HOMILIA EN LA MISA CRISMAL 2023
Catedral de Quilmes, 5 de abril de 2023

Hermanas y hermanos aquí presentes y a quienes lo hacen virtualmente:

Les transmito el saludo del P. Obispo Emérito Luis Stöckler, que debido a las limitaciones propias de su edad, no puede hoy estar presente acá. Está unido espiritualmente, como siempre, a toda la Comunidad Diocesana.

Esta celebración de la Misa Crismal, en el marco del Jueves Santo, c. En esta misa son consagrados los óleos para la celebración de los sacramentos.

La palabra de Dios nos invita a mirar a Jesús, centro de este Triduo Pascual que iniciaremos en todas las comunidades. En la sinagoga de Nazaret, aquel sábado, “todos tenían los ojos fijos en Él”.

Cada Semana Santa es una bella ocasión que tenemos, como pueblo cristiano, para renovar nuestro seguimiento de Jesús, como sus discípulos misioneros.

Dos veces hemos escuchado:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres” (Is. 61, 1 y Lc. 4, 18) Palabras para todo el pueblo cristiano y, de modo particular, para nosotros sacerdotes y diáconos, quienes tenemos la misión de evangelizar, exhortando a todos al seguimiento de Jesús.

Como Iglesia diocesana y universal, estamos en el Camino Sinodal. El lema que nos abraza a todos es: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.

Comunión y misión son expresiones teológicas que designan el misterio de la Iglesia. San Pablo VI quiso condensar precisamente en estas dos palabras —comunión y misión— «las líneas maestras, enunciadas por el Concilio». Conmemorando la apertura, afirmó en efecto que las líneas generales habían sido «la comunión, es decir, la cohesión y la plenitud interior, en la gracia, la verdad y la colaboración […], y la misión, que es el compromiso apostólico hacia el mundo contemporáneo» (Ángelus, 11 octubre 1970), que no es proselitismo (Francisco. 9/10/21)

La otra palabra es participación“Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos” (ídem)

Al iniciar este proceso sinodal, el Papa Francisco nos ha dicho que es un tiempo de gracia que, en la alegría del Evangelio, nos permite al menos captar tres oportunidades. Primera: encaminarnos estructuralmente hacia una iglesia sinodal: un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar. Segunda oportunidad: para ser una Iglesia de la escucha: Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración. Escuchar a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales. Y tercera: tenemos la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía“Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Dios siempre ha actuado así. Si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor. Y esto no sólo con las palabras, sino con la presencia, para que se establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios. No olvidemos el estilo de Dios que nos ha de ayudar: la cercanía, la compasión y la ternura”(Francisco: ídem)

No son actitudes novedosas en la historia de la evangelización. Si bien muchas veces la Iglesia se alejó del cauce del Evangelio, muchas mujeres y hombres cristianos llevados por el Espíritu sacudieron a la Iglesia de sus letargos, brindando un testimonio de fidelidad al estilo de Jesús. Por ejemplo, en algo que nos compete particularmente, como es la predicación, tenemos la enseñanza del santo que hoy, 5 de abril, conmemoramos: San Vicente Ferrer. Sacerdote dominico, nacido en 1350, en Valencia (España) y que muere en Bretaña (Francia) en 1419. Se destacó como teólogo y predicador. De profunda vida de oración; denunció las costumbres ajenas al Evangelio, y convirtió a muchos judíos y moros. En su tratado de la vida espiritual, se refiere al modo de predicar. Leemos allí: “En la predicación y exhortación debes usar un lenguaje sencillo y un estilo familiar, bajando a los detalles concretos. Utiliza ejemplos, todos los que puedas, para que cualquier pecador se vea retratado en la exposición que haces de su pecado; pero de tal manera que no des la impresión de soberbia o indignación, sino que lo haces llevado de la caridad y espíritu paternal, como un padre que se compadece de sus hijos cuando los ve en pecado o gravemente enfermos, o que han caído en un pozo, esforzándose para sacarlos del peligro y acariciándoles como una madre. Hazlo alegrándote del bien que obtendrán… Hablar de las virtudes y los vicios no produce impacto en los oyentes. En el confesionario debes mostrar sentimientos de caridad, lo mismo si tienes que animar a los pusilánimes… el pecador ha de sentir siempre que tus palabras proceden de tu caridad. Las palabras caritativas han de preceder siempre a las recomendaciones punzantes. Si quieres ser útil a tus prójimos, recurre primero a Dios de todo corazón y pídele con sencillez que te conceda esa caridad, suma de todas las virtudes y la mejor garantía de éxito en tus actividades” (San Vicente Ferrer, presbítero, “Tratado sobre la vida espiritual”. Cap. 13)

Los aceites que vamos a consagrar nos hablan de ese amor de Cristo que se derrama sobre nosotros, de modo suave y penetrante, y que quiere llegar a todos. Que nuestros corazones se inunden de los sentimientos de Cristo Jesús, como nos exhorta Pablo en Filipenses en el bello capítulo 2: “les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo buen unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp. 2, 2-5) Contemplando estos recipientes con aceite, imaginemos a todas aquellas personas que serán ungidas por ellos de manos de nuestros sacerdotes, diáconos y obispos: los enfermos, los nuevos bautizados y catecúmenos, los confirmandos, los futuros sacerdotes… Todo el pueblo de Dios ungido por el amor misericordioso de Dios. Seamos como ese aceite que es fortaleza para los débiles y frágiles, siendo buenos samaritanos con nuestras actitudes, gestos, acciones concretas y nuestras palabras sostenidas por una profunda oración. En estos días hemos rezado por la salud de nuestro querido Papa Francisco. Dios ha oído nuestras súplicas. Hoy damos gracias también por estos diez años de pontificado; él preside en la caridad a toda la Iglesia. No cabe duda que Dios lo eligió para ser el Papa para acompañarnos en este cambio de época que vive la humanidad. En el camino sinodal, Francisco nos invita a “ensanchar el espacio de nuestra carpa” para albergar a todas y todos sin distinción alguna. Su enseñanza siempre nos invita a fijar los ojos en Jesús. Así lo ha hecho el domingo de Ramos, luego de haber estado internado. Así se expresaba en su homilía: “El amor de Jesús, es capaz de transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne. Es un amor de piedad, de ternura, de compasión. Este es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Así es Dios. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Está con cada uno de ellos, abandonados hasta la muerte. Pienso en aquel hombre alemán, indigente, que murió en la columnata de la plaza, solo, abandonado. Ese es Jesús para cada uno de nosotros. Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados. Yo también necesito que Jesús me acaricie y se me acerque, es por eso que voy a buscarlo en los que están abandonados, solos. Él quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad. Hoy, queridos hermanos y hermanas, hay tantos “cristos abandonados”. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; hay emigrantes que ya no son rostros sino números; hay presos rechazados, personas catalogadas como problema. Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos ―que tal vez pueden ser tu papá, tu mamá, tu abuelo o tu abuela, abandonados en los institutos geriátricos―, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor. Y no encuentran otro camino más que el del suicidio. Los abandonados de hoy. Los cristos de hoy.

Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte. Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación. Hermanos y hermanas, pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver, de saber reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos. Entonces, sólo entonces, haremos nuestros los deseos y los sentimientos de Aquel que por nosotros «se anonadó a sí mismo»
 (Flp 2,7). Se anonadó totalmente por nosotros” (Francisco; 2/4/2023)

En nombre del P. Obispo Eduardo, del P. Obispo Juan Carlos, les damos las gracias por estar aquí. Que Dios nos conceda a todos vivir una feliz Pascua y que la Virgen Inmaculada nos mantenga unidos muy junto a su Hijo Jesús ¡Así sea!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes
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Homilía de la Misa de Ordenación Diaconal
Catedral de Quilmes, 25 de marzo de 2023

“He aquí la servidora del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1,38)

Hermanas y hermanos:

“¡Alégrate!” es lo primero que María escucha de parte de Dios según el relato de la anunciación. Es la invitación para cada uno de nosotros hoy. Es la primera palabra de Dios a toda criatura. Porque en todo momento, en toda circunstancia de la vida, Dios nos ama. Hoy venimos a celebrar ese amor de Dios que no nos abandonó en la tristeza del pecado y de la muerte, sino que para salvarnos se hace uno de nosotros. Se hizo carne y habitó entre nosotros. Gracias al “sí” de María, que aceptó el designio amoroso de Dios. Ella es causa de nuestra alegría.

“El Señor está contigo”. La alegría no es un simple optimismo. María es invitada a alegrarse porque no está sola. Dios está con ella. Es una alegría que nace de la fe en Dios que se ha fijado en ella para derramar todo su amor, y por ella inundar de amor a toda la humanidad.

“No temas” La fragilidad humana teme ante lo desconocido. Muchos son los miedos que pueden despertarse en el corazón. También en María. Es humana. La presencia del Espíritu disipará toda duda y todo temor.

“Has hallado gracia ante Dios” No sólo María, también para nosotros es la invitación a escuchar estas palabras. Todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia y el amor de Dios. La vida seguirá teniendo dificultades y preocupaciones, pero todo es diferente cuando vivimos buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarlas.

“Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” El estupor de María es total. En su desconcierto hilvana unas palabras queriendo entender lo absurdo de ser madre sin haber tenido relaciones con un hombre. Pero el plan de Dios supera su pequeñez. Todo será obra del Espíritu Santo. El signo de Isabel embarazada, la anima a confiar.

“Yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho” María se define como servidora del Señor, expresando su entrega sin reservas a la voluntad de Dios. María no dice: “voy a hacer”, sino “hágase”. Es total disponibilidad. Es abrir las puertas de su corazón para que Dios haga su obra. Es maravilloso ver esta mutua confianza: Dios le confía a María ser madre del Salvador, lo deja a su cuidado, le confía esa misión única, incomparable. A la vez, María se confía a Dios para lo que disponga. Es el gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Misterio que revela el amor inmenso que Dios nos tiene.

El santo cura Brochero lo expresa así en su Plática sobre la última Cena: “En virtud de ese amor eterno hacia el hombre, apareció entre nosotros el Hijo de Dios hecho hombre, y tomó la apariencia de esclavo, para llorar como hombre, como puedo llorar yo. Para sufrir persecuciones como hombre, como puede sufrirlas cualquiera de ustedes. Para padecer hambre, sed, tristeza. Para experimentar los desprecios de la vanidad, la indiferencia del orgullo, las burlas de la impiedad… Para beber la hiel de la calumnia. Para apurar las heces de la maledicencia. Para sufrir en su persona… Todo cuanto debía padecer el hombre, a fin de que el hombre experimentase las riquezas de su misericordia y las dulzuras de su amor” (CEA. “El Cura Brochero”. Cap. I, 2 “Plática sobre la última Cena de Jesús”, pag. 79-80)

Queridos Sergio, Roberto y Lautaro: Por la Ordenación ustedes serán identificados con Jesús Servidor. Serán reflejos de ese amor de Jesús que lava los pies a los discípulos. Es la misma actitud que aprendemos de María, la servidora del Señor.

El 25 de marzo de 1983, hace 40 años, el Padre Obispo Jorge Novak ordenaba diácono a los seminaristas Daniel Moreno y Carlos Vázquez, junto a otros compañeros. En su homilía el Siervo de Dios dijo:

“(Ellos) Asumirán una nueva relación con la santa Palabra de Dios: serán sus ministros, sus servidores, sus administradores. Esa Palabra divina, gracias al ministerio de estos diáconos, obrará maravillas de salvación en las parroquias y barrios en que actúen.

Serán colaboradores del Obispo y de los presbíteros en la celebración eucarística. Por ellos, la Eucaristía actuará mejor en la unidad de la Iglesia y en su irradiación evangelizadora y testimonial. Serán delegados para activar el servicio a los pobres, según el ejemplo de los primeros diáconos. Gracias a su dedicación crecerá en la Diócesis la eficacia y la pureza de un esfuerzo comunitario, más urgente que nunca.

Queridos hermanos: Ustedes serán ministros sagrados dentro de unos instantes. Revístanse de los sentimientos del más grande de los servidores, Cristo Jesús. No se borre de su corazón la escena del lavatorio de los pies
 (Jn. 13, 1 ss), que es el mejor comentario a la advertencia del mismo Salvador: “el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo de todos” (Mc. 10, 44)

Toda nuestra diócesis está de fiesta por “Sí” de ustedes y por el gran amor de Dios y de María. Es la alegría del Seminario y de nosotros que los conocemos de hace varios años. Seguiremos caminando juntos, sostenidos por la oración del pueblo de Dios y de cada uno de nosotros.

Gracias a la familia de cada uno. Gracias porque ustedes también dicen “Sí” como lo hacen Roberto, Sergio y Lautaro. Ellos han nacido y crecido en sus familias. Con ustedes damos gracias a Dios porque pasó por casa y se fijó en ellos para invitarles a seguirlo en la misión de anunciar el Evangelio y ser testigos del Señor resucitado.

Al Seminario y a su equipo de formadores, nuestras felicitaciones en este día, y nuestro agradecimiento por la tarea de acompañar a estos hermanos en su formación como creyentes y como futuros ministros de la Iglesia. Recemos por todos aquellos que el Señor llama a una especial consagración, para que nuestra oración y el acompañamiento de las comunidades los anime a dar su “sí” generoso y confiado.

Lautaro: mucho has soñado con este momento; tus ansiedades y las ganas de vivir con intensidad te ayuden a servir con entusiasmo, aprendiendo de María que luego de recibir el anuncio de Gabriel, se dispone a ayudar a su prima Isabel y con prontitud se pone en camino.

Sergio: en la mitad de tu vida te ves ya consagrado plenamente al Señor. Que esta plenitud de amor que Dios derrama en tu vida, te ayude para vivir este presente de tu existencia con total docilidad a la voluntad de Dios, a la manera de María, obediente en la fe y con plena esperanza.

Roberto: el llamado que desde muy joven estaba vivo en tu corazón, fue tomando distintas maneras de vivirlo. Hoy, tu “sí” es incondicional. La gracia de Dios, que nunca falta, te ayudará a que esa palabra de alianza, se vaya haciendo carne en tu vida, al modo que Dios quiera, como la Palabra se hizo carne en el seno de María.

Hermanas y hermanos: en este Camino Sinodal Dios nos regala estos nuevos diáconos, consagrados para servir al pueblo de Dios. Nos muestra así que hemos sido llamados todos para formar parte de una Iglesia diaconal, encarnada en el hoy de nuestro pueblo, sanando las heridas de los hermanos que están a la orilla del camino, “con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

Llenos de alegría en esta mañana, animados por el Espíritu Santo, agradecidos por el “sí” de María, digamos juntos:

“El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Catedral de Quilmes – viernes 17 de febrero de 2023

Hermanas y hermanos:

El evangelio proclamado nos presenta a Jesús a orillas del lago, llamando a sus primeros discípulos en el marco de la pesca milagrosa. Texto tan querido para todos nosotros, particularmente los consagrados. Pareciera que la brisa fresca del lago nos abraza en esta tarde y nos llena de profunda alegría y paz, renovando su Palabra que suena clara, profunda, fuerte, a la vez que suave, como prolongándose en nuestro camino discipular: “¡Sígueme!”.

Jesús, el que caminó por la periférica Galilea, es el centro de esta celebración. ¡A Él toda gloria y bendición!

Hace dos años, haciendo nuestro Camino Sinodal Diocesano, les proponía a todos como ícono otra escena junto al lago: “Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Mc. 6, 34)

Así transitamos el doloroso tiempo de la pandemia viral y existencial, que fue sembrando tanta muerte y desolación. Éramos como los pescadores de aquella mañana cargados de cansancio y desilusión, limpiando las redes del desencanto, del trabajo sin fruto. Nuestras comunidades fueron visitadas por la enfermedad y la muerte; la pobreza de medios y la situación social amenazante, nos pusieron a prueba. Como familia diocesana, presbiteral y diaconal, lloramos la muerte de hermanos muy queridos. Los sentimientos de los apóstoles en la orilla del mar, eran los nuestros. Pero Dios nunca abandona. Jesús se acercó como siempre a nuestra orilla, como uno más. Su voz se hizo sentir: “Navega mar adentro”. Como Pedro, pusimos nuestra confianza en la Palabra del Maestro: “si Tú lo dices…”. Las oraciones y celebraciones, hechas de la manera que se podía; el riesgo de arremangarse y ponerse a cocinar, hacer las compras, ir a los hospitales o centros de atención; docentes que acompañaban ingeniosamente a niños y adolescentes; voluntarios que surgían espontáneos. Manos que se unían para socorrer y aliviar en el dolor. La palabra viva del Señor se adueñó de los corazones para hacer frente al mar de lo desconocido y amenazante, sólo guiados por la Palabra salvadora: “ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn. 15, 12) “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt. 225, 40)

Dice el evangelio de hoy: “sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían” .

Los discípulos pidieron ayuda a sus compañeros. Recuerdo que el año pasado, reunido con los sacerdotes antes de viajar a Roma y visitar al Papa Francisco, hicimos un discernimiento sobre la situación que vivíamos. Consideramos que era importante que fuera y le contara de nuestras desolaciones y nuestras esperanzas. Así fue. El corazón pastoral del obispo de Roma (que hace once años estuvo en este mismo lugar, al inicio de mi caminar como obispo de Quilmes) recibió mi confesión y mi pedido de luz para el camino. Inmediatamente me dijo: “Tenés que pedir un obispo auxiliar”. Hermanas y hermanos, acá lo tenemos: el Padre Obispo Eduardo Gonzalo. ¡Gracias Papa Francisco! ¡Gracias Señor Jesús, porque seguís invitándonos a navegar mar adentro y a tirar las redes! ¡Gracias, Eduardo, por tu respuesta al llamado!

Este sí lleva consigo una renuncia dolorosa: el desprendimiento de una actividad y un servicio vivido por tantos años en la Hermandad de los Operarios Diocesanos. Es algo que jamás estuvo en tu perspectiva. Pero, el Espíritu que siempre te animó, es el que te llevó a confiar, como lo hizo Pedro… “pero, si Tú lo dices”. Ante la maravilla de la pesca, Pedro experimenta su nada y su pecado: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Simón tuvo la audacia de echar las redes al mar fiándose de la palabra del Maestro; luego tuvo que tener la audacia de permanecer en la compañía de Jesús fiándose de su palabra alentadora.

Las palabras del libro del profeta Isaías que vos has elegido, son más que apropiadas: “No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces… Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador… Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo” (Is. 43, 1.3.4)

Volviendo al evangelio de Lucas, Jesús le dice a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» Pescar hombres es una empresa mucho más noble y difícil que pescar peces. Es una misión maravillosa. Vos Eduardo lo has experimentado en tantos destinos pastorales; desde ahora, lo harás con nosotros, en Quilmes. Como lo expresas en tu lema de ordenación episcopal, citando a San Pablo: “Todos somos compañeros de trabajo de Dios” (1 Cor. 3, 9)

Muchas gracias a la Hermandad de los Operarios Diocesanos. Lo hago en la persona del Director General, el P. Florencio Abajo Núñez, que ha querido venir desde España para acompañar a Eduardo y a nuestra Iglesia diocesana. ¡Muchas gracias! ¡Qué desafío también para su pastoreo! No puedo olvidar a algunos de los sacerdotes operarios que he conocido. El Padre Vicente Zueco, tan importante en la pastoral vocacional en nuestro país, y también en la formación de Eduardo. Desde el Cielo nos acompaña. Al P. Arsenio Barrionuevo, que desde Tucumán nos acompaña espiritualmente, con sus 91 años de vida entregada a Dios, importante también en la formación permanente del clero argentino. A vos, querido Padre Lucas Smiriglia, nacido, criado e incardinado en esta Diócesis, y siempre cercano a nosotros. A la Hermandad le confiamos desde este año la formación de los nuevos seminaristas, en la Comunidad de las diócesis de la Patagonia, en Villa Devoto. Querida Hermandad: ¡Muchas gracias! Dios les pague tanta generosidad. Rezamos por sus vocaciones y también para nuestra diócesis. Lo hacemos invocando al Beato Mosén Sol, “el santo apóstol de las vocaciones”, fundador de la Hermandad.

Querido Cardenal Pedro Ricardo Barreto, muchas gracias por estar aquí, acompañando al P. Eduardo y a nosotros. Sabemos que este nombramiento ha significado una renuncia de parte suya y de la Arquidiócesis de Huancayo, en comunión con otras diócesis peruanas, porque el Padre Eduardo ha sido hasta ahora el rector de su Seminario. ¡Muchas gracias también a los sacerdotes peruanos que le acompañan! A ustedes y al pueblo hermano de Perú queremos expresarles nuestra solidaridad en estos momentos de dolor y de incertidumbre que están viviendo.

Gracias hermanos Obispos presentes y a los que no pudieron asistir hoy. Gracias a los co-consagrantes, cercanos al camino vocacional de Eduardo: Mons. Jorge Lozano, Mons. Carlos Sánchez y Mons. Juan Carlos Ares.

Muchas gracias a la querida familia de Eduardo: su hermana Silvia y su esposo Fabián; sus sobrinos Julián y Germán. ¡Ya tienen en Quilmes su casa!

También gracias a todos los sacerdotes, religiosas y religiosos, diáconos, familiares y amigos de Eduardo que han viajado hasta este sur de Buenos Aires. Varios sacerdotes han venido de Brasil para esta celebración ¡Gracias por estar aquí!

A las hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas, queridas pastoras y pastores, de corazón les agrademos su presencia.

Agradezco, en nombre de toda la Diócesis, a las autoridades presentes del gobierno nacional, provincial y municipal. Destaco y agradezco la presencia del Intendente de Florencio Varela, Andrés Watson, y demás autoridades de los tres Partidos de nuestra Diócesis.

A ustedes, miembros del Presbiterio de Quilmes, Diáconos Permanentes, Religiosas y Religiosos de la diócesis, miembros de los Institutos de Vida Consagrada, Orden de Vírgenes, seminaristas, y a todas y todos los fieles cristianos de la Diócesis les quiero decir: reciban al Padre Obispo Eduardo con el mismo afecto y confianza que tienen conmigo. Sé que lo harán. Somos una gran familia, sencillos y hospitalarios. Con Eduardo, nos desgastaremos para servirles y acompañarles de la mejor manera. ¡Muchas gracias!

Con el Padre Obispo Luis Stöckler, emérito de Quilmes, y el Padre Obispo Juan Carlos Romanín, emérito de Río Gallegos, que me acompañan siempre, te doy la bienvenida, querido hermano Eduardo, a esta amada Diócesis de Quilmes.

Hace más de 46 años, en este lugar, era ordenado obispo nuestro primer Pastor: el Padre Obispo Jorge Novak. Ese 19 de septiembre de 1976, en este mismo altar pronunció las palabras de San Pablo: “¡Pobre de mí si no predicara el Evangelio!” Su vida y su testimonio, querido Eduardo, te animen cada día. Al decir del Papa Francisco: “Novak es una luz que brilla en el episcopado argentino” Que siempre sea nuestro guía y nos acompañe en el Camino Sinodal de la Iglesia de Quilmes.

María Inmaculada, la tierna Madre de Dios siempre te cuide.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DEL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús
Entrega de la misma por parte de los SIERVOS DE MARÍA

Domingo 11 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

En este tercer domingo de Adviento, nos alegramos ante la proximidad de la Navidad. El evangelio nos presenta a Juan el Bautista que está preso, corriendo la suerte de todos los profetas, perseguido por haber denunciado la corrupción del reinado de Herodes. Enterado de las obras de Jesús, un tanto desconcertado por lo que oye decir, manda a sus discípulos a preguntar a Jesús si es él el Mesías esperado, o hay que esperar a otro. No se ha presentado Jesús como el Dios que hace justicia con todo su poder, aniquilando a los corruptos, sino que se ha mostrado cercano a los enfermos, a los ciegos y paralíticos, curándolos y devolviendo la vida a los muertos. Se junta con los publicanos y pecadores, invitándolos a la conversión. Éstas son las obras que Jesús realiza y manda a que se lo cuenten a Juan Bautista. Jesús viene a cumplir las profecías también, revelando el corazón misericordioso de Dios, que viene a buscar lo que estaba perdido.

Luego Jesús elogia a la persona de Juan diciendo que es el más grande de los nacidos de mujer. Sin embargo, agrega, el más pequeño del reino de los Cielos es más grande que Juan. También éste necesitará del Mesías para entrar en el Reino de Dios.

Con el corazón centrado en Jesús que viene en cada persona necesitada de amor y de cercanía, nos aprestamos a iniciar muy pronto la novena de Navidad. Ya vamos preparando en nuestras casas, en nuestros templos el pesebre para celebrar este gran misterio del amor de Dios, manifestado en Jesús niño.

En esta Misa también queremos unirnos en la acción de gracias por todos los años que la Orden de los Siervos de María han estado en esta Diócesis de Quilmes. Como ya sabemos, el año pasado, por medio de su superior provincial, Fray Marcelo, se nos comunicó que a fin de este año la Orden se ausentaría de la Diócesis y, por tanto, entregaría esta Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús que se les confió en 1939. Naturalmente, tanto para ellos como para todos nosotros, es una noticia que nunca hubiéramos querido tener, pero lamentablemente la carencia de miembros de la Orden ha llevado a redimensionar sus servicios en América, y una de las decisiones ha sido retirarse de este lugar para fortalecer otras comunidades.

Son muchos años de trabajo pastoral que ha dado tantos frutos en este Quilmes Oeste. Remontándonos en el tiempo, desde fines de mil ochocientos, esta parte de la ciudad fue creciendo de manera exponencial, conocida con el nombre de “La Colonia”. El establecimiento de la cervecería y de otras industrias en años siguientes, hizo que gran cantidad de familias se radicaran en la zona, muchas de ellas inmigrantes europeos.

La parroquia de la Inmaculada Concepción, hoy Catedral, ya había establecido una pequeña capilla junto a la calle Calchaquí, que se llamó “Nuestra Señora de Lourdes”; funcionaba en el Colegio Niño Obrero, chacra de Doña Carolina Senillosa de Harilaos, la madre de Adelia María Harilaos de Olmos, la donante de todo lo que vemos en las manzanas donde está el actual Santuario de Lourdes.

El poblado en estas cuadras junto al ferrocarril se había hecho muy denso. Cuenta la historia que en 1911, los domingos se celebraba Misa en casa de la familia Maggi, en calle Baranda entre Pellegrini y Entre Ríos. Luego, entre 1913 y 1914, en la casa de la familia Cairo, en calle 12 de octubre y Bernardo de Irigoyen. Alrededor de 1913, se empezó a celebrar la Misa en un galpón de madera y cinc, propiedad de la familia ladrillera de Miguel Onetto, ubicado en este lugar que ocupa el templo parroquial.

El P. Ángel Banfi, teniente cura de la parroquia Inmaculada Concepción, desde 1922 se abocó a construir el templo del Sagrado Corazón de Jesús. El párroco era el Pbro. Bruzzone. El 22 de marzo de 1925 se consagró el templo. Fue sede de la Conferencia Vicentina del Sagrado Corazón, época en que se hermoseó el templo con el techado, el armonio, imágenes del via crucis y de los santos. La señora Luisa G. de Borro donó el altar mayor con la imagen del Sagrado Corazón.

En el año 1939, el arzobispo de la Plata, Mons. Juan Chimento, creó la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Debido a la escasez de clero existente en la Arquidiócesis, se confía la atención pastoral a los Padres de la Orden de los Siervos de María. El 4 de junio de 1939 toman posesión de la casa y de la Iglesia del Sagrado Corazón.

La primera comunidad estaba integrada por el P. Damián Spagnolo, como superior y párroco, quien había llegado a la Argentina en 1937, destinado a la parroquia de Avellaneda (Santa Fe). Fue párroco hasta 1941. Luego fueron varios los sucesores: P. Alfredo Segafredo, P. Mario Zanella, P. Domingo Polo, P. Alejando Belló, P. Antonio Picco, P. Agustín Poier, P. Roberto Braida, P. Antonio Picco, P. Benito Moresco, P. Agustín Poier, P. Benito Moresco, P. Agustín Poier y P. Sergio Mendoza. Todos ellos acompañado por otros sacerdotes y hermanos.

Es momento para recordar a todos ellos y agradecerles de corazón por sus vidas entregadas por el Reino.

Fray Marcelo Henríquez Trujillo osm, en nombre de la diócesis de Quilmes, deseo agradecer a la Orden de los Siervos de María la gran obra que han realizado en este lugar durante tantas décadas. El servicio en la obra evangelizadora potenció el desarrollo integral de toda esta zona de Quilmes Oeste, concretada en la creación de tantos centros misioneros, capillas, centros vecinales y tantas instituciones inspiradas en los valores del evangelio, principalmente el Colegio Felipe Benizi, hoy propiedad de nuestro Obispado. En ese establecimiento educativo muchas generaciones se formaron bajo la guía de los sacerdotes y hermanos de la Orden de los Servitas.

Personalmente, quiero expresar mi sentido agradecimiento al P. Agustín Poier, por estar hoy presente. Su testimonio sacerdotal ha hecho mucho bien a esta Comunidad y a nuestra diócesis. Junto con vos, P. Agustín, quiero hacer memoria de esos grandes sacerdotes italianos que han dejado una huella imborrable en todas las familias de la zona: especialmente el P. Benito Moresco y el P. Antonio Picco, recientemente fallecido. A ellos, y a todos los miembros de la Orden ya fallecidos, Dios les regale la gloria del Cielo.

A todos ustedes, queridos Padres y Hermanos de la Orden de los Siervos de María, nuestro agradecimiento profundo, y el deseo de que su misión evangelizadora sea muy fructífera en esta querida América Latina y en todo el mundo.

A ustedes, fieles de la Parroquia del Sagrado Corazón, quiero decirles que no quedan huérfanos. La diócesis de Quilmes asumirá la responsabilidad de la conducción pastoral de la parroquia a partir del 1° de enero de 2023. En un decreto que firmaré en los próximos días, nombraré administrador parroquial al P. Sergio Mendoza, quien ha pedido estar fuera de la Orden por un año, y con gusto le confiaré la atención pastoral de la Parroquia, acompañado por los diáconos Alberto Mansilla y Guilllermo Bizín.

Que el Sagrado Corazón, Nuestra Señora de los Dolores, San José y San Mauro nos bendigan y acompañen siempre.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DE LA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL
Diácono Roberto Wright
Catedral de Quilmes, viernes 9 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

El evangelio de Juan nos ha llevado a un amanecer a orillas del mar de Tiberías. Jesús resucitado se aparece caminando a la orilla, y grita a los discípulos que están en la barca, pidiéndoles algo para comer. Ellos no habían pescado nada durante toda la noche. Les manda a tirar las redes y la pesca fue abundante. Allí reconocieron que era el Señor. Jesús los esperó en la playa con la comida preparada. Él mismo es la comida para la comunidad creyente. Nuestro trabajo, nuestra pesca, se alimenta de la comida que Él nos prepara. La eucaristía se sustenta con la misión, y la misión con la Eucaristía.

Cuando todos comieron, Jesús interpela a Pedro. Desde aquellas negaciones durante la pasión no se había dirigido a él. ¿Me amas más que éstos? La pregunta es repetida tres veces, con algunas modificaciones. Imposible no recordar las tres negaciones de Pedro. Pero ese doloroso recuerdo no le impide manifestarle a Jesús todo su amor, que le brota desde lo hondo del alma. Jesús le está confiando apacentar a corderos y ovejas, pequeños y grandes. Es el Buen Pastor que “da la vida por las ovejas”. Y Pedro, hombre sin vueltas, de corazón le dice: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Las ovejas son de Jesús, y para pastorearlas Pedro tendrá que hacer el mismo camino del don de su vida por los demás. Sólo el amor da la posibilidad de “pastorear”, sólo el amor hace posible seguir a Jesús. ¡Qué bello fue ese amanecer junto al mar de Tiberíades! ¡Qué bello ese encuentro del Resucitado con sus discípulos!

Hoy también celebramos este encuentro con Dios. ¡Te alabamos Padre Santo, porque por Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha, desde donde sale el sol hasta el ocaso!

Traemos al corazón esa escena del Resucitado en la playa con sus discípulos; era un amanecer…

El lunes pasado, Roberto, cuando en el Obispado hiciste tu Profesión de fe y realizaste el Juramente de fidelidad, nos hiciste un bello comentario que me permito compartir acá. Nos contaste que esa mañana temprano, cuando estabas en tu casa, solo, tomando unos mates, saboreando el momento hermoso que ibas a vivir ese lunes y este viernes de la Ordenación, recordaste otro momento muy parecido, el 11 de julio de 1981: el día de tu casamiento con Perla Noemí. Dos momentos cargados de profunda emoción, pero a la vez de una gran paz e iluminación interior. Dos amaneceres plenos de luz y de amor. Presencias del Resucitado que pregunta: “¿Roberto: me amas?” Todo es cuestión de amor, la gran vocación.

A partir de aquel primer llamado a la vida matrimonial se fueron tejiendo tantos sí a la vida hecha de a dos, en mutua entrega, siguiendo al Maestro en el servicio del trabajo diario y a las Comunidades bajo el cuidado de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, acompañados por quien ha sido padre y pastor en tu vida, el P. Miguel Hrymacz. De ese amor matrimonial nacieron estos hijos que te acompañan: Noelia, Roberto, Esteban, María de los Ángeles y Alejo. Perla fue forjando en vos un amor de hombre que se brinda entero, y tus hijos te modelaron como padre providente y trabajador fiel, sacrificado y responsable. Eran muchas bocas para alimentar. Las Comunidades Eclesiales de Base plasmaron en vos la personalidad de un laico enamorado de la Palabra de Dios, participativo y corresponsable de la evangelización en el barrio, con una sensibilidad evangélica para con los más pobres y marginados. En tus lugares de trabajo supiste ganarte el respeto y aprecio de tus compañeros y superiores, siendo generoso en compartir tus dones con creatividad.

Hubo otro llamado muy fuerte al servicio: el diaconado permanente que asumiste siendo un joven esposo y padre de familia. Varias veces comentaste la inquietud que te causó la conversación que tuviste con el P. Santiago O´Farrell, director de la Escuela de Ministerios, quien te dijo que había que pedir permiso a Roma para ordenarte antes de cumplir tus 35 años. Los años han pasado. Mucha vida y mucho amor vivido; con alegrías intensas, y también dolores profundos.

Hoy el Señor te pregunta nuevamente “¿Roberto, me amas?”. También la respuesta será: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. El Resucitado, luego de esta respuesta de Pedro, le habla del estilo del pastoreo al que es llamado. El don de sí mismo. “Cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas dónde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. A esta realidad del ministerio hace referencia la primera lectura de hoy, la segunda carta de San Pablo a los Corintios (2 Cor. 4, 5.7)

“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús”

“Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios”


El modelo de ministro, de servidor que Pablo propone, es Jesús, que no vino a ser servido sino a servir. El misterio de la Pascua de Jesús se realiza en la existencia ministerial. Ser ministro será sufrir con Jesús, llevar sus llagas grabadas en nuestro ser, será morir con Él dando la vida.

El ritual de Ordenación irá explicitando con elocuentes palabras y bellas imágenes en qué consiste el ministerio presbiteral. Las gustaremos con profunda unción espiritual.

Quiero traer aquí el recuerdo y la palabra de nuestro primer pastor, el Padre Obispo Jorge Novak, quien te ordenó diácono. Es parte de una carta pastoral en la que relata la experiencia vivida en 1985, antes del conocido momento de su enfermedad que lo dejó postrado por varios meses, y que fue escrita al año de esos acontecimientos:

“En agosto de 1985 recorrí durante la semana varias comunidades que en junio habían sido víctimas de la terrible inundación que todos recordamos. El domingo 25 por la tarde, pasé en dos capillas mi última jornada intensa. Ignoraba entonces que en contados días quedaría, aunque en forma transitoria, totalmente discapacitado.

Pasé horas imborrables la tarde de ese día del Señor. Las recientes lluvias hacían difícilmente transitables las “veredas” y apenas se podía dar con algún lugar por donde cruzar las calles. Compartí, con las familias que acudieron a los dos centros de oración, la Eucaristía, los alimentos, la vida. Una vida compenetrada de angustias, en la que la Iglesia aparecía en su plena y cabal misión de humilde servidora.

Al llegar al pavimento me insistieron a entrar en una casa, para limpiar mis zapatos, a los que el barro se había pegado abundantemente. Mientras circulaba el mate, me dejaron en perfectas condiciones el calzado. Era medianoche cuando, en Camino Belgrano, totalmente a oscuras, tomé el colectivo para ir a Quilmes a descansar.

No me costó mucho, mientras repasaba esa tarde y las similares del mes de agosto, sacar un par de conclusiones. Me decía: “yo siento el agua y el barro y las emanaciones malolientes de curtiembres y otras industrias de vez en cuando. Esos hermanos sufren en forma permanente estos inconvenientes. ¿Quién se acuerda de ellos en forma seria? ¿Quién se acerca para promover en forma seria la dignidad de hijos de Dios que palpita en el buen corazón de estos vecinos?

Si el Señor me hubiera llamado pocos días después, dando por terminado mi ministerio episcopal, no habría dejado de alegrarme el hecho de pasar el último domingo, en plenitud de fuerzas, con los hermanos que tanto han sufrido y siguen sufriendo. Pero no habría sido menos cierto que por el par de zapatos embarrados que yo presentaba tímidamente y filialmente al Padre Dios, Él me habría desviado la vista a miles y miles de pies que se cubren continuamente de polvo o de barro al salir de su casa y al volver a ella. Son los pies del trabajador camino a su fábrica; los del niño y adolescente rumbo a la escuela; los de las mamás que enderezan sus pasos a cumplir tareas domésticas para poner sobre la mesa el pan que el marido imposibilitado de conseguir trabajo no llega a ganar para sus hijos.

¡Se impone constantemente el examen de conciencia! No basta una bella formulación de priorizar pastoralmente al pobre. ¡Hay que actuar con sencillez y humildad, pero también con urgencia y con valentía! Cobra actualidad la palabra profética: “Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor; nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios” (Miq. 6, 8)
 (Carta pastoral, 25 de julio de 1986)

La canción que has elegido para cantar hoy, expresa esta realidad de entrega generosa, como la de Jesús: “Hay que saber que por tu Cruz se vive una vida mejor; pero, Señor, cómo nos cuesta creerlo con el corazón”.

Hoy la Iglesia de Quilmes está de fiesta. Un nuevo sacerdote se une a nuestro Presbiterio. Tus hermanos curas te reciben gozosos. Los compañeros del largo camino diaconal están profundamente alegres y agradecidos al Señor, porque en esta gran familia diaconal te has formado para ser hoy quien ofrezca en nombre del pueblo el Sacrificio de Cristo, y puedas ser en medio nuestro ministro de la reconciliación.

Pero toda esta hermosa realidad tuvo un pequeño gran origen: la fuente bautismal. Aquí está con nosotros quien te trajo al mundo y te presentó a la Iglesia pidiendo seas bautizado: tu querida mamá, Casimira Gómez. Ella te transmitió, con su cariño materno y su fe profunda, la esencia del Evangelio. ¡Gracias Casimira!

¡Gracias Padre Obispo Luis por tu presencia y tu oración! ¡Gracias Padre Obispo Juan Carlos! Gracias a todos los diáconos y a los sacerdotes presentes. Gracias al equipo de formadores del Seminario y a todos los seminaristas, compañeros de camino de Roberto.

Gracias Padre Miguel Hrymacz, porque tu discernimiento inicial en este nuevo llamado de Roberto ha sido fundamental. A todas las hermanas y hermanos de las Comunidades de la Parroquia de la Medalla Milagrosa. Gracias a los sacerdotes que te acompañaron últimamente y al Padre Lucio que está compartiendo con Roberto el servicio pastoral en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, de Zeballos, donde iniciarás tu ministerio sacerdotal.

Querido Roberto: hoy es el día de San Juan Diego, a quien la Virgen se le manifestó en el Tepeyac, Nuestra Señora de Guadalupe. Estas fueron sus palabras a este humilde hombre; también son para vos:

“Hijo mío el más pequeño, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen María, la Madre del verdadero Dios por quien se vive (…) No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo?

Que la Virgen Madre te cuide.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Catedral, jueves 8 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

La Palabra de Dios ilumina el misterio que celebramos. La “llena de gracia”, en vistas a los méritos de la redención de Jesús, su hijo, fue concebida en el seno de su madre sin el pecado original que todos heredamos. De esta manera Dios elige y prepara esta joven de Nazaret para ser digna morada de Dios hecho hombre.

El pueblo cristiano guarda en su corazón los más puros y profundos sentimientos de amor para la Madre de Dios; la contempla tan bella y pura provocando que en su honor se hayan realizado tantas obras de arte, que es el modo que el ser humano tiene para expresar sus experiencias y vivencias más hondas y espirituales. Así encontramos bellísimas pinturas, imágenes, esculturas, obras musicales, danzas creadas en honor de la Virgen.

A ella acude el pueblo cristiano en sus días de alegría y de gloria, como también en las noches de tristeza y dolor. Los santuarios de la Virgen son la expresión más patente del amor de Dios por su pueblo hecho ternura en María siempre Virgen, y cabal manifestación del amor humilde y profundo del pueblo a la Virgen concebida sin pecado original, pidiéndole que Ella ruegue por nosotros pecadores.

Ese pueblo creyente, modelado en su fe por obra y gracia del Espíritu Santo, es el que va ahondando su vivencia del misterio cristiano, y en esa realidad se funda la Iglesia para proclamar, en este caso, el dogma de la concepción inmaculada de María, en 1854.

En nuestra tierra argentina, a poco de llegar los primeros misioneros, algunas imágenes de la Inmaculada Concepción sostuvieron la fe del ese pueblo cristiano: en Catamarca la Virgen del Valle, en Corrientes la Virgen de Itatí, y muy cerca de nosotros, en 1630, la Virgen de Luján.

Hoy queremos honrar a María, rodearla de nuestro cariño de hijos e hijas, suplicándole por toda nuestra Iglesia diocesana. Dándole gracias por tantos beneficios espirituales. Queremos agradecerle la ayuda que nos brindará en nuestro servicio pastoral el P. Eduardo Gonzalo Redondo, obispo auxiliar electo.

Hoy queremos traerle a la Virgen Madre las necesidades de nuestro pueblo que peregrina en esta porción de la Iglesia. Confiarle a ella nuestro Camino Sinodal, para poder llevar la alegría del Evangelio a nuestras hermanas y hermanos de estos tres distritos de Quilmes, Florencio Varela y Berazategui, con el estilo de Jesús.

Por eso, los invito a todos a hacer esta oración a la Virgen, parafraseando la plegaria que hoy le dirigió el Papa Francisco en Roma:

Madre nuestra Inmaculada,
Hoy el pueblo de Quilmes se reúne en torno a ti.
Las flores puestas ante ti, por tantas realidades de la ciudad,
expresan su amor y devoción por ti,
que velas por todos nosotros.

Y también ves y acoges esas flores invisibles
que son tantas invocaciones, tantas súplicas silenciosas,
a veces, sofocadas, ocultas, pero no para ti que eres Madre.
Después de hacerlo por dos años con algunas restricciones,
debido a la pandemia,
te traigo las súplicas de todos tus hijos, cercanos y lejanos.

Tú, desde el Cielo, donde Dios te ha recibido,
ves las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros.
Pero como Madre, escuchas nuestras invocaciones
para presentárselas a tu Hijo, a su Corazón lleno de misericordia.

En primer lugar, te traigo el amor filial de innumerables hombres y mujeres,
no sólo cristianos, que te tienen una gran gratitud, por tu belleza,
toda gracia y humildad. Porque en medio de tantas nubes escuras,
tu eres un signo de esperanza y consuelo.

Te traigo la sonrisa de los niños, que aprenden tu nombre delante de tu imagen,
en brazos de sus padres y abuelas; y empiezan a conocer que tienen una Madre en el Cielo.
Y cuando en la vida sucede que esas sonrisas dan paso a las lágrimas,
qué importante es haberte conocido, haber tenido el don de tu maternidad.

Te traigo la gratitud de los mayores y los ancianos. Una gratitud acorde con sus vidas,
tejidas de recuerdos, alegrías y dolores. De logros que saben bien que los han conseguido
con tu ayuda; sosteniendo sus manos en la tuya.

Madre, te traigo las preocupaciones de las familias,
de padres y madres que, a menudo, luchan para llegar a fin de mes en casa,
y afrontan, día a día, pequeños y grandes desafíos para salir adelante.

En particular, te confío a las parejas jóvenes,
para que mirándote a ti y a San José,
afronten la vida con valentía, confiando en la providencia de Dios.

Te traigo los sueños y las ansias de los jóvenes, abiertos al futuro,
pero frenados por una cultura rica en cosas pero pobre en valores.
Una cultura saturada de información y deficiente en educación;
persuasiva en engañar y despiadada al decepcionar.
Te encomiendo especialmente a los jóvenes, los más afectados por la pandemia,
para que puedan reanudar lentamente, agitar y desplegar sus alas,
y redescubrir el sabor de volar alto.

Virgen Inmaculada, hoy hubiera gustado traerte la acción de gracias del pueblo ucraniano.
Pero debo presentarte, en cambio, la súplica de los niños, de los ancianos,
de los padres y de las madres,
de los jóvenes de esa tierra martirizada, que sufre tanto.
En verdad, todos sabemos que tu estas con todos los que sufren,
así como estuviste junto a la cruz de tu Hijo.

¡Gracias Madre nuestra!
Mirándote a ti, que estás libre de pecado,
que podamos seguir creyendo y esperando.
Que sobre el odio prevalezca el amor.
Que sobre la mentira prevalezca la verdad.
Que sobre la ofensa prevalezca el perdón.
Que sobre la guerra prevalezca la paz.
Así sea.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DE LA MISA DE ORDENACIÓN DE DIÁCONOS
Catedral de Quilmes – Lunes 21 de noviembre de 2022

Hermanas y hermanos:

Jesús, durante la última cena de su vida, a pocas horas de su pasión y muerte, da las instrucciones para que sus discípulos puedan vivir en el mundo sin pertenecerle, poniendo en práctica la originalidad de la enseñanza del maestro.

Él ama a sus discípulos como el Padre lo ama a él. La intimidad entre el Padre y el Hijo se refleja en el amor de Jesús para con sus seguidores. Por eso la invitación: “permanezcan en mi amor”, como los sarmientos unidos a la vida, alimentados por la misma savia.

La manera de permanecer en él, de mantenerse en su amor, es cumplir concretamente sus mandamientos. Y él mismo da el ejemplo: cumple los mandamientos del Padre. Ha venido para liberarnos de las ataduras del mal y enseñarnos un camino de amor para llegar a ser hijos e hijas de Dios, y esto le costará la vida. De este modo ha manifestado el amor al Padre. Horas después, en el huerto de Getsemaní, dirá «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc. 22, 42)

El discípulo hará el mismo camino, cumpliendo el mandamiento de Jesús: “Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” (Jn. 15, 10)

Anteriormente, los dos mandamientos que constituían el resumen de toda la Ley y los Profetas eran: “amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con todo tu espíritu; y a tu prójimo como a ti mismo”.

Ahora Jesús no pide nada para Dios. El mandato de Jesús, la esencia de su proyecto de nueva humanidad, será el amor recíproco entre todos: “Ámense”. Los discípulos tendrán que hacer un proceso de conversión, liberarse del instinto de poder que los llevaba a luchar por los primeros puestos, y abandonar las peleas y la competencia, centrados sólo en el propio interés. “Ámense”: como compromiso de buscar siempre el bien del otro, en la forma que los distintos momentos y necesidades lo requieran. Y la medida del amor al prójimo no es más “como a ti mismo”, que ya era una medida muy exigente, porque significaba ofrecer a los demás el mismo cuidado con que cuidamos nuestra integridad, nuestro bienestar, nuestra vida y nuestra familia. La nueva medida es Él, es su amor para con nosotros: “Como yo los he amado”. Pide que seamos como él, amándonos como él nos amó, con un amor gratuito, universal y total, sin ninguna discriminación. Y lo exige con la fuerza de un mandamiento: “Lo que yo les mando”. Esa será la manera auténtica de amarse a uno mismo, realizando en el amor al otro su plena humanización. Jesús, el hijo de Dios, seguirá estando presente en el mundo a través de todos los discípulos que reproducirán su amor.

El Espíritu Santo que les hizo acordar a los apóstoles todas las enseñanzas de Jesús, cuando creció el número de los cristianos, vieron la necesidad de atender las mesas para tantas viudas y sus hijos, tantos pobres que se convertían al Evangelio. Para ello instituyeron a los primeros siete diáconos de la Iglesia naciente.

Son los que hacen presente en la comunidad a Cristo Diácono, o sea, servidor.

Leemos en la Constitución dogmática “Lumen Gentium”, del Concilio Vaticano II: “los diáconos reciben la imposición de las manos «no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio». Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su presbítero, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad competente, administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura”. (LG, 29)

En el mismo documento el Concilio establece el diaconado como grado propio y permanente de la jerarquía.

También leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica:

“Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado «como un grado particular dentro de la jerarquía» (LG 29), mientras que las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre. Este diaconado permanente, que puede ser conferido a hombres casados, constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia. En efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, «sean fortalecidos por la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado» (AG 16). (CIC N° 1571)

Cuando decía esto el Catecismo (año 1992), en nuestra Diócesis ya eran muchos los diáconos permanentes que habían sido ordenados por nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak, pastor solícito y previsor, cuya preferencia estaba puesta en los más pobres y marginados.

A veinte años de la apertura del Concilio Vaticano II, en el discurso de apertura de la 2ª Sesión del Sínodo Diocesano, el Padre Obispo decía:

“Este primer Sínodo ha de incorporar en forma inequívoca a los diáconos permanentes, a los lectores y acólitos, a los animadores de comunidades a nuestra vida eclesial. Para comenzar es necesario insistir que no nos referimos a tales ministerios como si fueran transitoriamente una ayuda a los presbíteros, por el número insuficiente de éstos. El punto de partida de nuestro análisis pastoral no es un lamento de penuria, sino la gozosa constatación de una plenitud. Jesús, Siervo de Yahveh, y servidor de los suyos, ha provisto a su comunidad con una sobreabundante gracia de servicialidad” (Colegio San José, 20-09-82)

Hermanas y hermanos, tenemos la alegría hoy de ordenar diáconos a José María, Alejandro, Claudio, Mario y Manfredo (Fredy), en este tiempo de Camino Sinodal en nuestra Iglesia de Quilmes. El Señor sigue acompañando a su pueblo, suscitando a tantos y tantas que quieren servir en el crecimiento del Reino.

Hoy podemos decir que nuestra Iglesia particular se alegra al ver que estos hombres se deciden a solicitar el sagrado Orden del Diaconado, y la Iglesia los acepta y por la imposición de las manos y la invocación del Espíritu son consagrados.

La entera entrega al Señor y su Iglesia supone también la generosidad de sus esposas, que libremente han expresado su total consentimiento para este servicio eclesial. Es de nobleza agradecer, en nombre de la comunidad cristiana, este gesto profundo de amor a Dios y a su pueblo. No sólo expresamos nuestra gratitud a las esposas, sino también a sus hijos que, privándose del legítimo tiempo que el papá les pudiera dispensar, consienten y respetan la decisión de él para seguir este llamado del Señor. A todos, Dios les bendiga y les recompense tanta generosidad. Tengan presente que Dios no se deja ganar en generosidad.

Agradezco al Instituto de Diáconos “San Lorenzo mártir”, al P. Marcelo y al equipo de formación que lo acompañan. Gracias a sus párrocos de origen y sus comunidades. Gracias a los párrocos y comunidades donde ellos han estado formándose pastoralmente.

Así también agradezco a tantas hermanas y hermanos de la Diócesis y de otros lugares, que hoy estamos aquí celebrando el amor de Dios que se hace servicio en las personas de estos cinco hombres.

Ante el llamado de Dios, la Virgen María respondió: “yo soy la servidora del Señor; que se cumpla en mí lo que has dicho” (Lc. 1, 38). A ejemplo de ella y por su intercesión, el Señor les conceda la gracia de ser humildes, valientes, dóciles, disponibles, de fe sólida y de amor intenso y generoso. Así sea.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DE LA XXVII MISA DE LA ESPERANZA


Cruce Varela – Sábado 12 de noviembre de 2022
VI Jornada Mundial de los pobres
“Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (2 Cor. 8, 9)

Hermanas y hermanos:

Desde el 2018 en la Diócesis de Quilmes hemos unido esta Jornada Mundial de los Pobres a nuestra tradicional Misa de la Esperanza. Ese año fue presidida por el Nuncio Apostólico Mons. León Kalenga, el simpático congoleño que hoy nos sonríe desde el Cielo.

“Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (2 Cor. 8, 9) La Jornada Mundial de los Pobres se presenta este año como una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente.

“No te olvides de los pobres” es lo que la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén le dice a San Pablo, el apóstol llamado para evangelizar en lugares donde había más posibilidades económicas. Es también lo que el Cardenal Hummes le dice al Cardenal Bergoglio en el momento de ser elegido Papa: “No te olvides de los pobres”. De ahí que tuvo la inspiración de elegir el nombre de Francisco.

Por eso, al finalizar el Año Santo de la Misericordia, Francisco instituye esta Jornada Mundial de los Pobres.

San Pablo en su carta a los Corintios quiere mantener vivo el espíritu solidario, porque pasado el primer momento de la ayuda a los cristianos de Jerusalén que sufrían muchas privaciones, la ayuda de los fieles de Corinto ya no era la misma; se estaban olvidando de los pobres. El apóstol los insta a no dormirse, a no instalarse en sus comodidades y a ser generosos como los pobres.

¿Nos estará pasando algo parecido? Al inicio de la inesperada y oscura tempestad de la pandemia, nuestro querido Papa Francisco magistralmente nos invitó a sentirnos todos en la misma barca, y a aprovechar para aprender lecciones de humanidad para salir mejores. Hoy podemos decir, que unos pocos se subieron a otra barca blindada y desde sus sitiales de poder inventaron nuevas cadenas para atarnos a una mayor pobreza e injusticia, enfrentando a los pueblos en esta tercera guerra mundial.

“No te olvides de los pobres”. Es la palabra que brota en nuestro corazón, para fortalecernos en el amor, la solidaridad, el deseo de justicia, la compasión, el servicio, la fraternidad. Son los valores del Reino que Cristo ha inaugurado y al que nos ha llamado para construirlo juntos. Eso quiere ser el Camino Sinodal que hacemos en nuestra diócesis, unidos a toda la Iglesia latinoamericana y de todo el mundo. El lema “Comunión, participación y misión” nos indica el norte que hemos de seguir. Es la manera de vencer el mal a fuerza de bien. Es el trigo que queremos sembrar y cuidar, aunque la cizaña crezca alrededor.

En este caminar juntos, en este andar en clave sinodal, renovamos la esperanza. Quiero recordar con ustedes a aquel que, con el Evangelio en su corazón, unido al Corazón del Buen Pastor, sentó las bases de nuestro ser diocesano, el Padre Obispo Jorge Novak. En su última Misa de la Esperanza, al inicio de este siglo nos decía:

“Hay esperanza, porque miles de padres de familia alimentan y aman con ternura a sus hijos.
Hay esperanza, porque hoy muchas servidores y servidoras organizan comedores para que niños y ancianos tengan, al menos, una comida al día.
Hay esperanza, porque muchos voluntarios y voluntarias están junto a la cama de los enfermos como auxiliares de las familias y de los hospitales.
Has esperanza, porque muchos docentes forman con amor el cerebro y el corazón de las nuevas generaciones.
Hay esperanza, porque todavía quedan funcionarios y profesionales honestos.
Pero, es lógico hermanos, toda esperanza humana es muy limitada, y tantas veces nos engañan.
Por eso, ante todo, nuestra esperanza radica en nuestra fe en Jesucristo, Señor de la historia, el testigo fiel…
Ante este Señor nos situamos, hermanos.
Creemos en su presencia gloriosa, aunque invisible. Misericordiosa y eficaz en el dinamismo de la historia.
Con el Sermón de la montaña sigue siendo nuestro humilde Maestro y legislador autorizado, para una sociedad que busca la felicidad”


“Jesucristo se hizo pobre por ustedes” (2 Cor. 8, 9) Esta es la motivación de San Pablo para mayor generosidad en la colecta para los pobres de Jerusalén. Es también para nosotros un llamado en este tiempo difícil y crítico del país y de la humanidad.

“Si Él se hizo pobre por nosotros, entonces nuestra misma vida se ilumina y se transforma, y adquiere un valor que el mundo no conoce ni puede dar. La riqueza de Jesús es su amor, que no se cierra a nadie y va al encuentro de todos, especialmente de los que son marginados y privados de lo necesario. Por amor se despojó a sí mismo y asumió la condición humana. Por amor se hizo siervo obediente, hasta morir y morir en la cruz (cf. Flp 2,6-8). Por amor se hizo «pan de Vida» (Jn 6,35), para que a nadie le falte lo necesario y pueda encontrar el alimento que nutre para la vida eterna. También en nuestros días parece difícil, como lo fue entonces para los discípulos del Señor, aceptar esta enseñanza (cf. Jn 6,60); pero la palabra de Jesús es clara. Si queremos que la vida venza a la muerte y la dignidad sea rescatada de la injusticia, el camino es el suyo: es seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, los que carecen de lo necesario, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad, ambos sin esperanza”. (Francisco. Mensaje de la VI Jornada Mundial de los pobres. 2022)

Ese es el camino de Jesús, el camino del Reino. En el evangelio de hoy, escuchamos que Jesús dice: “No se dejen engañar”. Esto se aplica en lo material y también en lo espiritual. “No se dejen engañar”, “No los sigan” dice Jesús. No ir tras los que nos separan de Jesucristo. Mantener los ojos fijos en Él. En muchas ocasiones viviremos lo que él padeció: la oposición, la indiferencia, incluso la persecución. Pero todo ello nos debe aumentar la esperanza. “Gracias a la constancia salvarán sus vidas” nos dice hoy Jesús en el evangelio.

Francisco ha encontrado muchas dificultades en su ministerio, dentro y fuera de la Iglesia. Estar con los que sufren, hablar en su defensa ha provocado en el pueblo mucha alegría, pero en algunos sectores se nota el disgusto y, a veces, se burlan de él.

En su libro: “Soñemos juntos: el camino a un futuro mejor”, Francisco dice:

“Para recuperar la dignidad del pueblo necesitamos ir a la periferia a encontrarnos con todos aquellos que viven en los márgenes de nuestras sociedades. Allí se esconden perspectivas capaces de regalarnos un nuevo comienzo. No podemos soñar un futuro ignorando y no capitalizando las vivencias prácticamente de un tercio de la población mundial.

Me refiero a aquellas personas y familias que viven sin trabajo estable, en la periferia de la economía de mercado. Son los campesinos sin tierra y pequeños agricultores, pescadores de subsistencia y trabajadores explotados de fábricas clandestinas, recolectores de basura y vendedores ambulantes, artistas callejeros, villeros y ocupantes ilegales. En los países desarrollados son los que viven de changas, sin lugar fijo, sin vivienda adecuada, con acceso limitado al agua potable y a la comida sana: tanto ellos como sus familias viven todo tipo de vulnerabilidad. Organizados en un archipiélago global de asociaciones y movimientos son la esperanza de la solidaridad en una era de exclusión e indiferencia. En la periferia pude descubrir movimientos sociales, parroquiales, educativos, capaces de nuclear a las personas, volverlas protagonistas de sus propias historias y poner en marcha dinámicas con sabor a dignidad.

La Iglesia nació precisamente aquí, en la periferia de la Cruz donde se encuentran tantos crucificados. Si la Iglesia se desentiende de los pobres deja de ser la Iglesia de Jesús y revive las viejas tentaciones de convertirse en una élite intelectual o moral. El camino a las periferias geográficas y existenciales es el camino de la Encarnación: Dios eligió la periferia como lugar para revelar, en Jesús, su acción salvadora en la historia.

La Iglesia ilumina con la luz del Evangelio, despertando a los pueblos a su propia dignidad, pero son los pueblos quienes tienen el “olfato” para organizarse a sí mismos.

La multitud que seguía a Jesús no era una masa de personas hipnotizadas por uno que hablaba lindo, sino un pueblo con historia, que tenía una esperanza y custodiaba una promesa.

El pueblo siempre lleva una promesa en su corazón: una invitación que lo hace caminar hacia algo que desea, pese a la marginalidad que sufre. Jesús mostraba su cercanía en el modo cómo les habló, los tocó y los sanó. Jesús demostraba que esa cercanía era real. Les abrió un camino de esperanza en el futuro, un camino de liberación: la liberación humana que confería esa dignidad que solo el Señor nos puede regalar. Por eso seguían a Jesús.

Mezclándose con los cobradores de impuestos y las “mujeres de mala fama” Jesús recuperó la religión aprisionada de los ambientes de las élites, del conocimiento especializado y de las familias privilegiadas, para volver a toda persona y toda situación capaz de Dios. Caminando con los pobres, los rechazados, los marginados derribó el muro que impedía al Señor estar cerca de su pueblo, en medio del rebaño” 
(Francisco. “Soñemos juntos: el camino a un futuro mejor”, pg. 124 ss)

Agradecemos a tantas hermanas y a tantos hermanos que, a pesar de las carencias y dificultades, siguen organizándose para resistir a las injusticias; los que día a día sirven a los demás más allá de sus obligaciones. A los que no bajan los brazos para sostener los centros comunitarios y lo hacen con alegría y desinterés; a todos los que de diversas maneras acompañan a los niños, adolescentes, jóvenes y a las personas mayores en tantas necesidades. Gracias a todos los agentes de pastoral que integran la Vicaría de la Solidaridad, que han organizado esta Misa de la Esperanza. ¡GRACIAS!

En este año también están presentes los miembros de Pastoral Juvenil que celebran la Jornada Mundial de los Jóvenes, participando con la Vicaría de la Solidaridad, organizando y realizando el Festival de la Esperanza. ¡GRACIAS!

Aunque lo digo al final, no por eso es menos importante. Nuestra esperanza se renueva también, porque el Papa Francisco ha visto la necesidad de nuestras Iglesia de Quilmes, y el pasado 15 octubre publicó el nombramiento del nuevo obispo auxiliar: el P. Eduardo Gonzalo Redondo. Desde acá, te saludamos Padre Obispo Eduardo. Que nuestro cariño vuele a las alturas de Huancayo, en Perú. ¡Gracias Papa Francisco! ¡Gracias Padre Eduardo!

Aquella a quien le decimos: “vida, dulzura y esperanza nuestra”, La Virgencita de Luján está recorriendo la diócesis desde el Corpus Christi en Berazategui. Luego de recorrer todas las parroquias de ese partido, ya ha llegado a este Decanato de Florencio Varela. Su misión es pasar por toda la Diócesis visitando a sus hijas e hijos, abrazando con ternura de Madre a todas las comunidades, a cada persona, consolando a su pueblo y despertando la Esperanza.

¡Viva la Virgen! ¡Viva Jesús! ¡Viva el pueblo peregrino en la diócesis de Quilmes!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Catedral de Quilmes, viernes 16 de septiembre de 2022

“Hagan esto en memoria mía” (1 Co. 11, 24)
“El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” (Mc. 9, 35)

Hermanas y hermanos:

La Palabra ha sido pronunciada solemnemente. Después que Jesús ha anunciado a los discípulos por segunda vez el misterio de su muerte y resurrección, al llegar a la casa en Cafarnaún les pregunta: “¿De qué hablaban en el camino?”.

Es la misma pregunta que nos acompaña en nuestra Camino Sinodal. Muchas son nuestras respuestas. Cada uno tiene la suya. Dios conoce nuestros corazones, mejor que nosotros mismos. Como les pasó a los discípulos. Ellos callaban, pero Jesús sabía de qué venían conversando; “habían estado discutiendo sobre quién era el más grande”. Asistimos a un momento en que el Maestro forma a sus discípulos. Con gestos y palabras. Después del primer anuncio de la pasión, y la reprensión a Pedro que se resistía a creerle; luego les hizo experimentar el deslumbrante momento de la Transfiguración. Ahora, luego del segundo anuncio, Jesús les enseña con paciencia. No puede entrar en sus mentes la visión de un Mesías humilde, servidor, perseguido y derrotado. Aunque físicamente están siguiendo a Jesús, sus corazones van en otra dirección, seducidos por la vanidad, el éxito, el deseo de sobresalir, de dominar. Por eso, pelean y discuten entre ellos. Qué parecido esto con algunas situaciones de nuestra vida social y comunitaria.

El Evangelio de Marcos, que repara en los detalles, dice: “Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo”. Es el Maestro en medio de la comunidad, y quiere dar una enseñanza esencial, importante, para todos los que lo siguen: “El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos” (el versículo que elegiste, Guillermo, para tu vida ministerial). Jesús no rechaza el deseo de ser el primero. Ojalá que cada discípulo, de todos los tiempos, quiera ser el primero, y no nos reduzcamos a una vida insulsa, mediocre y apagada. Sabiamente los santos, como San Ignacio, se consumieron en grandes deseos de servir a Dios y a los hermanos. No es buena propuesta esconder los talentos y dones recibidos. Se trata de desarrollar todas nuestras posibilidades, no para competir o buscar prestigio personal, sino para servir mejor a la comunidad.

Para hacerlo más patente, como era costumbre en su modo de enseñar, Jesús tomó un niño y lo puso en medio. Jesús se identifica con ese niño. “El que recibe a uno de estos pequeños” los discípulos reciben a Jesús mismo, y en él, al Padre que lo ha enviado. Es claro el mensaje: ellos que discutían quién era el más grande reciben la enseñanza que en la comunidad cristiana, la máxima jerarquía es la de ese “pequeño”. Es el Dios grande que se hizo pequeño… Esa es la paradoja que los discípulos no pueden entender; se escandalizan.

Será el Espíritu Santo el que les enseñará todo. Será el que les hará gustar y gozar del misterio de la Pascua. El mismo Espíritu que invocaremos solemnemente en esta tarde de Ordenación Sacerdotal. Como lo hacemos en cada Eucaristía, el sacramento de la nueva Alianza, donde se actualiza la acción redentora de Cristo y él entra en el corazón de su pueblo para renovarlo y hacerlo capaz de una amorosa fidelidad: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc. 22, 20). Y hoy nos dice San Pablo que es lo que él recibió como enseñanza del Señor: “Hagan esto en memoria mía” (1 Co. 11, 24) (El versículo que elegiste, Darío, para tu vida ministerial).

En este templo emblemático de Quilmes, nuestra Catedral, seremos testigos de otro maravilloso gesto del amor misericordioso de Dios. Ustedes serán ordenados sacerdotes hoy. Muchos de los presbíteros acá presentes, también fueron ordenados aquí. El próximo lunes 19, celebraremos un nuevo aniversario de la ordenación episcopal del Padre Obispo Jorge Novak, realizada en este altar. Hoy lo recordamos con un corazón agradecido.

Cualquiera podría preguntar: ¿para qué ser sacerdote? Para celebrar la Eucaristía y para perdonar los pecados. Toda otra cosa pueden hacerlo las personas laicas, como me lo han oído decir tantas veces en estos años de formación. Nadie puede consagrar el pan y el vino sino el sacerdote. Nadie puede perdonar sacramentalmente los pecados, sino el cura, como popularmente lo sabe la gente. Podremos hacer muchas otras cosas sin ser ordenados sacerdotes, pero nos hacemos curas para hacer esas dos cosas fundamentalmente. La Eucaristía es la presencia real de Jesús para alimentar a su pueblo, y el sacerdote está ordenado para celebrarla; “Hagan esto en memoria mía” (1 Co. 11, 24) De aquí nacerá la preocupación de ustedes para que la gente tenga lo necesario para vivir bien, dignamente. El compromiso social del sacerdote nace de esa misión de vivir para la Eucaristía y de la Eucaristía. Será esa Misa que celebrarán la que los vaya formando a su imagen; ser como el alimento sencillo y fuerte para la gente; bondadosos como el pan. Entregándose en cuerpo y alma por su pueblo, como Cristo inmolado en la cruz. De esa Eucaristía nace la preocupación social del sacerdote y le da su fuerza espiritual para no desfallecer en la causa por la justicia y la paz.

“Vivan cada Misa, con el corazón necesitado y déjense sostener por Jesús; y en cada Misa descansen y recuperen el sentido de su sacerdocio. No importa cuántas veces la celebren, sino que cada vez sea la fuerza y el alimento, y nunca una obligación. Esta unión tan especial entre el cura y la Eucaristía no se borra más, porque es la gran marca que el ordenado lleva dentro, es parte esencial del “carácter” del orden sagrado” (Víctor M. Fenández, 21/11/2020)

Son ordenados sacerdotes para absolver los pecados en nombre de Dios. ¡Cuánto dolor hay en los corazones!¡Cuántas heridas causadas por el rencor, el odio, las venganzas, los celos, las envidias, las ambiciones desmedidas, las injusticias de todo tipo, las discriminaciones, los abusos, la soberbia, las traiciones, etc.! Sean imagen del padre que recibe con los brazos abiertos para dar el perdón. La Eucaristía los irá formando en la vida para ser pan para los corazones hambrientos de amor que perdona. A nadie cierren esta fuente de gracia y misericordia. Es preferible que se equivoquen por ser muy comprensivos antes que ser jueces desalmados, inhumanos con la gente. No son curas para eso. “Como decía santo Tomás, eso “vale más que la creación del cielo y de la tierra”. No dejen de agradecer que ustedes como sacerdotes están ahí, participando de ese prodigio que es divino, como cauces que dejan correr el río de la gracia. ”Perdonen setenta veces siete porque Dios perdona setenta veces siete. Y de este sacramento brotará también el ministerio de reconciliar a las personas, de sembrar diálogo, comprensión y paz social”. (ídem)

¡Qué necesarios son los sacerdotes! Por eso, la alegría que nos causa verlos sacerdotes para siempre nos invita a mirar al pueblo de Dios y escuchar a Jesús que dice: “la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9, 37-38) Invito a las comunidades que recemos pidiendo esa gracia. Que los que reciben el llamado de Dios, encuentren quiénes los acompañen, los alienten y los ayuden a discernir la voluntad de Dios. Es un compromiso de toda la diócesis para este tiempo. Es la preocupación que tenemos por el futuro de nuestro Seminario. No nos angustiamos, pero no dejamos de pedir ayuda al Señor y a todos ustedes para que, con una imaginación creativa, vayamos consolidando una pastoral vocacional entusiasmante para las juventudes de hoy.

Querido Darío, querido Guillermo: les deseo que sean curas felices. Serán felices en la medida que se sepan cada día instrumentos de la gracia de Dios. El Señor Jesús es el Buen Pastor. Nosotros sólo sus instrumentos. Él seguirá apacentando a su pueblo a través de ustedes. Déjense pastorear por Él, y en esa medida, siendo instrumentos de su amor, serán buenos y felices pastores en su Reino. Ya están jugados por Él y por su pueblo. Déjense amar por Él como son, y conscientes de su fragilidad, amen con todo su ser a los demás.

Se han consagrado a Dios para orar por su pueblo. No dejen de rezar. En la oración podrán hacer vida la palabra de Jesús “permanezcan en mí” (Jn. 15, 4) Al modo del Santo Cura Brochero sean hombres de oración. Así lo atestigua el Santo Cura cuando le escribe a su compañero de curso (Mons. Yañiz, Martin): “Me ha movido escribirte porque tres veces he soñado que he estado en funciones religiosas junto contigo, y también porque el 4 del entrante mes enteramos 47 años, a quienes eligió Dios para príncipes de su corte, de lo cual le doy siempre gracias a Dios, y no dejo ni dejaré aquellas cortitas oraciones que he hecho a Dios, a fin de que nos veamos juntos en el grupo de los apóstoles en la metrópoli celestial” (José Gabriel Brochero, 28 de octubre de 1913)

En la carta que cada uno me escribió pidiendo la ordenación presbiteral, me dicen que han hecho el retiro en el Monasterio de las Carmelitas de Mar del Plata. Inmediatamente pensé en el cardenal Pironio. Sé que ustedes lo aprecian mucho. Lo ví personalmente por primera vez en Mar del Plata, en el año 1973. Termino con una cita suya de la conocida “Meditación para tiempos difíciles”: “Hacen falta hombres nuevos, capaces de saborear la cruz y contagiar el gozo de la resurrección, capaces de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos, capaces de experimentar la cercanía de Jesús y de contagiar al mundo la esperanza… Hombres que han experimentado a Dios en el desierto y han aprendido a saborear la cruz… Porque, en la fidelidad a la Palabra, han comprendido que los tiempos difíciles son los más providenciales y evangélicos, y que es necesario vivirlos desde la profundidad de la contemplación y la serenidad de la cruz. De allí surge para el mundo la victoria de la fe (1 Jn 5,4), que se convierte para todos en fuente de paz, de alegría y de esperanza” (Ed. Patria Grande. 1976. Pg. 62-63)

Que la Inmaculada Concepción, que estuvo desde el inicio del llamado de ustedes, los cuide y los abrace siempre con ternura.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILÍA DE LA MISA DE LA 44ª PEREGRINACIÓN DIOCESANA A LUJÁN
Domingo 11 de septiembre de 2022

«Con María nos ponemos en camino»

“Aliviando el dolor de hoy, alimentamos la esperanza”

Hermanas y hermanos:

Qué alegría poder juntarnos nuevamente aquí, para visitar a nuestra querida Madre, la Virgencita de Luján, patrona de la Patria.

El año pasado pudimos venir algunos, y aquí despedimos al Padre Obispo Maxi, quien se iba a hacer cargo de la Diócesis de Avellaneda-Lanús y también celebramos los 45 años de la Diócesis de Quilmes.

Este año, gracias a Dios, podemos venir normalmente. Juntando pesito con pesito, nos hemos organizado para decir PRESENTE en este segundo domingo de septiembre, como desde hace casi 45 años lo hace la Diócesis de Quilmes. Es un legado que nos ha dejado el inolvidable Padre Obispo Jorge Novak, imborrable en nuestro recuerdo agradecido.

“Aliviando el dolor de hoy, alimentamos la esperanza”. Es el lema de la colecta Más por Menos, que lo asumimos todos para rezar juntos por la paz y la justicia en nuestra Argentina.

Aliviando el dolor… Hemos llegado hoy, portando la imagen peregrina de la Virgen de Luján, que el pasado 7 de mayo llevamos desde este Santuario para Quilmes. En la Fiesta de Corpus Christi, empezó a recorrer los tres partidos de la diócesis, empezando por Berazategui. Todos los Obispos de la Región de Buenos Aires hemos hecho lo mismo. La Virgen va visitando a todas las comunidades “aliviando el dolor” por todo este gran Buenos Aires.

Es la Madre que se acerca a sus hijos para consolarlos. Hubo muertes en las familias, también sacerdotes y diáconos; hay hermanas y hermanos que están haciendo sus duelos; muchos estuvieron gravemente enfermos, algunos de ellos cargando aún con las consecuencias de esta peste tremenda que nos azotó.

La situación socioeconómica del país, con altos niveles de pobreza debida a múltiples causas, sigue causando mucho sufrimiento en las familias. Necesitamos encontrarnos para fortalecernos en el caminar, al calor de la ternura de la Madre del Cielo. Ella es consoladora de los afligidos. Por eso es que decimos: “Aliviando el dolor de hoy, alimentamos la esperanza”.

También lo hacemos con esta Colecta Más por Menos que se realiza este fin de semana en todo el país. Queremos colaborar para aliviar tanto dolor, y hacer crecer la esperanza de un país mejor; una Argentina más fraterna y solidaria, con gestos concretos más que con palabras.

El Evangelio que hemos leído también trae alivio a nuestra alma. Contemplamos a Jesús caminando hacia Jerusalén, seguido de grandes multitudes: pobres, enfermos, atormentados por malos espíritus, prostitutas, publicanos, pecadores… los desahuciados o descartados de la sociedad. Esos son los que se acercan a Jesús “para escucharlo”. También hay otro grupo bien definido: los escribas y fariseos. Ellos son los que se acercan a Jesús “para murmurar”. Jesús muestra claramente su opción: “recibe a los pecadores y come con ellos”. Comparte con ellos la intimidad de la mesa. Los pecadores encuentran en él la acogida que la sociedad les niega, y por eso ellos se acercan a escucharlo. Tiene para ellos un mensaje nuevo que les atraviesa su ser; les gana el corazón. Y desde ese lugar, Jesús cuestiona la seguridad, la certeza de los fariseos, piadosos y devotos, cumplidores de la ley; que creen en un Dios que sólo recibe a los perfectos y rechaza a los que no observan la ley.

En ese ambiente, ante esos dos auditorios, bien definidos, con tres parábolas (hoy leímos dos) del capítulo 15 de Lucas, Jesús revela cómo es Dios y cuál es su actitud, llena de misericordia y ternura para con los pecadores.

En esas parábolas nos enseña que Dios tiene la iniciativa; él va “a buscar” la oveja que se perdió. Su amor es totalmente gratuito e inmerecido. Él no abandona a nadie, por más que hayamos tomado caminos muy equivocados. La parábola deja en claro que el hombre que perdió la oveja no pierde tiempo quejándose, lamentándose. Y cuando la encuentra, no hay palabras de reproche. “La carga sobre sus hombros, lleno de alegría”; comparte su alegría con los amigos y vecinos: hay ternura, alegría, fiesta. “Aliviando el dolor de hoy, alimentamos la esperanza”.

Y es clara la enseñanza para los fariseos, para los que “murmuraban” contra Jesús. “Les aseguro, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. El cambio de vida, la adhesión al proyecto de Jesús de parte del que se reconoce pecador, es motivo de mayor alegría que la conducta intachable de los cumplidores de la Ley.

Renovados por su amor misericordioso, seguimos el camino con Jesús, acogidos por la comunidad de discípulos perdonados. Experimentando el amor de Aquél que se hizo pobre por nosotros, que se abajó a nuestras pobrezas y miserias, que se arremangó para lavarnos los pies, sintiendo hondamente ese amor gratuito de Dios, podemos también seguir su ejemplo, reconociéndolo vivo en nuestros hermanos necesitados de amor, de ternura, de consuelo y alegría. Así crece la esperanza.

Como seguidores de Jesús, también nosotros lo hacemos presente en nuestras comunidades, en nuestros barrios, lugares de trabajo o de estudio, aliviando tantos dolores y sufrimientos, físicos y espirituales. Todos nosotros tenemos presente la lección que nos han dejado tantas hermanas y hermanos que durante la pandemia fueron buenos samaritanos para los que sufrían tantas necesidades. Servidores de verdad que, aún a riesgo de sus vidas, no bajaron la guardia para aliviar el dolor físico y moral que nos golpeó tan duramente. A ellos, a esas servidoras y servidores de la salud, agentes sanitarios en general, este aplauso agradecido a los pies de la Virgen de Luján.

También para los que se organizaron para que no faltara el pan de cada día en los barrios y comunidades, a todas las voluntarias y voluntarios de comedores, merenderos, hogares y refugios, muchos de ellos jóvenes con el sólo afán de servir, les decimos desde aquí: ¡Gracias! Ustedes han sido la mano fraterna que nos sostuvo en los momentos más duros y oscuros de la pandemia.

Y hoy, también nuestro corazón se expresa en agradecimiento profundo a las y los docentes, en este “Día del Maestro”. En la pandemia fueron una luz en la oscuridad. Cómo se las ingeniaron para estar cerca de sus alumnos, para sostenerlos, escucharlos, estimularlos, acompañarlos, además de compartir conocimiento. “En tiempos en que la sociedad pareciera priorizar el conflicto, volvamos a recordar las reglas de convivencia que aprendimos en la escuela, de nuestros maestros: el respeto por el otro, la posibilidad de diálogo, el valor de la palabra” (Adrián Álvarez; presidente del Consudec)

No menos dolorosa es la pandemia de los intereses oscuros que recurren a las armas para eliminar al otro, como lo vemos tristemente en las guerras que se han desatado en la humanidad, algunas desde hace varios años. ¡Cuánta necedad! ¡Cuánta sangre inocente derramada! Las armas no son el camino; la violencia no es de Dios. Justicia y paz van de la mano. Es lo que pedimos a Dios, a quien llamamos: Padre nuestro. Padre de todos. Por tanto: ¡hermanos todos!

Convocados por el Episcopado Argentino, hoy la Iglesia de Quilmes está presente en Luján para rezar por la paz y la fraternidad entre todos los argentinos. La violencia, física o verbal, no es el camino. Por eso, hemos repudiado el atentado contra la vicepresidenta de la Nación, perpetrado el pasado 1° de septiembre. El camino es el del diálogo sincero y despojado de mezquinos intereses, buscando el bien común de este querido pueblo argentino. Siguen siendo tan actuales los versos del Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”. En estos momentos de la Patria, vienen al corazón las palabras de Jesús: “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas” (Mt. 10, 16)

«Con María nos ponemos en camino». La Virgen peregrina seguirá recorriendo los partidos de la Diócesis, mientras transcurre este tiempo sinodal, sintiéndonos en comunión con el Papa Francisco que nos ha convocado al Sínodo universal, precisamente para revitalizar la “sinodalidad” en la Iglesia, algo que tanto soñó y puso en práctica nuestro querido Siervo de Dios, el Padre Obispo Jorge Novak. Una Iglesia que es comunión, participación y misión.

«Con María nos ponemos en camino».

La Virgen de Luján nos dice: Diócesis de Quilmes: ¡Canta y camina!

La Virgen de Luján nos dice al pueblo argentino: Argentina: ¡Canta y camina!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes