaugurado el AÑO JUBILAR 2025, para gloria de Dios y salvación de su Pueblo.

¡Viva Jesús! ¡Viva la Virgen!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Homilía Misa de la 46° Peregrinación a Luján
Domingo 8 de septiembre de 2024

“Con la Virgen, peregrinos de esperanza”

Hermanas y hermanos:

Este año la Diócesis de Quilmes peregrina a Luján con el lema: “Con la Virgen, peregrinos de esperanza”. Es muy parecido al lema que nos acompañará durante el Año Santo que comenzará a fines de diciembre: “Peregrinos de esperanza”.

En el evangelio que escuchamos recién, vemos a Jesús peregrinando con sus discípulos por pueblos de territorio pagano, superando las barreras geográficas y religiosas de Israel. Jesús sale a las periferias anunciando el Reino con gestos y palabras.

En estos días también, un peregrino de la esperanza, está visitando las periferias del cristianismo: es el querido Papa Francisco que peregrina en Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor-Oriental, las Islas Salomón y Singapur; el viaje más largo de su pontificado.

Un sordomudo es presentado a Jesús por unos amigos. Es una persona que vive el drama y la angustia del aislamiento y la soledad. Para nosotros es un símbolo de un mundo enfermo, integrado por creyentes y no creyentes, que no es capaz de escuchar y recibir un mensaje de comunión y de vida plena como anuncia Jesús. El sordomudo es símbolo de un mundo que vive encerrado en sí mismo; un mundo de indiferencia y exclusión que ni se da cuenta que está pasando Jesús, que es la Vida.

El camino de la salvación es Jesús. Los amigos le acercan a este sordomudo. Buscan su bien y piden por él, rogando que le imponga las manos. Los gestos de Jesús son de cercanía, delicadeza y cariño. Son los bellos gestos de Dios en el Paraíso formando al hombre de barro y soplando sobre él para darle vida. Jesús viene para una nueva creación. Luego de meter sus dedos en las orejas del sordomudo y con su saliva tocarle lengua, Jesús levantando sus ojos al cielo, suspiró y dijo: “Efatá”(“Ábrete”). Enseguida se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua para hablar normalmente. Al hombre no sólo se le abrieron los oídos, sino también el corazón para escuchar la Palabra que da vida y hacerse mensajero de la Buena Noticia, portadora de esperanza para la humanidad. El hecho portentoso llenó de admiración a todos, tanto que decían de Jesús: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Este relato nos lleva a la vida de cada uno de nosotros, discípulos misioneros de Jesús. El día de nuestro Bautismo, luego del signo del agua en nuestra cabeza, fuimos ungidos con el Crisma, se nos impuso una vestidura blanca, se nos entregó la vela encendida, y el celebrante realizó el gesto que hoy hizo Jesús: nos marcó con una cruz en los oídos y en la boca, y dijo: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te permita, muy pronto, escuchar su Palabra y profesar la fe en Jesucristo para gloria y alabanza de Dios Padre. Amén”. Desde ese día somos:

“Con la Virgen, peregrinos de esperanza”

Señor Jesús, que has venido a nuestro encuentro, a los pies de tu Madre hoy te pedimos que siempre nos dejemos ayudar para que cures nuestras sorderas. Te pedimos que nos dejemos tocar por tu Palabra sanadora y por tus gestos sacramentales del amor y la ternura, y nos dejemos abrazar por tu misericordia que siempre nos perdona. Te pedimos que nuestras parroquias y comunidades sean lugares de encuentro y de apertura de corazón para recibir a tantos necesitados. Ayúdanos con la fuerza de tu Espíritu de comunión a organizarnos para poder ser más efectivos en nuestro servicio a los más pobres, frágiles y desamparados. Con tu poder líbranos de los males de la indiferencia y de la insensibilidad individualista que nos debilita y nos ensordece para oír el clamor de tantos que gritan pidiendo justicia, paz, pan y trabajo. Por eso hoy decimos juntos:

“Con la Virgen, peregrinos de esperanza”

Jesús dijo: “Éfeta” (ábrete) No se trata de una palabra cualquiera, es la que abre el camino a todas las demás. Nos toca, nos bendice, mira al cielo, clama al Padre, intercede por nosotros y nos invita a abrirnos. Como Jesús se solidarizó con nosotros, nos invita también a ser solidarios con los demás.

Para celebrar el día de la Solidaridad, Caritas Quilmes organizó el martes pasado una Caminata desde Cruce Varela hasta el Polideportivo Thevenet. Caminamos con el lema: “La solidaridad es nuestra bandera”.

Fue una verdadera expresión de fraternidad y de homenaje a tantas y tantos que sirven con su trabajo a los más frágiles y vulnerables; niños, jóvenes, adolescentes y adultos mayores que no les alcanza para comer, desprotegidos, desamparados, sin trabajo, descartados por la sociedad. Ese día hemos bendecido las ollas y cucharones de nuestros comedores y merenderos; también los instrumentos de trabajo y herramientas de hermanas y hermanos que en las organizaciones sociales hacen trabajos comunitarios, como modo de paliar la angustia de no tener un trabajo estable y registrado. Hombres y mujeres que día a día luchan por Tierra, Techo y Trabajo, que son derechos humanos sagrados.

“La solidaridad es nuestra bandera”. Hoy pedimos a la Virgen por nuestros hermanos que sufren, los niños, adolescentes y jóvenes; los enfermos y los ancianos. Como lo dijo a principio de febrero la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, “la comida no puede ser una variable de ajuste”. También pedimos a la Virgencita de Luján por los que trabajan por la justicia y la paz. Por aquellos que se ponen al hombro la realidad de nuestros adolescentes y jóvenes afectados por las adicciones; por los que acompañan y ayudan a tantos migrantes que padecen discriminación y malos tratos; rezamos por los que trabajan para construir la cultura del encuentro en diferentes niveles de la sociedad. Por los que luchan para que el centro de la vida de nuestro pueblo no sea la economía o el dinero, las finanzas o las ambiciones personales de unos pocos, sino que el centro sea toda persona humana y su dignidad infinita.

Hoy, en la Iglesia argentina, se realiza la Colecta ”Más por menos”. Un gesto concreto de solidaridad de los que más tienen con los más pobres. Pedimos que sea un gesto de verdadera solidaridad, como una luz en medio de la oscuridad de la indiferencia.

El mismo Espíritu de Jesús nos ha traído a Luján para rezar por los enfermos, los discapacitados y todos los que sufren, porque: “La solidaridad es nuestra bandera”.

En nuestra diócesis venimos realizando nuestro Camino Sinodal. Se trata vivir nuestra condición de bautizados, caminando juntos, porque somos un pueblo de hermanos y hermanas. Este camino que venimos haciendo nos ejercitó en la escucha. El año pasado, en los cinco decanatos tuvimos unos hermosos encuentros durante el mes de octubre y noviembre. “La conversación en el Espíritu” nos hizo experimentar la riqueza de la Palabra de Dios y de la palabra de los hermanos. La escucha respetuosa y amable, creó un clima de alegría y fraternidad que los que participaron aún lo recuerdan.

María es el modelo de la escucha. María es la maestra en la escucha interior del Espíritu. El Señor con su palabra y el don del espíritu en María nos conducen lejos; hacen que la palabra sea potente en el anuncio y tenga el poder de convertir los corazones.

Hoy, 8 de septiembre, celebramos la Natividad de la Virgen María. ¡Es su cumpleaños! Que podamos regalarle nuestro corazón dispuesto a hacer lo que Jesús nos diga. También hoy saludamos y agradecemos el regalo de la Vida Consagrada en nuestra Iglesia. A tantas mujeres y tantos hombres que respondieron generosamente al llamado de Jesús a consagrarse totalmente al servicio de su Reino. Nuestro aplauso agradecido a las religiosas y religiosos, a las vírgenes consagradas y todos los que entregan su vida por Jesús y el Evangelio.

Extrañamos este año la presencia del P. Adrián Gómez y del P. Miguel Hrymacz, fallecido el pasado sábado 31 de agosto. Desde acá los saludamos con nuestro aplauso haciendo memoria agradecida. Recordándolos a ellos y a tantas hermanas y hermanos que partieron, decimos juntos:

“Con la Virgen, peregrinos de esperanza”

Como les dije al principio, a fin de año comenzaremos el Año Santo, convocado por el Papa Francisco, como es costumbre de la Iglesia celebrar un Año Santo cada 25 años. Todo el 2025 será jalonado por distintas celebraciones en Roma. El 24 de diciembre el Papa Francisco abrirá la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro y clausurará el Año Santo con el cierre de la Puerta el 6 de enero de 2026. Nosotros, en la diócesis la abriremos en la Catedral el domingo 29 de diciembre, como en todas las Catedrales del mundo.

Tengo que anunciarles también que tenemos que prepararnos para celebrar el Jubileo de la Diócesis de Quilmes que, el 19 de septiembre de 2026, cumplirá sus 50 años de creación, con la ordenación episcopal de su primer pastor el Padre Obispo Jorge Novak. Desde ya tenemos que prepararnos. En el año 2026, tendrán lugar DOS ACONTECIMIENTOS:

– LA CELEBRACIÓN DE LA ASAMBLEA DEL TERCER SÍNODO DIOCESANO que oportunamente se suspendió debido a la pandemia. Para ello, nos prepararemos durante el curso del Año Santo 2025.
– EL FESTEJO DE LAS BODAS DE ORO DE LA DIÓCESIS DE QUILMES, en torno al 19 de septiembre de 2026.

Por eso, los obispos queremos convocar a todos los fieles cristianos de la Diócesis a celebrar los 50 años de creación de la Diócesis. Al modo de nuestro primer Obispo, Jorge Novak, queremos hacerlo en consonancia con la Iglesia universal, respondiendo a la invitación del Papa Francisco. Queremos hacerlo “Como una Iglesia sinodal en misión” (cf. Mt. 28, 19-20). Misión que se hace creíble cuando vivimos la Comunión (cf. Jn. 17,21) Y una Comunión que se hace testimonial en la más amplia Participación (cf. Rm. 12, 4-8)

¿Cuál será el itinerario para estos años?
      – ABRIR PUERTAS (2024)
      – PARA ANDAR JUNTOS LOS CAMINOS (2025)
      – Y CELEBRAR TODAS Y TODOS EN TORNO A LAS MESAS (2026)

“Con la Virgen, peregrinos de esperanza”

HOY, EN LUJÁN, EN ESTA PEREGRINACIÓN los invitamos a prepararnos a vivir el AÑO SANTO, abriendo puertas. El mismo Jesús, como hoy escuchamos, nos dice a cada uno de nosotros, a cada comunidad nuestra: “Ábrete”. Nuestras comunidades parroquiales, de las capillas e instituciones, no deben ser “aduanas”, sino casas de puertas abiertas, para que todos se sientan invitados a entrar. Así como están abiertas para recibir, nuestros corazones también estarán dispuestos para que nuestras comunidades encarnen y puedan ser “una Iglesia en salida”. Abrimos puertas porque nos reconocemos “peregrinos y peregrinas de esperanza”, convocados para ofrecer al mundo, a nuestra sociedad “la alegría del Evangelio”.

En esta preparación, desde el 29 de septiembre hasta el 10 de noviembre, se realizarán los Encuentros por Decanatos, de los que participarán fieles de las comunidades, movimientos e instituciones, religiosas y religiosos, consagradas, diáconos, sacerdotes y obispos. Ya se los invitará.

Estas buenas noticias nos llenan de esperanza, para seguir andando. Nos encaminamos hacia el Año Santo 2025, que será una magnífica preparación para celebrar con el corazón lleno de esperanza, el JUBILEO DE LOS 50 AÑOS DE LA DIÓCESIS DE QUILMES.

¡Viva la Virgen! ¡Viva Jesús!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILÍA DE LA MISA DE ORDENACIÓN DIACONAL
Sábado 17 de agosto de 2024
Iglesia Catedral de Quilmes

“Hagan todo lo que Él les diga”

Queridas hermanas y hermanos:
Muy queridos César Ángel, Fabián, Diego, César Eduardo y César Jorge:

Ustedes pusieron como lema de su Ordenación Diaconal, la frase de la Madre de Jesús a los sirvientes del banquete de las bodas de Caná: “Hagan todo lo que Él les diga”. En esta mañana ¿Qué nos ha dicho el Señor? “El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Cuando traen a Jesús “a unos niños para que los tocara”, los discípulos se molestan e intentan rechazarlos. Jesús se enoja frente a la actitud de los discípulos, y aprovecha para una enseñanza: sólo los que son como ellos, los últimos de la sociedad de ese tiempo, libres de la ambición y de la sed de poder, podrán entrar en el reino de Dios; ser parte de esa humanidad que sirve a Dios y no al dinero y sus intereses, y construye relaciones de paz, de justicia, de amor gratuito y de perdón.

Ustedes han elegido este evangelio tan apropiado para la misión que hoy Dios les encomienda y para ella los consagra. El Papa Francisco diría: “No se la crean”, “no se agranden”. Jesús nos dice: sean como niños. De esa manera el servicio, la diaconía, se parecerá a Jesús Servidor, “que no vino a ser servido, sino a servir”. “Él, que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo… Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”.

“El diácono es consagrado para el servicio: sirve y enseña a servir a los hermanos. Son muchos los modos y vastas las posibilidades de ejercer, a favor de todo el Pueblo de Dios, el triple servicio de la Palabra, de la Liturgia y de la Caridad que le corresponde según su propio grado ministerial. En profunda comunión con el Obispo y los presbíteros, con ellos está al servicio del sacerdocio y la diaconía bautismal del entero Pueblo de Dios” (Directorio n° 11)

Ustedes, como hombres de la Palabra y del Espíritu, están llamados a vivir y animar la conversión pastoral y misionera del Pueblo de Dios, para que el anuncio de Jesucristo impregne todas las acciones pastorales de la Iglesia y la vida misma de los discípulos misioneros. De ustedes se espera que sean testigos e instrumentos vivos para despertar vocaciones misioneras en las comunidades.

Al servir al Pueblo de Dios pongan mucho cuidado en alentar y fortalecer la piedad popular, impregnándola con la Palabra de Dios y orientándola a la vida eucarística, en orden a “aprovechar el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular. Esto supone “acercarse a la piedad popular con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar, sino amar” (cfr. Directorio n° 20)

El mandato misionero de Jesús implica ir a los más alejados de los ámbitos eclesiales. El anuncio misionero del Evangelio supone para el diácono la decisión personal de contribuir a la renovación misionera de las comunidades cristianas. Hoy y siempre los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. (Cfr. EG 48)

Es oficio propio del diácono administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura. Ustedes servirán en calidad de ministros a la santificación de la comunidad cristiana en comunión jerárquica con el obispo y con los presbíteros.

Solamente a través de un encuentro profundo y permanente con la Eucaristía, sacramento del servicio y de la caridad, ustedes diáconos podrán realizar su misión de ser testigos del misterio de Cristo, diácono del Padre y de los hombres.

Como signos de Cristo Siervo, ustedes están llamados a hacer presente, en medio del sufrimiento humano, el rostro misericordioso y lleno de ternura del Padre. Esto es el corazón mismo de su propia vocación. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a sus discípulos: “serán felices si hacen esto” (Jn. 13, 17) La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achicando distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. (Directorio n° 47)

La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras. Un lugar privilegiado donde la Iglesia se hace casa y escuela de comunión es Caritas. Al unir en su acción, de un modo indisoluble y estable, las exigencias de la asistencia, la promoción humana y la evangelización, es la organización de la caridad eclesial que expresa de modo concreto el amor preferencial a los pobres y es agente de transformación en la sociedad. El servicio de Caritas, tanto diocesano como parroquial, es un ámbito especialísimo de acción del ministerio diaconal. Su presencia no puede faltar en la animación de la caridad de la Comunidad. (Directorio n° 50)

En este día tan feliz para ustedes, para sus esposas, sus hijos y familia, para sus comunidades y para toda la diócesis, queremos agradecer la tarea de nuestro Instituto Diaconal que los ha recibido y los acompañó en la formación durante estos años. Agradecer a sus párrocos y a los sacerdotes que contribuyeron en su formación académica y pastoral. Nuestro agradecimiento particular a sus esposas y a sus hijos, que han estado tan presentes en su camino de formación.

Estamos caminando juntos; vamos haciendo un camino sinodal de la mano del pueblo de Dios que camina en Latinoamérica y el Caribe, bajo la guía pastoral del Papa Francisco. Que encuentren, en primer lugar, en sus hermanos diáconos la cercanía y el apoyo, la comprensión y el consejo, para vivir la comunión con el Obispo y el Presbiterio. De esa manera, mostraremos al pueblo de Dios un testimonio de fraternidad y de alegría en el servicio.

Que la Virgen Inmaculada, que en las bodas de Caná dijo a aquellos servidores: “Hagan todo lo que Él les diga”, los acompañe cada día en el servicio diaconal.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

TEDEUM 25 DE MAYO DE 2024
Iglesia Catedral de Quilmes

Intendenta Municipal
Sres. Legisladores
Sres. Concejales
Autoridades del Poder Judicial
Hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas
Autoridades Militares y Policiales
Representantes de las asociaciones intermedias 
Instituciones del Partido de Quilmes
Abanderados, Docentes y alumnos
Personas de los Medios de prensa
Sr. Cura Párroco

Hermanas y hermanos:

Se han abierto las puertas de esta Iglesia Catedral para recibirnos, respondiendo a la invitación que nos hace la Municipalidad de Quilmes. Venimos a dar gracias por los 214 años del nuestro primer gobierno patrio. 

Aquel 25 de mayo de 1810, una multitud se reunió en la plaza frente al Cabildo, para celebrar la defensa de la soberanía popular. Alentaban el gran ideal de ser libres e independientes. En toda América se iba acunando y encarnando en hombres y mujeres el gran ideal de la liberación del poder español. 

No sólo existieron los conocidos hombres de mayo. También hubo mujeres que se destacaron por su firme determinación de ser libres, a costa de muchos sacrificios y luchas, a veces incomprendidas. Entre tantas, nombremos a: 

María Remedios del Valle, nombrada la Madre de la Patria, afrodescendiente que luchó en las Invasiones Inglesas y, tras la Revolución de Mayo, auxilió al Ejército del Norte de Belgrano convirtiéndose en Capitana.

Juana Azurduy, que en 1809 participó del levantamiento en contra del poder del Virrey. Posteriormente estuvo al frente de un gran ejército miliciano compuesto por indias, mestizas y criollas.

María Magdalena “Macacha” Dámasa Güemes, hermana de Martín Miguel de Güemes, salteña que adhirió a la Revolución y fue parte de la gesta independentista.

Melchora Sarratea y Mariquita Sánchez de Thompson que brindaron sus casas y apoyaron la revolución. Y tantas otras, como Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, quien alojó al Partido de la Independencia.

En primer lugar, hoy venimos a “hacer memoria agradecida”. En este tiempo que vivimos, entre otras cosas, “se alienta una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Se advierte la penetración cultural … donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero. Deja en pie únicamente la necesidad de consumir sin límites y la acentuación de muchas formas de individualismo sin contenidos” (FT 13) No nos dejemos robar el sentido de la historia.

 “Un modo eficaz de licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción” (FT 14)

Decía nuestro arzobispo de Buenos Aires, el pasado 10 de diciembre: “Compartimos la creencia en un Dios liberador. Un Dios que nos quiere libres de la opresión, de la codicia y avaricia, de la injusticia y la inequidad, y de toda forma de violencia; un Dios que nos hace libres, sí, pero para ser más dignos y solidarios. Un Dios que, libres, nos impulsa a comprometernos especialmente con los que más sufren. Como dice el Papa Francisco: «la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor (…) quien ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encerrado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien y no sólo al interés privado»” (Audiencia general, 20/10/2021)

En segundo lugar, además de hacer una memoria agradecida, queremos abrazar este presente preocupante de la Patria con esperanza. Para ello, el camino es el que nos propone Jesús, en la parábola del buen samaritano: amar al prójimo. La pregunta del doctor de la Ley “¿Y quién es mi prójimo?” provocó que Jesús nos cuente tan bella y desafiante parábola. Ella es un ícono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta patria que nos duele a todos. Nos muestra el camino a seguir. Jesús es el verdadero samaritano, el que abajó, el Dios que se conmovió y nos ha visto tirados al costado del camino, toca nuestra fragilidad, sana nuestras heridas, nos carga sobre sus hombros y se ocupa de cada uno. Jesús nos revela una característica esencial del ser humano, a veces olvidada: hemos sido hechos para la plenitud de ser, de amar. Por eso, no podemos vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede a un costado de la vida, marginado de su dignidad. Esto nos debe indignar. El dolor humano nos debe alterar. La inclusión o la exclusión del herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Todos enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo.

El samaritano fue el que se hizo prójimo del judío herido (sabemos que los judíos despreciaban a los pertenecientes a Samaría). Para volverse cercano y presente, el samaritano atravesó todas las barreras culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: “Tienes que ir y hacer lo mismo” (Lc. 10, 37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces ya no digo que tengo prójimos a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros. (cfr. FT 81)

Hoy los argentinos vivimos momentos en que muchos van cayendo heridos al costado del camino: despidos en las fuentes de trabajo, sueldos por debajo de la línea de pobreza, la situación de las personas mayores no les alcanza para satisfacer sus necesidades básicas, la situación de los comedores comunitarios que no tienen alimentos suficientes. Sabemos que el deterioro de la vida social viene dándose de hace tiempo, pero es palpable que la crisis socioeconómica se ha agravado. En el mes de marzo, la Comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina expresaba: 

“Reiteramos que es urgente devolver a la política, su carácter de una de las «formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común» La acción política debe promover el cuidado de la vida, la dignidad humana, el trabajo digno para todas las personas y la eliminación del hambre y la exclusión. No hay verdadera libertad sin fraternidad, justicia social y paz. Expresamos nuestra preocupación al tiempo que reiteramos nuestra puesta al servicio incondicional para el desarrollo de los diálogos imprescindibles que permitan la construcción de los acuerdos necesarios para el desarrollo de una Argentina inclusiva, próspera y en paz”

El camino que el Evangelio nos sugiere es el camino de la fraternidad, el de valorizar los lazos de fraternidad, y no el tan conocido “sálvese quien pueda”. Todos estamos en la misma barca. Por eso, también en este tiempo nos expresamos los obispos que somos parte de la Comisión Nacional de Caritas:

“En el transcurso de los últimos años y a medida que los niveles de pobreza han crecido en la Argentina, hemos aprendido a trabajar con un gran número de movimientos, asociaciones, centros vecinales, sindicatos, etc. Es que hoy nadie puede asumir la cantidad y complejidad del trabajo social de manera individual, y es por eso que insistimos en integrar a todos aquellos que con enorme sensibilidad atienden a los más pobres y en que también se les dé la ayuda necesaria para que puedan seguir haciéndolo.

En un país cuya pobreza sigue creciendo, y que no admite miradas sesgadas, prejuicios ideológicos y peleas sectoriales, somos testigos de que muchos hermanos viven la angustia de no saber con qué mañana alimentarán a sus hijos. No es difícil sortear las dificultades y desacuerdos presentes volviendo a poner en el centro lo que siempre ha debido seguir allí: las personas y las familias de los que viven en la pobreza o indigencia, especialmente los niños y los ancianos. Lo demás, está demás”.


Que la Virgen de Luján nos acompañe, para no dejarnos robar la esperanza y para hacernos cada día prójimos de los que están a nuestro lado.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes


Domingo 19 de mayo de 2024
Iglesia Catedral de Quilmes

Hermanas y hermanos:

Los apóstoles llenos de tristeza y encerrados por miedo ven cumplidas las promesas. Ese Jesús que los eligió para seguirle, al que abandonaron en total soledad en el momento de su muerte, se les aparece y mirándolos a los ojos les dice: “La paz esté con ustedes”. Los envía y soplando sobre ellos añade: “Reciban el Espíritu Santo”. Los convierte en “evangelizadores con Espíritu”. ¡Jesús vive! ¡El Crucificado ha resucitado! Se apareció a sus discípulos y les mostró las llagas de sus manos y su costado. ¡Ha triunfado la vida! ¡Triunfó el amor! 

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo… Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios. (EG. 259)

Se ha dicho que el Espíritu Santo es “el gran desconocido”. Precisamente es Espíritu, no se ve, no se toca, no tiene un cuerpo… El Espíritu Santo en realidad es “el gran implícito”, porque no hay ninguna experiencia cristiana donde Él no esté presente. Es tan íntimo a cada uno que se parece a nuestra propia profundidad. Hasta sin darnos cuenta de su presencia, si aclamamos a Dios “Padre” lo hacemos movidos por el Espíritu Santo (Gal. 4, 6). Del mismo modo, nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no estamos movido por el Espíritu (1 Cor, 12, 3)

El mismo Espíritu inspiró a los grandes Padres de la Iglesia para explicitar en palabras, inspirados por el Espíritu, los que es muy difícil explicar y que lo han formulado para nuestra confesión de fe: “Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas”

De Jesús tenemos tantas imágenes y pinturas; imaginamos sus gestos, escuchamos sus palabras y enseñanzas. Pero del Espíritu Santo no tenemos una imagen al modo humano.

Para hablar del Espíritu recurrimos a la simbología, a la poesía, a la música, que nos llevan al umbral del misterio, de lo totalmente Otro. Por eso hablamos de una paloma, de un soplo, de viento, de agua, de fuego… símbolos de realidades del alma, de vivencias y experiencias de la vida de fe. Así fue lo que experimentaron los apóstoles en Pentecostés: trueno, viento, lenguas de fuego… Y si vamos al comienzo de la Creación leemos al comienzo de la Biblia: “y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas” (Gn. 1, 2) “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló sobre su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gn. 2, 7)

Al Espíritu Santo lo vemos en las acciones de los seres humanos, los frutos que Dios espera de nosotros, los discípulos misioneros de Jesús. Pero que también obra más allá de las fronteras de la Iglesia. Todo es fruto de la Resurrección de Cristo. 

El Cirio Pascual ha estado encendido durante la cincuentena Pascual. Hoy será apagado. Es también un símbolo. La Luz de Cristo brilla en el corazón de los creyentes. “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida. ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”. (Ch.V. 1-2)

Nuestro primer pastor, el Padre Obispo Jorge Novak tenía como lema episcopal: “Ven Espíritu Santo”. El Espíritu Santo forjó en él el hombre y el pastor que fue para nosotros. ¡Qué bella obra se mandó el Espíritu Santo! En él se encarnaron esos versos que la Iglesia canta: “Ven, Padre de los pobres”, “Consolador lleno de bondad”, “suave alivio de los hombres”. En la vida del Padre Obispo Jorge palpamos y vemos quién es el Espíritu Santo. Es el amor de Dios derramado en nuestros corazones.

Durante el Primer Sínodo Diocesano de Quilmes, compuso una oración para el Año Santo de la Redención (1983). En una parte dice: “Santo Espíritu del Padre y del Señor Jesucristo, que vas renovando a esta Iglesia con el Evangelio de vida, en el Sínodo que inspiras y llevas a plenitud: haz que el corazón de piedra se haga corazón de carne y sienta el dolor de mi hermano, compartiendo en unidad”

Es el Espíritu que obra en grandes personas como Novak, el Cura Brochero, la Madre Teresa de Calcuta, Santa Teresita, Ceferino Namuncurá, Mama Antula, pero también en esas “santas y santos de la puerta de al lado” como dice el Papa Francisco, misioneras y misioneros, catequistas, consagrados y consagradas, personas que han servido en nuestras instituciones y en las organizaciones de nuestro pueblo para aliviar el sufrimiento, la postergación y la penuria de tantas personas pobres, frágiles, enfermas, maltratas, perseguidas… Como lo hizo el Padre Obispo Novak con tantas personas enfermas, sufriendo él mismo las vicisitudes de la enfermedad; preocupándose de la situación de las personas que quedaban sin trabajo o desalojados de sus precarias viviendas. De modo admirable mostró su amor de padre con las familias de los desaparecidos en momentos en que quien las atendiera eran marcados y señalados como enemigos de la sociedad, como los mártires de la primitiva Iglesia que se los declaraba enemigos del emperador. Esa es la obra del Espíritu Santo. El Padre Obispo Jorge lo invocaba siempre, y fue dócil a su acción divina. 

El Espíritu Santo consagró y nos regaló un hombre como el Padre Obispo Gerardo Tomás Farrell, como coadjutor de la diócesis, de quien hoy celebramos el 24° aniversario de su pascua. Dios le regaló espíritu de sabiduría y de ciencia, y lo fortificó para ser un servidor incansable de los pobres y de los jóvenes, preocupándose de su educación y promoción humana. Dio un testimonio admirable de fortaleza cristiana asumiendo con gran ánimo su rápida y grave enfermedad que le causó la muerte. Hoy rezamos por su eterno descanso.

Les comparto algo muy bello que hemos vivido estos días. Los sacerdotes de la diócesis, en su gran mayoría, estuvimos en Luján reunidos en el Encuentro Pastoral anual. Ha sido en la novena de Pentecostés. Hemos compartido la oración, la conversación en el Espíritu, la vida de cada uno, atendiendo a lo que es el cuidado de nuestra salud integral, para mejor amar y servir a nuestro pueblo. Agradecemos la oración de todas las comunidades por nosotros. A ustedes nos debemos, pero sabemos que también nos cuidan y nos aman. Hemos rezado por ustedes, especialmente ante la Virgen de Luján. Hemos renovado nuestra vida para seguir andando nuestro Camino Sinodal como miembros de una misma familia presbiteral.

Han surgido algunas mociones del Espíritu para ir concretando, próximos a celebrar el Jubileo de los 50 años de nuestra Diócesis de Quilmes. 

En esta Catedral, me dirijo a ustedes y a todos los fieles de la Diócesis en este Pentecostés. Sigamos unidos en la plegaría al Espíritu para que pronto tengamos nuevas noticias para este Camino Sinodal Diocesano. Nos ayudará también celebrar con la Iglesia Universal el Sínodo de la Sinodalidad y el próximo Año Santo que se iniciará el próximo 24 de diciembre.

Animados por el Espíritu iniciamos la Semana de Oración por la unidad de los cristianos. Uno de los cuatro cauces de esta Diócesis es el Ecumenismo. Era parte de la vida pastoral del Padre Obispo Novak; supo tener un trato familiar con los miembros de otras iglesias cristianas, donde tuvo grandes amigos. El próximo viernes tendremos una celebración ecuménica en la Iglesia Anglicana, aquí cerca, en Alsina y San Martín. Oremos haciendo la unidad pedida por Jesús al Padre: “que todos sean uno”.

Que la Virgen María, la llena del Espíritu Santo, nos acompañe a caminar en la esperanza.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes


Iglesia Catedral de Quilmes

“El Espíritu del Señor está sobre mí” (Lc 4,18)

Hermanas y hermanos:

En la lectura del libro Isaías y en el Evangelio según san Lucas, hemos escuchado: “El Espíritu del Señor está sobre mí” (Is. 61, 1; Lc. 4, 18) En el principio está el Espíritu del Señor.

“Cada uno de nosotros puede decir esto; y no es presunción, es una realidad, pues todo cristiano, especialmente todo sacerdote, puede hacer suyas las siguientes palabras: «porque el Señor me ha ungido» (Is 61,1). Hermanos, sin méritos, por pura gracia hemos recibido una unción que nos ha hecho padres y pastores en el Pueblo santo de Dios. Consideremos, pues, este aspecto del Espíritu: la unción” (Francisco, Misa Crismal del 2023) El Crisma, los óleos de los catecúmenos y de los enfermos que serán consagrados hoy, nos hablan de esta realidad que somos, mujeres y hombres, ungidos por el Espíritu.

Reunidos en esta Catedral, acompañados de nuestro predecesor, el P. Obispo Luis Stöckler, del querido Padre Obispo Juan Carlos, junto con el Padre Obispo Eduardo queremos celebrar con ustedes, queridos sacerdotes y diáconos, religiosas y religiosos, y todos los fieles presentes de los tres partidos, el gran amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: el Ungido del Padre.

Hoy, junto a nuestro pueblo, diáconos y sacerdotes queremos renovar nuestras promesas ministeriales, así como en la Vigilia Pascual todos renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Delante de ustedes, hermanas y hermanos, queremos manifestar que “hemos creído en el amor que Dios nos tiene” (1 Jn. 4, 16) y que, de nuestra parte, sólo podemos decir: “Señor, tu lo sabes todo, sabes que te quiero” (Jn. 21, 17)

Algunas consideraciones que pueden ayudarnos a contemplar el gran regalo que Dios nos hace.

Primero, el diácono, el sacerdote, el obispo somos signos de un Dios que es amor. “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes, Permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9) Esta es nuestra experiencia más bella y profunda sentirnos amados, escogidos, consagrados y enviados por Él. “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” (Jn. 20, 21) “No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los eligió a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero” (Jn. 15, 16) Esta experiencia del amor de Cristo, renovada cada día, conserva la frescura y el ardor de nuestro sacerdocio, de nuestro diaconado.

Segundo, somos llamados a ser pastores y servidores de nuestro pueblo. Para eso hemos sido ordenados. Cristo es el don del Padre para la vida del mundo. “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas” (Jn. 10, 11) Como Cristo –pastor, servidor, esposo- ofrecemos nuestra vida por la salvación del mundo. En el corazón de nuestra espiritualidad está la caridad pastoral, hecha de profundidad contemplativa, de serenidad de cruz pascual, de generosa disponibilidad para el servicio. Dice el apóstol Pablo: “Nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús” (2 Cor. 4, 5) A ustedes, hermanas y hermanos, les pedimos que recen siempre para que el Señor aumente en nosotros la caridad pastoral.

Por último, sacerdotes y diáconos somos constructores de comunión. Somos los elegidos de Dios y consagrados por el Orden para ser constructores de la comunidad eclesial; en comunión profunda con el Obispo, con el presbiterio, con los demás diáconos, con las religiosas y religiosos y con los fieles laicos. Nuestra vida y ministerio están al servicio de la comunión eclesial, por medio de la Palabra, la Eucaristía y la caridad pastoral. La comunión exige una gran capacidad de donación, hecha con humildad de servidor y con alegría de amor fraterno. Como dice Juan: “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn. 4, 7-8) (Cfr. Cardenal Pironio, homilía del 22 de junio de 1995)

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió” —continúa la profecía—, «y me envió a llevar una buena nueva, liberación, curación y gracia» (cf. Is 61,1-2; Lc 4,18-19); en una palabra, a llevar armonía donde no la hay. Porque como dice san Basilio: “El Espíritu es armonía”, es Él el que crea la armonía. Esta es una consideración que el Papa Francisco hacía en la Misa Crismal del año pasado. “Crear armonía es lo que Él desea, especialmente a través de aquellos en quienes ha derramado su unción”. “Ayudémonos, hermanos, a custodiar la armonía, custodiar la armonía —esta es la tarea—, empezando no por los demás, sino por uno mismo; preguntándonos: mis palabras, mis comentarios, lo que digo y escribo, ¿tienen el sello del Espíritu o el del mundo?»

Queridos sacerdotes, gracias por el sí de cada uno, por la entrega de cada día, por el servicio a sus comunidades y a la Iglesia de Quilmes. Son también los sentimientos del Padre Obispo Eduardo. En ustedes agradezco a aquellos que no están presentes, pero sí los tenemos en nuestro corazón unidos a esta Eucaristía. Vaya el recuerdo agradecido de los sacerdotes que nos han precedido en el encuentro definitivo con Dios, y que recordaremos en el momento de los difuntos.

Nuestro agradecimiento a los diáconos, a sus esposas y familias. Gracias por el testimonio de servicio generoso en sus destinos pastorales. Tenemos en cuenta a aquellos que están enfermos o imposibilitados de participar en esta celebración, que expresa la comunión de todo el pueblo cristiano junto a su Pastor.

Hermanas y hermanos: Rezaremos por nuestros diáconos y sacerdotes, como se hace en todas las Catedrales del mundo en la Misa Crismal. Recemos también por nuestros seminaristas, por los que se forman en el Instituto Diaconal, y por el aumento de las vocaciones.

Oremos también por todo nuestro pueblo que vive momentos de crisis social y política, de incertidumbre, de inseguridad, de empobrecimiento, de ataque sistemático a los valores culturales de la solidaridad y justicia social, para que nada ni nadie nos aleje de los grandes cauces de nuestra Iglesia diocesana de Quilmes: la opción preferencial por los pobres, el ardor misionero, la defensa de los derechos humanos y la fraternidad ecuménica.

Que María Inmaculada nos acompañe a vivir con alegría nuestra vocación de servicio al pueblo de Dios, consagrados para testimoniar el amor de Dios y ser factores de comunión fraterna.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Quilmes, 27 de marzo  de 2024


Parroquia “San Juan Bautista” – Florencio Varela
“Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”

Hermanas y hermanos:

Estamos participando de la Misa con la que iniciamos la Semana Santa. Al comenzar, conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, días antes de su muerte y resurrección. Entrada que está llena de contrastes. La ciudad está llena de gente venida de todas partes para celebrar la Pascua de los judíos. Esta celebración despertaba cada año ese sueño de la venida de un mesías nacionalista que con poder los liberara del poder opresor. Así es que reciben a Jesús con todos los honores y desbordantes de alegría cantan: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito que ya viene el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!”

Parece que Jesús acepta estos homenajes, pero hay manifestaciones suyas despegándose de ese mesianismo. Él ha enviado al pueblo a sus discípulos a buscar un asno. Da precisiones: “un asno atado cerca de una puerta, en la calle”. No hace como los reyes de entonces que montaban a caballo, con aire de conquistador, como jefe de un ejército triunfador luego de dar muerte a los enemigos. Todo lo contrario, el asno en esos tiempos era signo de vida. Era el animal compañero del hombre en su trabajo, vivía en la misma casa de su amo y lo ayudaba en sus tareas. Era su transporte para los viajes. El “asno atado y que nadie ha montado” es un signo de verdadera novedad. Jesús viene con una misión. Hasta entonces ningún jefe en Israel había entrado en la ciudad de Jerusalén como Jesús. Nadie había hecho la opción de hacer el camino de la humildad y de servicio a la vida, como Jesús que va a ofrecer su vida por el pueblo. Las autoridades religiosas sólo conocían el camino del interés, del poder, de las vanaglorias de los honores, de la explotación y de la violencia. El pueblo quería algo así, un rey o mesías poderoso. Cuando se dan cuenta que Jesús tiene otro proyecto distinto, lo rechazan y abandonan. Se dejarán engañar y muy pronto, al mismo que aclamaron como liberador estarán pidiendo al poder romano que lo crucifique. Será tratado como un delincuente y llevado a morir fuera de la ciudad, colgado en la cruz como un esclavo. No van a creer, salvo algunos, que esa era la máxima manifestación del amor, una vida entregada para que todo el mundo tenga vida, y vida en abundancia.

Comenzamos la Semana Santa. Las celebraciones de estos días, particularmente las del Triduo Pascual, son ocasión para que cada uno de nosotros renovemos nuestra vida de fe, contemplando el gran misterio de amor manifestado en Jesús muerto y resucitado. Es el núcleo vital de nuestra fe. Esto es lo que celebramos en cada Eucaristía, en cada Misa y de modo especial, el domingo. A todos los fieles cristianos de la diócesis los invito, en la medida de sus posibilidades, a participar de las celebraciones que se han organizado en las parroquias y capillas. Participemos en familia. Necesitamos todos unirnos como pueblo cristiano a celebrar y expresar nuestra fe. Los momentos difíciles que vive la Patria y el mundo entero requiere que fortalezcamos nuestro espíritu. No nos dejemos llevar por el odio, la desesperanza, el inmovilismo del individualismo que nos tienta a pensar y decir: que cada uno se las arregle: sálvese quien pueda. Jesús nos ha salvado, pero nadie se salva solo. Es la hora de la solidaridad, de la lucha por la justicia que es el camino de la paz. La hora de hacernos prójimo, mirando al costado del camino y socorrer al que necesita ayuda y consuelo. Atrevámonos a transitar la senda de la ternura para vencer la insensibilidad, el cinismo y la crueldad, tan en boga en muchos discursos y conversaciones. Ese es el camino del bien, de la verdad, de la justicia y la paz. No es el camino de los poderosos y comerciantes de la muerte.

Sepamos estar junto a las víctimas de la injusticia, de la ambición, de la prepotencia y soberbia de aquellos que sólo buscan servir al dios dinero y no tienen en cuenta el bien común de la sociedad. 

Este domingo de Ramos coincide con una fecha que ya ocupa un lugar en nuestra historia argentina, es el “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”, conmemorando el trágico golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Fueron años de oscuridad, dolor y muerte para los argentinos. El miedo cundió en la sociedad como pocas veces en los doscientos años de la vida de la Patria. Del seno de la Iglesia nacieron voces proféticas, como también de otros sectores de la sociedad. Fueron luces en medio de las tinieblas. Nuestra Diócesis de Quilmes fue creada en ese mismo año, y tuvo como primer pastor al Padre Obispo Jorge Novak, quien recibiera la ordenación episcopal en nuestra Catedral el 19 de septiembre de 1976. Ya en los primeros días de su ministerio empezaron a golpear a su puerta aquellas personas que nadie quería recibir ni escuchar: los familiares de las personas detenidas y muchas desaparecidas hasta el día de hoy. Hay cientos de testimonios escritos del accionar de nuestro obispo junto a esas familias, buscando saber algo de sus hijos e hijas. Esa actitud no era la de la mayoría de los dirigentes, más bien, muy pocos fueron los que se comprometieron a riesgo de sus propias vidas. 

He traído para tener en este altar hoy, una carta del Padre Obispo Jorge dirigida a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, respondiendo a cartas que los presos le habían hecho llegar. Es un saludo que les hace con motivo del comienzo de la Semana Santa, fechada el 12 de abril de 1981. Leeré algunos párrafos.

“Queridos hermanos:

En la imposibilidad de escribirles a cada uno de ustedes, extendiéndome como quisiera en consideraciones que fueran respuesta a las inquietudes expresadas en sus cartas, les hago este saludo, que ojalá les llegue para la Pascua.

Ustedes me agradecen la preocupación que les he exteriorizado en mi acción pastoral como obispo de esta diócesis de Quilmes. Al respecto, hay que tener presente que todo Obispo es ordenado, en primer lugar, para demostrar inequívocamente una actitud de paternal afecto hacia los necesitados…

Que estas líneas que les escribo a una semana de la Pascua, interpreten mis deseos de que ustedes gocen de salud, de la visita de sus seres queridos y de un trato acorde a su condición de hijos de Dios y hermanos nuestros por la fe en el Señor Jesucristo…

El criterio que me guía es el del Apóstol Pablo que escribió: “¿Quién es débil, sin que yo me sienta débil? ¿Quién está a punto de caer, sin que yo me sienta sobre ascuas? (1 Cor. 11, 29) …. 

Siempre que me otorguen el permiso las autoridades responsables, los visitaré personalmente. Porque no se me borran del corazón las graves sentencias de Jesús: ´Estaba preso, y me vinieron a ver´ (Mt. 25, 36), en base a lo cual como a las otras correlativas, seremos juzgados todos, sin excepción alguna.

Nada mejor para concluir esta carta pascual que una fórmula que nos llega de la primera comunidad cristiana (2 Cor. 13, 11-13)

´Finalmente, hermanos, estén alegres, trabajen para ser perfectos, anímense, tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.

Afmo. 
+ J.N.

Quilmes, 12 de abril de 1981, comienzo de la Semana Santa”



Hermanas y hermanos, es un verdadero regalo que tengamos tan cerca de nuestro corazón el testimonio de este Siervo de Dios, que muchos han conocido y que tantas veces celebró la Eucaristía en este templo principal de Florencio Varela. Él vivió su seguimiento de Jesús en un momento preciso de la historia de nuestro pueblo argentino. Hoy nosotros, a más de cuarenta años, en otro siglo, somos protagonistas de otro momento histórico.

Comencemos esta Semana Santa con los ojos fijos en Jesús. Nos preguntamos: ¿cuáles serán mis actitudes en estos días? Como sugerencia, diría:

– Imitar el silencio y la humildad de Jesús, como hoy lo presenta la Palabra que escuchamos. ¿Cómo puedo hacer este silencio? ¿En qué situaciones podré vivir esa humildad? ¿En qué momentos puedo estar a solas y comunitariamente con Jesús?   
– Contemplando el mayor servicio de Jesús, al entregar su propia vida por amor a mí ¿Cuáles serán mis decisiones para servir mejor a los demás? En este momento de nuestra vida ¿cómo puedo ser reflejo del amor de Jesús? ¿Qué veo a mi alrededor? ¿Agradezco las muestras de amor hacia mi persona? ¿Cómo retribuyo a Dios y a los demás lo que recibo cada día? Ante la crisis alimentaria que vivimos ¿sé compartir con los más necesitados lo que tengo y puedo dar? 
– Mirando a Jesús que también me mira, me animo a dejar que Él me pregunte ¿qué puedo hacer por ti? ¿Qué le pediría en estos días a Jesús que me muestra su corazón traspasado?
 
Que María nos conceda tener también sus sentimientos de Madre para estar con Jesús, para estar de pie junto a los crucificados de hoy. Que San Juan Bautista nos conceda ser profetas de este Reino de justicia, de amor y de paz que Jesús inauguró para siempre en su misterio pascual.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Florencio Varela, 24 de marzo  de 2024


Catedral de Quilmes, jueves 07 de diciembre de 2023

“Apacienta a mis ovejas” (Jn. 21, 7)
“Somos simples servidores” (Lc. 17,10)

Queridos Joaquín y Lautaro:

En este altar, ante la mirada de la Inmaculada Concepción, muchos hermanos han sido ordenados diáconos, sacerdotes y obispos. El más destacado es nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak, Siervo de Dios.

Nuestra diócesis de Quilmes, como en tantos lugares de la patria y del mundo, cuenta con un pueblo fervientemente mariano. En esta fiesta de la Inmaculada, cuántas familias la celebran en los barrios, en las comunidades de distintas procedencias. La alegría y la fiesta es una de las características de esta profunda devoción de nuestro pueblo. Muchos peregrinan a sus santuarios y tantas niños y niñas se acercan gozosos a hacer su Primera Comunión. “Mi Purísima” como la llamaba el Santo Cura Brochero, está grabada en el corazón creyente de nuestro pueblo cristiano.

Nadie como los santos han experimentado el tierno amor de la Virgen. Muchos de ustedes han sido testigos del amor a la Virgen que profesaba el Padre Obispo Jorge. Celebrar la Inmaculada Concepción de María significa reconocer la mirada de predilección de Dios hacia ella, que al elegirla como Madre para su Hijo la preparó con su gracia como una digna morada. Así la hizo plenamente disponible a Dios, liberada de las resistencias del orgullo humano y del deseo de autonomía frente a Dios. Ella es modelo de toda vocación, de respuesta al llamado de Dios.

Santa Teresita del Niño Jesús, que en este año celebramos los 150 años de su nacimiento y los 100 años de su beatificación, fue una joven que vivió la caridad en la pequeñez, en las cosas simples de la vida cotidiana; y lo hace en compañía de María, aprendiendo de ella que “amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo”. Dice en uno de sus escritos: “Yo sé que en Nazaret, Madre llena de gracia, viviste pobremente sin ambición de más. ¡Ni éxtasis, ni raptos, ni sonoros milagros tu vida embellecieron, Reina del Santoral…! Muchos son en la tierra los pequeños y humildes: sus ojos hacia ti pueden alzar sin miedo. Madre, te place andar por la vía común, para guiar las almas al feliz Más Allá” (Cfr. Francisco. “C´Est la confiance”, 36-37)

Joaquín y Lautaro, esto que cuenta Santa Teresita, nos sirve para contemplar la humildad de la fe. Si bien a nuestra gente le gusta visitar los grandes santuarios y admirar las bellas vestimentas y adornos de la Virgen, cada uno de ellos miran a María en la pobreza y sencillez de la vida diaria. Sus estampas o imágenes quizás no sean de un gran escultor o tengan la firma de algún famoso pintor, pero con sus ojos del alma ven a la Virgen que comparte la estrechez de sus viviendas, las vicisitudes del dolor y las alegrías sencillas de la vida común de cada uno. María, de modo misterioso, va ayudando a formar esas santas y santos “de la puerta de al lado”. Esas personas les ayudarán a vivir su fe y su ministerio. Ustedes lo han aprendido en sus familias. Diferentes son las historias familiares de ustedes dos. Pero proceden de hogares de gente de trabajo y de lucha, que les dieron abrigo de amor y ejemplo de paciencia y sacrificio. Es el gran capital que les regalaron para ser la persona que hoy son. ¡Gracias a ustedes, los padres de Lautaro y Joaquín, y a sus familias!

La Iglesia, cada uno en su lugar, les ayudó a escuchar a Jesús y a seguirlo.

La comunidad eclesial la componen personas concretas. Por eso, cómo no recordar hoy al P. Francisco Urbanija que a vos, Lautaro, te vió crecer y que te acompañó en tu formación sacerdotal. No sólo con sus palabras y consejos, sino con el ejemplo de un ministerio vivido en fidelidad hasta el final.

Vos, Joaquín, experimentaste la Iglesia como una mamá servicial, generosa, fuerte y tierna a la vez; esa persona es la Hermana Renza, referente de tantas y tantos en nuestras barriadas, no sólo de Berazategui, sino de toda nuestra diócesis.

¡Gracias a tantas y tantos que con sus vidas entregadas nos hablan de Jesús y nos invitan a seguirlo!

A los pies de la Virgen, a días de la beatificación del Cardenal Pironio, recordamos sus palabras:

“A la luz de Nuestra Señora nosotros comprendemos tres cosas: que la felicidad consiste en decirle al Señor siempre Sí, que hay que ser fieles al Padre en el silencio y la cruz, y que la fidelidad está hecha de pobreza, de confianza y de disponibilidad. Sólo los pobres pueden confiar plenamente en el Señor y apoyarse en la infalible certeza de su amor para decirle que Sí con toda el alma. Nos entregamos porque Dios es fiel. Los temores y límites de nuestra fidelidad humana están iluminados por la infinita e inquebrantable fidelidad de Dios. Nos hemos entregado a un Dios que nunca falla, que mantiene su promesa y que está siempre con nosotros” (Pironio, “Vida consagrada”. Ed. Patria grande. Pg. 90-91)

Gustemos ahora del Ritual de Ordenación que, con gestos y palabras, nos revela el gran amor de Dios, que no deja de proveer hombres para servicio suyo y de su Pueblo santo.

¡Ave María Purísima!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL

LUCAS CHIAPPE
Sábado 25 de noviembre de 2023

Santuario de Dios Padre, Schöenstatt. Florencio Varela
“Permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9)

Hermanas y hermanos; querido Lucas:

Las palabras de Jesús “permanezcan en mi amor” han sonado muy fuertes en tu corazón y en nosotros hoy. En la tarjeta de invitación que nos acercaste, has querido plasmar los grandes amores de tu vida, expresión de ese amor permanente del Señor.

Has elegido para esta Misa preciosos textos que hablan de tu experiencia del amor de Dios.

Escuchamos unos versículos del capítulo 15 del evangelio según san Juan. Jesús se compara con la parra, la vid, de la cual nosotros somos sus ramas. El Padre es el que cuida la vid, podándola y limpiándola para que dé más fruto (15,2). Esa comparación hace que repetidas veces Jesús diga: “¡permanezcan en mí!”. El acento puesto por Jesús está en dar fruto. De la unión con Él depende la fecundidad de nuestra vida. Los discípulos glorifican a Cristo y al Padre cuando permiten que la vida de Cristo dé fruto en sus vidas: “La gloria del Padre está en que den mucho fruto” (Jn. 15, 8). La fecundidad del hombre glorifica al Dios que al crearlo le pidió: “Sé fecundo” (Gn. 1, 28). Y en esta fecundidad tiene mucho que ver la oración: “pidan lo que quieran y lo conseguirán” (Jn. 15, 7)

Nuestra unión con Cristo no es buscada sólo con un fin utilitarista, eficientista; no tiene sólo la finalidad de producir, sino que comporta una relación de diálogo y amor. Con gran ternura Jesús dirá: “Como el Padre me amó, yo también los amé” (Jn. 15, 9) Y continúa: “permanezcan en mi amor” (Jn. 15, 9), precioso versículo que ilustra tu tarjeta.

Si continuáramos leyendo el texto de Juan, veremos cómo Jesús abre su corazón a los discípulos. Al decir del Santo Cura Brochero: “en la última Cena el Corazón de Jesús explotó de amor”. Allí los llama amigos; nos llama amigos. Nos pide lo que puede hacernos felices, lo que nos conviene: que nos amemos. Ese es el fruto que él espera de nosotros, esa es la fecundidad que produce su vida en nuestra vida; y para eso nos ha elegido: “Lo que les mando es que se amen unos a otros” (Jn. 15, 17)

“La fecundidad de la vida no está simplemente en producir, en multiplicar obras, en desgastar energías, en acumular éxitos y sumar planes y proyectos. La fecundidad del hombre está en la intensidad de su amor al hermano. San Maximiliano Kolbe abandonó todos los maravillosos proyectos de su vida por un solo acto de amor a un hermano. Él sabía que ese único acto de amor por el cual él ofrecía su vida en favor de un hermano, valía más que todos sus planes apostólicos, y todo lo que pudiera producir en muchos años de vida. Y sabía que ese acto de amor podía producir mucho más en bien de la humanidad, de un modo misterioso, que todo lo que su mente había planificado”. (Card. Víctor M. Fernández. “San Juan y su mundo”. Ediciones Paulinas. Bs. As. 1992. Pg. 148)

Desde hoy, serás quien presidirá la comunidad de los discípulos misioneros de Jesús, partiendo el Pan de Vida. Por tus gestos y palabras consagrarás el Cuerpo y la Sangre de Cristo para los hermanos. Signo del amor de Dios y alimento del amor fraterno. ¡Misterio de amor!

En esa escuela del amor eucarístico, el Señor, Pan de Vida, te irá formando sacerdote para su pueblo. Dejate amasar por Él y por el pueblo santo de Dios, para ser pan de bondad para “todos, todos, todos”, como insistentemente nos dice el Papa Francisco.

El P. José Kentenich te diría hoy: “Quien quiera conquistar los corazones, debe dar a cambio su propio corazón. ¡En la humildad, por debajo de todos! ¡En el amor, por encima de todos! El amor exige amor recíproco, por eso es incansable en pruebas de amor”. Él también ha dicho: “Mi profesión principal, mi deber principal y mi oración principal, es y seguirá siendo: ¡Amar!

La alegría que hoy tenés, es como la de aquel niño y adolescente que “retozaba” por los campos de Bragado, y de los días felices compartidos con tus amados padres Gloria y Carlos, y con tus queridos hermanos. Tu familia fue la primera y fecunda escuela de amor, donde Jesús te abrazó tiernamente, despertando en vos un sencillo amor a los seres queridos, amigos y compañeros, a la vez que cultivabas un profundo amor a la tierra bendita del campo argentino que te vió crecer.

El texto que elegiste de San Pablo, segunda carta a los Corintios (2 Cor. 12, 7-10) también habla de tu historia de seguimiento de Jesús. Tomado de su mano, has podido experimentar el barro de las miserias humanas, fuera y dentro de la Iglesia, y también tu propio barro. Qué fuerte suena también en vos la palabra: “Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: ´Te basta mi gracia¨, porque mi poder triunfa en la debilidad”. Y si mal no recuerdo, fueron tres veces (y si no le pego en el palo…) que esa exclamación salió de tu alma como un grito fuerte y confiado, a lo largo de estos años de seguimiento del Señor. La presencia de tus formadores, de tu familia y de la gente del pueblo fueron instrumentos de Dios para que reconocieras la voz del Señor en la historia concreta de tu vida, sin escandalizarte, sin cerrarte en tus ideas o en tus percepciones, sino que escuchaste la Palabra y abrazaste la fragilidad humana, como Jesús lo hizo; así comprendiste lo de Pablo: “Me complazco en mi debilidad… soportada por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Y por eso mismo, elegiste el salmo 115, que dice: “Amo al Señor porque Él escucha el clamor de mis súplicas. Porque inclina su oído hacia mí cuando yo lo invoco”. El Señor te ha escuchado, querido Lucas. Hoy serás Sacerdote para siempre. Todo de Dios y todo de su pueblo. Por eso, también con el salmo decís: “¿Con qué pagaré al Señor, todo el bien que me hizo?”

La mano del Señor te trajo este último tiempo a la casa de la Virgen en Argentina, la Basílica de Luján. La Virgencita es testigo de todo este tiempo valioso de tu vida. Junto a Ella has aprendido a amar, como Ella ama. Has contemplado el amor de María a su pueblo, y has compartido las alegrías y las penas de tantas mujeres y tantos hombres que peregrinan al Santuario para ser cubiertos por el manto de la Madre, abrazados por su ternura y consolados con su presencia. Has ido aprendiendo, más que en los libros, lo que es saborear en el corazón ese gusto de ser pueblo de Dios. Bien decía el Cardenal Pacelli, futuro Papa Pío XII, en 1934: “Cuando subía al camarín de la Virgen de Luján, me parecía estar tocando el alma del pueblo argentino”.

Providencialmente, durante tu tiempo de misión pastoral en Luján, asistirás muy de cerca a la beatificación del Cardenal Eduardo Francisco Pironio. Seguramente has rezado varias veces junto a su tumba. Tengo hermosos recuerdos de él; un verdadero profeta de la esperanza. Me parece muy bueno traer palabras suyas para vos, Lucas, y para todos, claro.

Esto escribía a un sacerdote días antes de su ordenación (1970):

¿Qué puedo decirte ahora? Serás sacerdote: ´el amigo de Dios para los hombres´, el que sabe escuchar con interés, hablar con oportunidad, hacer cotidianamente el camino con los otros. Serás ´la presencia del Señor´ entre tus hermanos: el que sabe revelar a los hombres los secretos del Padre, comunicarles la gracia de su Amor; conducirlos en la Luz y la serenidad hacia la Pascua consumada. Serás el Servidor de Yavé: con el oído y lengua de discípulo para anunciar la Buena Noticia a los de corazón oprimido; sabedor de dolencias para comprender a los que ignoran y yerran; dispuesto siempre a morir para ser alianza de los pueblos y luz de las naciones.

¿Qué puedo desearte? Lo que siempre he deseado para mí:

  • Que seas “hombre de Dios”: que vive siempre en la intimidad gozosa del Padre para comunicar incesantemente a Dios a los demás, en la Palabra, en la Eucaristía, en la simple presencia;
  • Que seas “hombre de la Iglesia”: con una perfecta fidelidad a su misterio, con un inmenso cariño por tu Obispo, (tu superior), con una generosa entrega de servicio a todo el pueblo de Dios que te fuere encomendado.
  • Que seas “hombre de los hombres”: que los sepas comprender e interpretar, que tengas gran capacidad para asumir sus gozos y esperanzas, que les muestres siempre un corazón pobre y bueno de padre, hermano y amigo; que les sepas decir siempre, sin decirlo, qué bueno es Dios y qué lindo es ser sacerdote”.

Acercándose el día de su pascua, acaecida el 5 de febrero de 1998, escribía:

“Pediría al Señor un poco de tiempo no para seguir viviendo, sino para poder escribir cosas breves y sencillas que a mí ahora me parecen simplemente maravillosas… Cómo me gustaría escribir sobre la cruz y el amor del Padre pensando en los jóvenes”. Decía frecuentemente: “Sufro mucho, pero estoy feliz y tranquilo en las manos de un Padre que me ama y en el corazón de María, mi Madre”.

Querido Lucas: hoy estas rodeado de tu familia, amigos, compañeros y miembros de la gran familia de Schöenstatt. Siempre llevanos en tu corazón sacerdotal, para rogar por nosotros. Desde el Cielo, tus seres más queridos te agradecerán que los hagas presentes en tu altar. Que el Señor Jesús resucitado te llene de alegría pascual y seas incansable apóstol de tantos jóvenes que no encuentran un sentido para sus vidas, un motivo para amar con todo su ser.

En este mundo de tensiones y violencias, angustiados por las guerras que hieren de muerte a la humanidad, hoy serás, como sacerdote, un sencillo artesano de la paz. Llamado por Jesús para llevar un mensaje de esperanza y de alegría. La hora actual nos pide generosidad, fortaleza y equilibrio. Seguimos llevando en vasijas de barro el precioso tesoro del sacerdocio de Jesús, mediador entre Dios y los hombres.

“En la pobreza y el silencio virginal de Nuestra Señora encontraremos siempre, los sacerdotes, el camino de la sencilla disponibilidad para ser fieles: ¡Feliz de ti porque has creído! (Lc. 1, 45) (Pironio. “Espiritualidad sacerdotal”. Del libro “Iglesia pueblo de Dios”. Bogotá. 1970. Pg. 81)

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DE LA MISA DE ORDENACIONES DIACONALES
Iglesia Catedral, lunes 20 de noviembre de 2023


“Quien entre ustedes quiere ser grande,
Que se haga servidor de todos”
 (Mt. 20, 26)

Hermanas y hermanos:

Para la Diócesis de Quilmes hoy es un día de fiesta. Es una fecha de trascendental importancia para la vida de ustedes, queridos hermanos Sergio, Jorge, Daniel, Marcelo, Mauro y Raúl, alegría que comparten con sus esposas e hijos.

“Quien entre ustedes quiere ser grande, que se haga servidor de todos” (Mt. 20, 26), es el lema que ustedes han elegido para sus vidas, tomado del evangelio que se ha proclamado.

El don del Espíritu Santo los fortalecerá para que ayuden al Obispo y al presbiterio, anunciando la Palabra de Dios, actuando como ministros del altar y atendiendo las obras de caridad, como servidores del pueblo de Dios. Como ministros del altar, proclamarán el Evangelio, prepararán el sacrificio de la Eucaristía, y repartirán el Cuerpo y la Sangre del Señor a todos los fieles.

De acuerdo con el mandato recibido del Obispo les corresponde evangelizar en esta sociedad, catequizar a los creyentes. También podrán dirigir las celebraciones litúrgicas, administrar el bautismo, autorizar y bendecir los matrimonios, llevar la comunión a los enfermos y moribundos y presidir las exequias.

Consagrados por la imposición de las manos, practicada desde el tiempo de los apóstoles, y estrechamente unidos al altar, cumplirán el ministerio de la caridad en nombre del Obispo y del párroco.

Con la ayuda de Dios, deberán obrar de tal manera que los reconozcan como discípulos de Aquél que no vino a ser servido sino a servir. Serán ordenados para el servicio, para hacer presente a Jesús que lava los pies de la humanidad hambrienta de fe, de esperanza, de consuelo y misericordia. Lavar los pies cansados de caminar sin rumbo y heridos por la injusticia y el maltrato. Los pies de los pobres y descartados, de los que son despreciados y olvidados. Los pies de los que se han embarrado en tantas miserias humanas, y de los que viven el encierro de la soledad. Son nuestros pies; los que el mismo Jesús quiere lavar con su amor.

Sean hombres alegres y disponibles. Personas que en la comunidad tienden puentes y no levantan muros. Que escuchan antes de hablar. Apasionados por servir a la verdad, con serenidad y dulzura. Despojados de ambiciones de poder y de privilegios. Generosos y comprensivos. Dispuestos a colaborar con las causas justas de los vecinos. Hombres de diálogo con sus fieles, con los sacerdotes y el obispo. Constructores de la unidad y de la paz.

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Francisco. Discurso en el 50° Aniversario del Sínodo de los Obispos. 17/10/2015)

“En una Iglesia sinodal, los ministros ordenados están llamados a vivir su servicio al Pueblo de Dios con actitudes de cercanía a las personas, de acogida y de escucha a todos y a cultivar una profunda espiritualidad personal y una vida de oración. Sobre todo, están llamados a repensar el ejercicio de la autoridad desde el modelo de Jesús que, “a pesar de su condición divina (…) se rebajó a sí mismo, tomando la condición de esclavo” (Fil 2, 6-7). La Asamblea (del Sínodo) reconoce que muchos presbíteros y diáconos, con su entrega, hacen visible el rostro de Cristo, Buen Pastor y Siervo” (Relación de síntesis del XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, II parte, n. 11)

Todos ustedes han sido llamados por el Señor para ser ministros ordenados para la Iglesia de este tiempo; una Iglesia que definitivamente transita el camino de la sinodalidad para ser los primeros responsables, juntos con todos nosotros, de vivir y servir a la comunión, la misión y la participación en nuestra Iglesia diocesana, unidos al sentir de la Iglesia universal. Es la Iglesia del Concilio Vaticano II que nuestro primer pastor, el Siervo de Dios Padre Obispo Jorge Novak, gestó e implementó a lo largo de su pastoreo en esta Diócesis de Quilmes.

Vivimos tiempos difíciles, como lo decía el sábado en la Misa de la Esperanza. Es preciso fijar la mirada en Jesús, el único Mesías. Repito palabras del futuro beato Cardenal Pironio, que cité: “Los tiempos difíciles exigen hombres fuertes; es decir, que vivan en la firmeza y la perseverancia de la esperanza. Para ello hacen falta hombres pobres y contemplativos, totalmente desposeídos de la seguridad personal para confiar solamente en Dios, con una gran capacidad para descubrir cotidianamente el paso del Señor en la historia y para entregarse con alegría al servicio de los hombres en la constitución de un mundo más fraterno y más cristiano” (Card. Pironio. “Meditación para tiempos difíciles”. Ed. Patria Grande. Pg. 62-63) No se dejen arrancar del corazón la esperanza del Evangelio, al que deben no sólo escuchar, sino además servir. Viviendo el misterio de la fe con alma limpia, muestren en sus obras la palabra que proclaman para que el pueblo cristiano, vivificado por el Espíritu Santo, sea oblación agradable a Dios, y ustedes, en el último día, puedan salir al encuentro del Señor, y oír de Él estas palabras: “Bien, servidor bueno y fiel, entra en el banquete de tu Señor”.

Agradezco a las esposas de ustedes. El matrimonio los ha consagrado para ser signos del Dios que hizo alianza con nosotros. Gracias a ustedes esposas y madres. Gracias a sus hijos. Ellos, que son regalo de Dios, como fruto del amor, los han hecho hombres generosos, cercanos, con amor tierno, fuerte y fiel. Gracias a todos sus hijos. Gracias a las Comunidades de donde proceden. En medio de ellas experimentaron el llamado a este servicio diaconal. Gracias a sus párrocos y acompañantes espirituales. Gracias al Instituto Diaconal “San Lorenzo, diácono y mártir”, a sus formadores. Gracias a los hermanos diáconos que los han acompañado en la formación inicial, y que serán mentores importantes en su formación permanente. ¡Gracias!

La Virgen, mujer fiel y servidora del Señor, los acompañe en su ministerio.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes