“Peregrinos de la Esperanza”

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HOMILIA DE LA MISA DE INICIO DEL AÑO JUBILAR 2025
Catedral de Quilmes, domingo 29 de diciembre de 2024

“PEREGRINOS DE LA ESPERANZA”

Hermanas y hermanos:

Hemos iniciado en nuestra Iglesia de Quilmes el Año Jubilar 2025, conjuntamente con todas las Iglesias diseminadas por todo el mundo, como lo ha hecho hoy el Papa Francisco en la Catedral de Roma, la basílica San Juan de Letrán.

Todos juntos comenzamos con la peregrinación hacia la entrada de esta Catedral siguiendo la Cruz de Cristo nuestro Señor y llevando en el corazón la convicción que somos Peregrinos de la Esperanza.

“La esperanza no defrauda” (Rm. 5,5) es el título de la Bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025. “Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. “La esperanza efectivamente nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz”. “La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”. “He aquí por qué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida. San Agustín escribe al respecto: «Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar y amar»” (Cfr. Bula “La esperanza no defrauda” 2-3)

El Jubileo es una institución bíblica. Jubileo hace referencia a “cuerno” (en algunas traducciones se dice “trompetas”) es un instrumento musical que, al resonar por todo Israel indicaba, precisamente, la llegada de este acontecimiento. En los textos bíblicos que nos hablan del Jubileo hay una clara insistencia en la libertad, la tierra, el descanso, la solidaridad y la justicia (E. de la Serna. “Pensando el Jubileo”)

El Jubileo se llama, comúnmente, “Año Santo”, no solamente porque comienza, se desarrolla y construye con los ritos sagrados sino, también, porque está destinado a promover la santidad de vida de cada uno, con una sincera renovación interior. Es un tiempo de gracia que nos invita, entonces, a vivir la alegría de la salvación. Es un momento propicio, una ocasión especial para comprender y celebrar el misterio de la Encarnación de Jesús en nuestra historia.

Un signo indiscutido del Año Santo es la peregrinación. La Biblia está traspasada por esta realidad, el caminar, no sin sentido, sino con un claro destino. Desde Abraham hasta la escena que hoy nos narra el evangelio según san Lucas. Caminar juntos es lo que vamos experimentando como Iglesia, manifestando esto que es constitutivo de la Iglesia de Jesucristo: la sinodalidad. No es algo accesorio, transitorio, optativo. La sinodalidad es esencial a nuestra fe cristiana, como miembros del pueblo de Dios nacido del Bautismo. En el Bautismo cada uno de nosotros se ha puesto en camino con todo un pueblo, como ciudadanos del cielo, caminando en esta tierra con el estilo de la Bienaventuranzas y según el protocolo de Mateo 25: “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…”. En esta fiesta de la Sagrada Familia, viene a nuestro corazón “La Peregrinación” de la obra “Navidad nuestra”, de Ariel Ramírez y textos de Félix Luna. Es parte de nuestros pesebres vivientes la música de esta huella pampeana, y su poética letra:

A la huella, a la huella
José y María
por las pampas heladas
cardos y ortigas.

A la huella, a la huella
cortando campo
no hay cobijo ni fonda
sigan andando.

En cada Decanato de la Diócesis hemos designado distintas Iglesias Jubilares. Peregrinar hacia ellas será uno de los signos de este Año Santo. Caminar para encontrarnos con Dios; ir al encuentro de Alguien, que vive en el prójimo y en los sacramentos de la fe. Los responsables de esas Iglesias están aquí presentes. Estas personas, junto a sus equipos de servidores, organizarán a lo largo del año celebraciones y actividades que plasmen el espíritu de este Jubileo de la Esperanza.

El Papa Francisco nos anima este Año Santo a ser signos de esperanza para: los presos, los enfermos, los jóvenes, los migrantes, los ancianos, los pobres, marginados y descartados.

El anhelo profundo de Francisco en este Año Santo es LA PAZ. Debería ser el gran signo para el mundo, sumergido en la tragedia de la guerra. Fuertemente denuncia también la pérdida del deseo de transmitir la vida. Es su preocupación la disminución de la natalidad en sociedades tradicionalmente cristianas como la nuestra.

Hay otros signos y momentos de este Año Santo. Ellos son: la purificación de la memoria: al examinar nuestra conciencia y celebrar la misericordia de Dios, pedimos perdón por las faltas y omisiones cometidas por quienes llevamos el nombre de cristianos. La caridad: nos invitamos a tener gestos y acciones significativas de ayuda y colaboración en bien de los más pobres de nuestras comunidades y barrios. La memoria agradecida: recordemos en este Año Santo a tantas personas, laicos, sacerdotes, religiosas, religiosos, diáconos, consagrados, obispos, que han anunciado el Evangelio y han dejado huellas, abriendo caminos de santidad en nuestra Diócesis. La Puerta Santa: a la que hacemos referencia como la entrada al Año Jubilar. En este año 2024, en los cinco decanatos muchos hermanos y hermanas participaron de los encuentros sinodales, y reflexionamos sobre el significado de la puerta.

Nuestro acervo cultural hunde sus raíces en la fe cristiana, con una mirada trascendental de la existencia humana. Por eso tenemos tantas canciones, poemas, danzas y otras expresiones que nos hablan del camino, de la peregrinación, de la puerta, de la casa, del trabajo, del amor, de la familia, de las luchas por la justicia y la paz.

En un día jubilar como éste cómo no recordar a Don Atahualpa Yapanqui:

“Si el hombre busca lo inmenso, la muerte es inmensidad” (“El canto del viento” p. 78); “De un sueño lejano y bello, soy peregrino” (“Piedra y camino”); “Qué lejos, oh, qué lejos del camino la idea!¡Qué esperanza infinita, más allá de la estrella!”; “Los dos nacieron juntos: camino y hombre” “Se han de encontrar un día, Quién sabe dónde. El camino más ancho. Más hondo el hombre” (“Aires Indios”) En su obra “Guitarra” escuchamos:

“Empujao por el Destino
también yo abrazo un madero.
Crucificado trovero
voy yendo por los caminos.
Mis cantos de peregrino
no son salmos ni sermones;
sino sencillas canciones
de la tierra en que nací.
¡Lucecitas que prendí
pa´ alumbrar los corazones!


En nuestras fiestas patronales y encuentros comunitarios cuántas veces nos unimos en el canto, animados por la calidez y sencillez de la música y letra de “Entra a mi hogar”, de Carlos Carabajal:
Abre la puerta y entra a mi hogar
Amigo mío, que hay un lugar
Deja un momento de caminar

Siéntate un rato a descansar
Toma mi vino y come mi pan
Tenemos tiempo de conversar

Hay alegría en mi corazón
Con tu presencia, me traes el sol
Manos sencillas, manos de amor
Tienden la mesa y le dan calor

El pan caliente sobre el mantel
El vino bueno y un gusto a miel
Habrá en mi casa mientras estés


Hermanas y hermanos, “peregrinos de la esperanza”, hagamos de nuestra Iglesia una casa de todos, todos, todos. Salgamos de la clausura de nuestro yo, y desde ese “hijo muy querido” que somos cada uno desde el Bautismo, vayamos al encuentro del prójimo, del que camina con nosotros, y reconocer en ese prójimo al “Peregrino”, Jesús, que camina a nuestro lado, “nos explica las escrituras y parte con nosotros el pan”, como a los caminantes discípulos de Emaús, en el atardecer del domingo de Pascua. ¡Cristo vive, y nos quiere vivos! Él es quien nos hace jóvenes permanentemente. Que nuestros jóvenes conozcan la belleza del Evangelio. Dejémonos también contagiar de su novedad, porque los jóvenes son la puerta que nos hacen entrar a la nueva época que vivimos. “Los jóvenes tendrán visiones, y los ancianos tendrán sueños” (Hch. 2:17 y Joel 2:28)

Durante este Año Jubilar, en los cinco Decanatos viviremos nuevas experiencias. Cada decanato se irá organizando para ser artífices de las grandes decisiones pastorales que se concretarán como líneas pastorales del Tercer Sínodo Diocesano que celebraremos el año 2026.

En septiembre del 2025, comenzaremos el Año Jubilar Diocesano, para celebrar los cincuenta años de la Diócesis de Quilmes el 19 de septiembre de 2026. Las Bodas de Oro será un hito importantísimo del camino sinodal de esta Diócesis que nació bajo el pastoreo insigne de nuestro querido Padre Obispo Jorge Novak, peregrino y profeta de la Esperanza, amigo de Dios y de los pobres.

En esta Fiesta de la Sagrada Familia, presentamos a Dios nuestros corazones para que Él nos regale la mirada de María y de José, humildes servidores del Señor, para contemplar la vida que nace, contemplar a Jesús Niño, Esperanza del hombre. El resplandor de su Luz nos inunde de la fuerza de su amor. Nuestras familias lo necesitan. Amor sincero y profundo. Que las actitudes de María y José ante las palabras de Jesús: “no sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre” nos enseñen a ser humildes ante Dios; buscadores de caminos nuevos; con corazones dispuestos a dejar de lado nuestros propios proyectos para abrazar el proyecto de Dios para nosotros. Dejarnos sorprender por el amor de Dios que nunca abandona a su pueblo. En esta Misa traemos el dolor de las familias destruidas por el rencor, el resentimiento, la discordia, la venganza; el sufrimiento del duelo, de haber perdido el trabajo, de las que afrontan la enfermedad, como así también los esfuerzos de los que luchan por una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria.

Con alegría profunda, hermanas y hermanos, bajo el cuidado maternal de la Inmaculada Concepción, hemos inaugurado el AÑO JUBILAR 2025, para gloria de Dios y salvación de su Pueblo.

¡Viva Jesús! ¡Viva la Virgen!

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

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