Homilía de la Misa de la Inmaculada Concepción

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Catedral, jueves 8 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

La Palabra de Dios ilumina el misterio que celebramos. La “llena de gracia”, en vistas a los méritos de la redención de Jesús, su hijo, fue concebida en el seno de su madre sin el pecado original que todos heredamos. De esta manera Dios elige y prepara esta joven de Nazaret para ser digna morada de Dios hecho hombre.

El pueblo cristiano guarda en su corazón los más puros y profundos sentimientos de amor para la Madre de Dios; la contempla tan bella y pura provocando que en su honor se hayan realizado tantas obras de arte, que es el modo que el ser humano tiene para expresar sus experiencias y vivencias más hondas y espirituales. Así encontramos bellísimas pinturas, imágenes, esculturas, obras musicales, danzas creadas en honor de la Virgen.

A ella acude el pueblo cristiano en sus días de alegría y de gloria, como también en las noches de tristeza y dolor. Los santuarios de la Virgen son la expresión más patente del amor de Dios por su pueblo hecho ternura en María siempre Virgen, y cabal manifestación del amor humilde y profundo del pueblo a la Virgen concebida sin pecado original, pidiéndole que Ella ruegue por nosotros pecadores.

Ese pueblo creyente, modelado en su fe por obra y gracia del Espíritu Santo, es el que va ahondando su vivencia del misterio cristiano, y en esa realidad se funda la Iglesia para proclamar, en este caso, el dogma de la concepción inmaculada de María, en 1854.

En nuestra tierra argentina, a poco de llegar los primeros misioneros, algunas imágenes de la Inmaculada Concepción sostuvieron la fe del ese pueblo cristiano: en Catamarca la Virgen del Valle, en Corrientes la Virgen de Itatí, y muy cerca de nosotros, en 1630, la Virgen de Luján.

Hoy queremos honrar a María, rodearla de nuestro cariño de hijos e hijas, suplicándole por toda nuestra Iglesia diocesana. Dándole gracias por tantos beneficios espirituales. Queremos agradecerle la ayuda que nos brindará en nuestro servicio pastoral el P. Eduardo Gonzalo Redondo, obispo auxiliar electo.

Hoy queremos traerle a la Virgen Madre las necesidades de nuestro pueblo que peregrina en esta porción de la Iglesia. Confiarle a ella nuestro Camino Sinodal, para poder llevar la alegría del Evangelio a nuestras hermanas y hermanos de estos tres distritos de Quilmes, Florencio Varela y Berazategui, con el estilo de Jesús.

Por eso, los invito a todos a hacer esta oración a la Virgen, parafraseando la plegaria que hoy le dirigió el Papa Francisco en Roma:

Madre nuestra Inmaculada,
Hoy el pueblo de Quilmes se reúne en torno a ti.
Las flores puestas ante ti, por tantas realidades de la ciudad,
expresan su amor y devoción por ti,
que velas por todos nosotros.

Y también ves y acoges esas flores invisibles
que son tantas invocaciones, tantas súplicas silenciosas,
a veces, sofocadas, ocultas, pero no para ti que eres Madre.
Después de hacerlo por dos años con algunas restricciones,
debido a la pandemia,
te traigo las súplicas de todos tus hijos, cercanos y lejanos.

Tú, desde el Cielo, donde Dios te ha recibido,
ves las cosas de la tierra mucho mejor que nosotros.
Pero como Madre, escuchas nuestras invocaciones
para presentárselas a tu Hijo, a su Corazón lleno de misericordia.

En primer lugar, te traigo el amor filial de innumerables hombres y mujeres,
no sólo cristianos, que te tienen una gran gratitud, por tu belleza,
toda gracia y humildad. Porque en medio de tantas nubes escuras,
tu eres un signo de esperanza y consuelo.

Te traigo la sonrisa de los niños, que aprenden tu nombre delante de tu imagen,
en brazos de sus padres y abuelas; y empiezan a conocer que tienen una Madre en el Cielo.
Y cuando en la vida sucede que esas sonrisas dan paso a las lágrimas,
qué importante es haberte conocido, haber tenido el don de tu maternidad.

Te traigo la gratitud de los mayores y los ancianos. Una gratitud acorde con sus vidas,
tejidas de recuerdos, alegrías y dolores. De logros que saben bien que los han conseguido
con tu ayuda; sosteniendo sus manos en la tuya.

Madre, te traigo las preocupaciones de las familias,
de padres y madres que, a menudo, luchan para llegar a fin de mes en casa,
y afrontan, día a día, pequeños y grandes desafíos para salir adelante.

En particular, te confío a las parejas jóvenes,
para que mirándote a ti y a San José,
afronten la vida con valentía, confiando en la providencia de Dios.

Te traigo los sueños y las ansias de los jóvenes, abiertos al futuro,
pero frenados por una cultura rica en cosas pero pobre en valores.
Una cultura saturada de información y deficiente en educación;
persuasiva en engañar y despiadada al decepcionar.
Te encomiendo especialmente a los jóvenes, los más afectados por la pandemia,
para que puedan reanudar lentamente, agitar y desplegar sus alas,
y redescubrir el sabor de volar alto.

Virgen Inmaculada, hoy hubiera gustado traerte la acción de gracias del pueblo ucraniano.
Pero debo presentarte, en cambio, la súplica de los niños, de los ancianos,
de los padres y de las madres,
de los jóvenes de esa tierra martirizada, que sufre tanto.
En verdad, todos sabemos que tu estas con todos los que sufren,
así como estuviste junto a la cruz de tu Hijo.

¡Gracias Madre nuestra!
Mirándote a ti, que estás libre de pecado,
que podamos seguir creyendo y esperando.
Que sobre el odio prevalezca el amor.
Que sobre la mentira prevalezca la verdad.
Que sobre la ofensa prevalezca el perdón.
Que sobre la guerra prevalezca la paz.
Así sea.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

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