HOMILIA DE LA MISA DE INICIO DEL PONTIFICADO DE LEON XIV
Memoria agradecida en el 25° aniversario del P. Obispo Gerardo Tomás Farrell
Catedral de Quilmes, domingo 18 de mayo de 2025
Hermanas y hermanos:
Como Peregrinos de la Esperanza nos reunimos en nuestra Catedral para unirnos al acontecimiento histórico del inicio del Pontificado del Papa León XIV, obispo de Roma, y para hacer memoria agradecida del Padre Obispo Gerardo Farrell, obispo coadjutor de Quilmes, en el 25° aniversario de su pascua. Agradecemos la presencia de todos, como también la oración de los que participan a través de las redes sociales.
León XIV, esta mañana en su homilía ha dicho: “¡Es la hora del amor!”. El amor nos reunió hace menos de un mes en esta Catedral para consolarnos y rezar por el Papa Francisco que falleció el lunes de Pascua. Hoy nos congregamos con el mismo amor, para celebrar el gran regalo que Dios nos ha hecho, por medio de la elección de los cardenales reunidos en el Cónclave, la vida y el ministerio del cardenal Robert Francis Prevost, quien ha elegido el nombre de León XIV.
La misión de Jesús ha sido la de manifestarnos el amor del Padre y enseñarnos a vivir como hijos e hijas, realizando un proyecto de vida que sea reflejo del amor del Padre. Lo ha enseñado con palabras y hechos, viviendo coherente y fielmente el camino del amor, hasta dejarse matar. Lo asesinan los que se oponen a ese proyecto, porque tienen otro muy distinto, y se siente juzgados y amenazados en sus intereses por la propuesta de Jesús.
“¡Es la hora del amor!, ámense también ustedes los unos a los otros” son las palabras de Jesús de este evangelio proclamado en este 5° domingo de Pascua. Es el testamento de Jesús para sus discípulos y para toda la humanidad. Son palabras que Jesús pronunció, en aquel Jueves Santo, en el lugar de la última Cena. Reunidos para comer el cordero pascual, se mostró como el que sirve, lavando los pies a los discípulos. Los llamó amigos. Se despidió de ellos con palabras de gran ternura y con firme decisión, les dijo que había llegado la hora de ser glorificado. Todo comenzó cuando Judas empezó a concretar su traición. Comenzaba la pasión en el corazón traspasado de Jesús, lleno de dolor por la acción cobarde y oscura de uno de los que había elegido para que lo siguiera. La glorificación empieza a manifestarse como entrega de la vida, como el cordero que se desangra en sacrificio. Con hechos, Jesús va haciendo la voluntad del Padre: dar la vida por los amigos. Para el discípulo de Jesús, vivir para la mayor gloria de Dios significará reproducir en su vida ese mismo amor, animado por su Espíritu.
“¡Es la hora del amor!” “Todo a mayor honra y gloria de Dios” (AMDG) es el lema de la Compañía de Jesús, la orden fundada por San Ignacio de Loyola (los jesuitas), frase que él usaba constantemente en sus escritos. El Papa Francisco tuvo ese lema para su vida consagrada. La gloria de Dios es amarlo, y amarnos como Él nos amó. Esa es la “Alegría del Evangelio”. “Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo” (Sof. 3,17) (EG 4) Francisco ha hecho vida aquello que él mismo redactó en el Documento de Aparecida: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (DA 360)
“¡Es hora del amor!”. El 8 de mayo, día de la Virgen de Luján, tuvimos la alegría de la “fumata blanca”. “Habemus Papam” se proclamó a todo el mundo. Luego de ansiosos minutos, vimos aparecer al nuevo obispo de Roma: León XIV. Nos saludó deseándonos paz. No podemos ocultar nuestra alegría que en medio de su primera alocución tuviera unas palabras llenas de agradecimiento y de cercanía a su diócesis de Chiclayo, en Perú, dichas en perfecto español. Los cardenales habían elegido un misionero de alma; un religioso agustino, nacido en Estados Unidos de América, y que había optado ser ciudadano de un país latinoamericano. Lo tomamos como una gran delicadeza de Dios, porque lo sentimos muy cercano a esta Latinoamérica nacida junto a la cruz de Jesús y el manto de María, y que peregrina como pueblo de esperanza, agobiado por las injusticias, paciente y a veces tentado por la violencia.
Esta mañana el Papa se ha expresado al mundo entero con claridad. Nos ha dicho: “Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una única familia.
Amor y unidad: estas son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro”
Y dijo el Papa más adelante:
“Cuando Jesús le pregunta a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16), indica pues el amor del Padre. Es como si Jesús le dijera: sólo si has conocido y experimentado el amor de Dios, que nunca falla, podrás apacentar a mis corderos; sólo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos “aún más”, es decir, hasta ofrecer la vida por ellos”
“A Pedro, pues, se le confía la tarea de “amar aún más” y de dar su vida por el rebaño. El ministerio de Pedro está marcado precisamente por este amor oblativo, porque la Iglesia de Roma preside en la caridad y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo. No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús”.
“Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado.”
“En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo somos uno. Y esta es la vía que hemos de recorrer juntos, unidos entre nosotros, pero también con las Iglesias cristianas hermanas, con quienes transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz”
“Este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo” “Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor!”
Hoy recordamos al Padre Obispo Gerardo Tomás Farrell, a 25 años de su pascua. En esta Catedral descansan sus restos, junto al Padre Obispo Jorge Novak. Ordenado sacerdote en 1960 en su diócesis de Morón, desarrolló una intensa labor pastoral. Era teólogo y sociólogo. Fue muy valorado su accionar en los ámbitos de la educación y en la formación del clero y en la vida religiosa. Sus obras de carácter pastoral aportaron una mirada original sobre los grandes temas eclesiales de naturaleza histórica y social: “Situación social de Morón, Merlo y Moreno” (1971; 1973), “Iglesia y Pueblo en Argentina” (1976; 1986; 1988; 1992); “Comentario a la Evangelii Nuntiandi” (1978); “Religiosidad Popular y Fe” (1979); “Doctrina Social de la Iglesia” (1983; 1984; 1991); “Argentina como cultura” (1988); “Liberalismo, Iglesia y Nuevo Orden” (1991); “Magisterio social latinoamericano a los 25 años de Medellín” (1994), entre otras colaboraciones en distintas publicaciones eclesiales. La Iglesia en Argentina lo tuvo entre sus estrechos colaboradores como Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral (1967-1972) y Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal de Pastoral Social en los períodos 1982-1984; 1987-1991; 1991-1993.
El 29 de marzo de 1997 fue preconizado Obispo Coadjutor de Quilmes por Juan Pablo II, consagrado en Morón el 12 de abril del mismo año por el obispo Justo Oscar Laguna, bajo el lema episcopal «Lumen Gentium Christus» (Cristo, luz de los pueblos). Tres días después de su ordenación episcopal, el 15 de abril, se presentó formalmente en la Diócesis de Quilmes ante la persona de nuestro obispo Jorge Novak, iniciando su presencia pastoral en la Celebración Eucarística de Pentecostés de ese mismo año. Como Obispo Coadjutor de Quilmes se dedicó a las áreas de la Pastoral Social, de Catequesis, de Educación Católica, de Cáritas, de Comunicación Social, de Administración y de la Fundación Jorge Novak.
Fue nombrado presidente del Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires en octubre de 1997, y un año después fue designado Presidente del Primer Congreso de Educación Católica bonaerense. En noviembre de 1997 asistió como perito a los Obispos argentinos delegados del Sínodo de América que tuvo lugar en Roma. Un mes más tarde visitó la misión de la Diócesis de Quilmes en la República de Benín, África.
Aquejado por una grave dolencia desde septiembre de 1999, el obispo Farrell falleció el 19 de Mayo de 2000.
Agradecemos su labor generosa y valiosa en la Diócesis. Pedimos por él, y que junto a Dios interceda por nosotros.
La Virgen santa cuide de nuestro querido Papa León, y nos acompañe como peregrinos de la Esperanza, proclamando al mundo el amor de Dios con alegría.
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes