“Una voz grita en el desierto: ´preparen el camino del Señor´”

HOMILIA MISA DE ORDENACIÓN DIACONAL
Catedral de Quilmes, domingo 07 de diciembre de 2025

“Una voz grita en el desierto: ´preparen el camino del Señor´”

Querido Ezequiel, queridos Padre Obispos Eduardo, Luis, Juan Carlos y Maxi. Presbíteros, diáconos, religiosas y religiosos, consagradas y consagrados, seminaristas, hermanas y hermanos de todo el pueblo de Dios.

En este Año Santo de la Esperanza, desde el corazón del Adviento surge la Palabra de Dios invitándonos a la conversión, a preparar el camino al Señor que viene.

El profeta Isaías nos habla del retoño que nace de las raíces del tronco de Jesé; “sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor”. Juan, el Bautista, se presentó proclamando en el desierto de Judea: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. “Una voz grita en el desierto: ´preparen el camino del Señor, allanen sus senderos´”

En el desierto, la Palabra nos invita a renovar el amor, a volver siempre al primer amor. Volvernos al Dios que nos salva. Es la conversión continua que provoca el Espíritu en nuestra vida.

En este desierto, lugar del encuentro, la voz de Juan se levanta para decirnos: “el que viene detrás de mí, es más poderoso que yo y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego”. El dedo de Juan se levanta para indicarnos al que viene. Es la misión del evangelizador. No se anuncia a sí mismo. Indica el Camino, muestra a Jesús. De Él viene la salvación.

Es en el desierto, donde despojados de todo lo accidental, estamos a solas con el Amado. Él te ha elegido para ser su discípulo misionero, portador de la Buena Noticia de la salvación. En el desierto del encuentro personal con el Maestro recibirás la fuerza de su Espíritu para experimentar en tu corazón lo de San Pablo: “Sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos” (1 Ts. 2, 8).

Ezequiel: has sido presentado por la Iglesia para ser ordenado diácono, servidor de Dios para su pueblo; para configurarte con Cristo Servidor. El sacramento del Orden imprimirá en tu ser una marca imborrable. Siempre serás el consagrado para servir, realidad misteriosa que el Espíritu Santo crea en vos para siempre. Nadie podrá borrar en vos esta disposición espiritual. Don que recibimos inmerecidamente, pero Dios te lo regala porque Él quiere estar en medio de su pueblo a través tuyo, sirviendo hasta dar la vida.

¡Qué grande nos queda el saco! Pero no temas, basta que confíes. Él siempre te asistirá con sus siete dones sagrados y con la cercanía de su amistad. Procurá siempre en tu vida tener esos momentos de desierto para estar a solas con su Palabra que nos enciende en amor sincero y profundo, hasta quemarnos dentro.

Las Vísperas del 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, patrona de la Diócesis de Quilmes, nos invita a ir a las raíces de nuestra Iglesia particular preparándonos a celebrar los 50 años de su creación. Mañana se cumplirán los 60 años de la clausura del Concilio Vaticano II. También los 50 años de la Exhortación Apostólica “Evangelii nuntiandi” del Papa Pablo VI. Nuestra Diócesis nace bajo la inspiración del Concilio; fue el propósito de nuestro primer obispo, Jorge Novak, llevar a la práctica las disposiciones del Concilio que invitaban a un aggiornamento, atento a los signos de los tiempos. Para nuestro Obispo Jorge, la Evangelii nuntiandi, verdadero testamento pastoral de Pablo VI, fue más que clave para su labor evangelizadora.

San Pablo VI marcó la vida de Novak. Sus enseñanzas eran constantemente citadas por él. El fervor misionero del que habla Pablo VI, es el que ocupó el centro del corazón de Novak.

Cuántas veces nos has contado, Ezequiel, que antes de entrar al Seminario, cuando venías a Quilmes, siempre pasabas por esta Catedral y te ponías a rezar ante la tumba del Obispo. De él te había hablado tu tío, tu abuela, tu familia. Algo de este santo hombre iba tocando una cuerda de tu corazón joven, que iba haciendo sonar una música de alegría y ganas de anunciar el amor de Dios.

En el corazón de este evangelizador que es Jorge Novak, estaban muy grabadas las palabras de Pablo VI. Que hoy suene fuerte en tu corazón, querido Ezequiel, lo escrito en el número 80 de esa preciosa Exhortación:

“Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo —como Juan el Bautista, como Pedro y Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia— con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea ésta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y ojalá que el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN 80)

Ezequiel, has heredado bellas enseñanzas de tu familia, inclusive, ser hincha de Quilmes; también Dios te ha regalado durante estos años de formación un particular cariño por nuestra Diócesis. No dejes de cultivarlo. Además, hoy, Dios te da la gracia de ser incardinado a esta Iglesia que empieza a saborear los frutos de su Tercer Sínodo Diocesano.

Tu corazón creyente se fue forjando en una comunidad de Berazategui, la parroquia San José y Santa Cecilia; allí aprendiste el abecé del discipulado. Tu corazón agradecido siempre tiene presente de dónde has venido. Tu espíritu inquieto te movió a ir más allá, buscando otras formas de servir, hasta que descubriste que servir como presbítero en la Diócesis sería tu gran pasión misionera.

Mirando a nuestra Madre, la Servidora del Señor, le pedimos con vos que siempre estés dispuesto a escuchar la Palabra, guardarla en el corazón, y como Ella, salir presuroso a prestar tu servicio a quien lo necesite. Para eso hoy, el Señor toma tu vida y te configura a Él, para que le acompañes a lavar los pies de los hermanos y hermanas que caminan junto a nosotros.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

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