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El sábado 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, los seminaristas Roberto Amado BarúaGuido Lautaro Belloni y Sergio Adrián Britez recibirán su Ordenación Diaconal por la imposición de manos y la oración del Padre Obispo Carlos José Tissera. La celebración se realizará a las 10 de la mañana en la Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes Centro) y se transmitirá en vivo por Youtube.com/DiocesisQuilmesOficial.

El lema de ordenación que han elegido estos acólitos es «He aquí la servidora del Señor, hágase en mí según tu Palabra» (Lc. 1, 38)

Rezamos por la preparación de estos hermanos y por las vocaciones.

Invitación del Padre Armando Dessy, capellán de la Fazenda de la Esperanza, Párroco Emérito de Nuestra Señora de la Esperanza de Florencio Varela y Canciller de la Diócesis, con la invitación al 12º aniversario de la Fazenda de la Esperanza “San Lorenzo”, centro de recuperación de adicciones de la Diócesis de Quilmes.

Será el domingo 05 de marzo a las 12.00 con la presencia del Padre Obispo Carlos José Tissera en calle Bruselas 2040, del Complejo Habitacional Santa Rosa de Florencio Varela.

A los amigos y colaboradores
de la Fazenda de la Esperanza “SAN LORENZO”
Presente 
.    

De nuestra consideración:

Tenemos el agrado de saludarlos en nuestro carácter de responsables de la Fazenda de la Esperanza “San Lorenzo” de cuya existencia y actividades como Centro de recuperación de adicciones -a partir de su inauguración el 13 de marzo de 2011- hemos brindado a Ustedes información en más de una oportunidad.

El motivo de la presente es invitarlos a la celebración del décimo segundo aniversario de la misma, ubicada en la calle Bruselas 2040 del Barrio Santa Rosa. Ello será, Dios mediante, el Domingo 5 de marzo a las 12 hs. con la Misa presidida por el Obispo Diocesano de Quilmes, el Padre Obispo Carlos José Tissera, y a la cual está invitado también el Obispo Emérito Luis Teodorico Stöckler, que fue quien inauguró la misma el citado13 de marzo de 2011, acompañado en ese día por los Fundadores: Fray Hans Stapel y Nelson Giovanelli, Ellos son quienes dieron origen en Brasil el 29/06/1983 (hace ahora cuarenta años), a la “Familia de la Esperanza”, que cuenta en estos momentos con más de cien “Fazendas” o Centro de Recuperación de Adicciones en más de quince países. 

La nuestra, de Florencio Varela, es la quinta de la docena de Fazendas existentes en este momento en Argentina. Fue la primera en la Provincia de Buenos Aires y es la única en el Gran Buenos Aires. 

Agradeciendo desde ya la posible participación de Ustedes y la difusión que puedan brindar a nuestra información, los esperamos el domingo 5/3 y los saludamos muy atentamente.


Padre Armando Ireneo Dessy
Capellán de la Fazenda de la Esperanza
Párroco Emérito de Nuestra Señora de la Esperanza

Ricardo Rodríguez Gordillo
Vicepresidente – Responsable de la Fazenda

Florencio Varela, 21 de febrero de 2023.  

La Diócesis de Quilmes se prepara para la décima Peregrinación Brocheriana a Pie que se realizará el domingo 12 de marzo, como lo anunciaron los obispos de Quilmes Carlos Tissera y Eduardo Redondo en el carta pastoral de Cuaresma.

El lema que acompañará esta jornada es “Ave María Purísima. Aquí vengo a darles música”. La caminata, que se retomará luego de dos ediciones en donde la peregrinación se hizo de otras maneras, iniciará en la Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes Centro) a las 7.30 de la mañana, y culminará en la Casa “Santo Cura Brochero” (Trenque Lauquen 2551, Bosques), donde se celebrará la misa después del mediodía, cuando lleguen los peregrinos.

La Peregrinación constará con tres paradas antes de llegar a destino: alrededor de las 9.00 en el Parque de la Ciudad “Jorge Novak” (Av. Smith y Vicente López, Quilmes), cerca de las 10.30 en la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (Av. Calchaquí 4949, Quilmes Oeste), y a las 12.00 en la Plaza del Mate (Ruta 36 y Thevenet, Florencio Varela).

La propuesta es que los peregrinos puedan colaborar con alimentos no perecederos que se utilizarán en los encuentros gratuitos que ofrece la Casa durante el año.

Toda la comunidad diocesana está invitada a sumarse a esta manifestación de fe.

Catedral de Quilmes, 17 de febrero del 2023

Lo primero que quisiera es agradecer a Dios por el regalo de la vida, de mi familia y de mis amigos. Mis Papás, Marta y Gonzalo, y mi hermana Silvia. Mis abuelos, tíos/as, primos/as, amigos/as. Desde niño hasta hoy siempre fui acompañado y querido.

Mi Papa Gonzalo, nacido en León, España, y con toda la carga de una vida dura, con muchas necesidades, tuvo que partir dejándolo todo: madre, padre, siete hermanos, amigos, sabiendo que nunca más volvería a su tierra natal, de la que mucho tiempo renegó por lo vivido, y con su acento español, de recién bajado del barco, después de cincuenta años acá, repetía que él era argentino, porque este bendito país le dio la familia, el trabajo y los hijos. Serio por fuera y un niño dulce por dentro. Siempre fue mozo de bar. Falleció inesperadamente en el 2015 cuando yo estaba como cura en Cuba. Mi mamá Marta, argentina, mujer de fe, puro corazón, mucha ternura y sensibilidad. Atenta a todos y en todo, tenía una mirada que captaba fácilmente los sentimientos y las necesidades de los otros, presencia permanente y muy corajuda.

Ellos nos enseñaron, a mi hermana y a mí, a descubrir que en la vida hay que ser honrado, tener palabra, ser responsables, austeros y generosos, trabajar mucho para llevar el pan a la mesa cada día. Me mostraron que la fe se vive con gestos concretos y en familia: en el amor de estar juntos aunque nos separen kilómetros, en el darse, sirviendo siempre a los demás, cultivando la amistad con todos, siendo buena gente, especialmente estando cerca de los más necesitados, los enfermos y los que sufren injusticia. Nos enseñaron que todos somos iguales, que nos tenemos que ayudar siempre y vivir las alegrías y las tristezas juntos, haciendo de todos los momentos oportunidades para crecer.

Mi hermana Silvia es a la que le confío todo, siempre cuento con ella; es la que, sin anestesia, me llama la atención y me anima. Ella y mi cuñado me han regalado la gracia de mis sobrinos Julián y Germán. Los amo como si fueran mis hijos.

Esta es la raíz de lo que soy. Es el sello del amor de Dios en mi corazón. Dios me llamó a ser cura en tantos rostros del amor y del dolor, se valió de muchas mediaciones que fui haciendo consciente muy poco a poco a lo largo de mi vida.

Agradezco a mi Parroquia de la Piedad, donde tomé la primera comunión y me confirmé. Conocí al Padre Emilio Riamonde, su sencillez y cercanía marcó mi vida y la de muchos niños y jóvenes. Amigos que continúan siéndolo hasta hoy. Como a los 14 años de edad, más o menos, me borré de todo lo que tuviera que ver con la Iglesia. Mis padres, cada vez más comprometidos. Mezcla de adolescencia y quizá cierta ingenuidad o rebeldía. Creo que le ha ocurrido a muchos de los de mi generación. Enojos, incomprensión, rechazos y complicidades que me han hecho colocarme lejos. Sin embargo, después de algunos años de distancia y enfriamiento, y ya entrando en la juventud, comencé a participar nuevamente.

Nunca podré olvidar la segunda Jornada Mundial de la Juventud. En Buenos Aires, aquella tarde noche de 1987, en la 9 de Julio, ante millares de jóvenes, San Juan Pablo II dijo: «Que no haya nunca más ni detenidos ni desaparecidos». Yo estaba allí ese día. Recuerdo que lloramos y nos abrazamos todos los jóvenes, se me abrió el cielo y el corazón. Me sentí reconciliado y dentro del rebaño. La presencia y la voz del Padre Obispo Novak, Monseñor Hessayne, Monseñor De Nevares y otros sacerdotes, laicos, religiosos/as muy comprometidos, tantos/as que dieron la vida, me significaron mucho en esos tiempos hasta hoy; y su compromiso me hizo redescubrir a Jesús. Me pregunté muchas veces: ¿cómo podrían tener un amor tan grande por Jesús, sirviendo hasta dar la vida?

En esos años fue que me invitaron a participar en un grupo de jóvenes de la Parroquia San Ignacio de Loyola, a una cuadra de la Plaza de Mayo, en San Telmo. Comencé a dar una mano en el trabajo con niños y las familias de los conventillos de San Telmo, muchas vivencias hermosas y dolorosas, fecundas y sencillas. En esos años conocí la vida del Padre Mugica, del Beato Angelelli y otros hermanos que ofrecieron la vida por amor a Jesús sirviendo por el Reino. Allí comenzaron los primeros cuestionamientos vocacionales, que compartí por primera vez con el Padre Jorge Lozano, curita joven y vicario parroquial. En ese tiempo me habían regalado un afiche de cuando mataron al Padre Mugica, que pegaban en las parroquias y en los barrios, que tenía su foto y decía: «Un sacerdote ha sido asesinado. ¿Quién seguirá sus pasos?». Eso me pegó muy fuerte. Recuerdo que me lo regaló un sacerdote ya mayor ,conversé bastante con él. Pichi Meisegeier se llamaba, y era jesuita. Al tiempo, una amiga, Gabriela, me invitó a un retiro para jóvenes sobre el Proyecto de Vida y comienzó el acompañamiento hasta ingresar al seminario en 1990 con los Padres Operarios Diocesanos. En el último retiro, antes del ingreso, el sacerdote que me acompañaba, que después fue mi rector (fuimos compañeros en Brasil y hoy esta acá, el P. Eusebio Pascual), nos pasa un video donde presenta como modelo sacerdotal al Padre Mugica, y al final pregunta quién quiere seguir a Jesús, siendo un cura como él. Y bueno, me mató. Recuerdo que no me daba el cuero para decirle que yo quería serlo, simplemente le dije: «me tiro a la pileta». Y estoy nadando hasta hoy.

Jesús tiene sus mediaciones, sus referentes. No puedo dejar de mencionar al Padre Luis Sánchez de Wilde Este, en la querida Parroquia del Valle, donde compartí casi cinco años, siendo seminarista y celebrando mi primera Misa.

Siempre aposté, a pesar de mis tantos límites, por ser cura viviendo con otros curas. Esto lo mamé en la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, mi familia. Un puñado de sacerdotes que vivimos y compartimos la vida en fraternidad siendo curas diocesanos. Compartimos la vida y la misión trabajando especialmente en la pastoral juvenil, la pastoral vocacional, acompañando en parroquias, y especialmente en seminarios diocesanos, optando por las diócesis pobres en todos los sentidos y, en particular, donde faltan curas. Estamos presentes en muchos países. Aquí hoy me acompañan varios hermanos operarios y el Director general, el Padre Florencio Abajo. Siempre seré agradecido a mi familia. Siempre estaré en deuda con cada uno.

Así, en estos 24 años de sacerdote, el Señor me llevó por Brasil, me trajo a Buenos Aires; me mandó por Roma y otros países para un servicio propio de los padres operarios, por seis años fue Santiago de Cuba y, finalmente, Huancayo, en Perú, a los 3.200 metros de altura. Desde allí el Señor me bajó de un hondazo, apenas llevaba dos años y me trajo a Quilmes.

Siempre me tocó partir y volver a empezar, siempre fui un aprendiz. Siempre me enamoré de las comunidades y lugares donde me ha tocado estar, sin conocer ni saber casi nada cuando tuve que llegar. Soy muy argentino, pero también muy brasileño, muy cubano y muy peruano. Siempre seré agradecido por tanto que, desde el corazón, me han regalado.

Este es un momento muy intenso, de sentimientos y emociones que se encuentran y de las que no es fácil expresarme. Creo que, esta ordenación, sin dudas, es, humanamente hablando, tan fuerte y tan luchada como cuando me ordenaron de cura el día 6 de diciembre del ‘98 en la parroquia San Pío X de Mataderos. La ordenación de cura fue muy intensa, la esperaba y la deseaba mucho, pero el corazón estaba empañado por la repentina muerte de mi mamá cinco meses antes. En esos años yo ya vivía en Brasil, en la diócesis de Santos. Aquí hay hermanos curas que han venido de Brasil. Me costaba aceptar las cosas como se presentaban. 

Lo fuerte en este momento, además de por lo que es en sí, tiene la carga de que, al contrario de mi ordenación de cura, esto ha sido inesperado, sorpresivo e inicialmente hasta con bastantes resistencias de mi parte. Sin embargo, hoy puedo decir que acepto y asumo lo que el Señor me pide, con cierto temor y temblor como se lo he escrito al Papa.

Me siento vulnerable delante del amor de Dios y soy medio duro de mollera, me cuesta ser dócil y arrodillarme con el corazón abierto asumiendo que se haga Su voluntad y no la mía. Muchas veces «creí» estar en sintonía con lo que Dios quería. Ahora me doy cuenta de que no siempre fue así. Quiero ser todo de Dios y todo del pueblo, en este camino que Jesús me pide transitar como Padre Obispo auxiliar, aprendiendo y desaprendiendo, acompañando y siendo acompañado. Confiando y arrodillándome delante del Señor, agradeciendo y pidiendo perdón. Es bueno que Papa Dios me puso como auxiliar del P. Obispo Cacho, Pastor bueno, sencillo y cercano, y también de ustedes, bendito Pueblo de Dios que camina en la Diócesis de Quilmes, hermanos/as laicos/as, hermanos sacerdotes y seminaristas, hermanos diáconos con sus esposas, hijos/as y nietos, religiosos/as. Tengo mi vida para compartir y mucho que aprender.

Quiero ser Padre y Pastor. Pido la intercesión del Santo cura Brochero, del siervo de Dios Padre Novak, del Beato Angelelli y compañeros mártires: que ellos y ustedes me enseñen.

Estrenarme como Padre Obispo auxiliar en la Iglesia de Quilmes es un regalo, pero también una exigencia y un desafío grande. Una Iglesia con tanta historia, con una memoria y compromiso, marcada por la profecía de tantos/as que desde su creación han dado todo desde el servicio a los hermanos más necesitados.

Cuatro cauces marcó el Padre Novak en el seguimiento de Jesús, que hoy son tan fuertes como ayer: Los pobres, los derechos humanos, el ecumenismo y la misión.

En este momento de la vida el Señor me pide que deje todo nuevamente, pero ahora también me pide que me deje a mí mismo, que baje la guardia y que me abandone en sus manos. En la medida que vamos sumando camino cuesta un poco más, pero no me escaparé esta vez. Ya me he escapado otras, ahora ya no. Jesús me puede, el Pueblo de Dios me puede. Los pobres y los jóvenes son y serán siempre el ahora de Dios en mi vida. «Desde los pobres a todos», nos dejó como enseñanza el Beato Juan Pablo I.

Agradezco profundamente al Papa Francisco. En estos años me renovó la esperanza de creer que otro mundo es posible, saliendo al encuentro de todos, donde nadie quede fuera de este gran «hospital de campaña», donde todos somos acogidos y nadie es descartado. Me ayudó a profundizar que, en esta Iglesia, tan santa como pecadora, soy parte y es también mi Madre. Francisco me ayudó a centrarme en Jesús y en la misión.

Yo he sido un sacerdote muy frágil en la fe durante un buen tiempo. Mucho esfuerzo, perseverancia, compromiso, buenas ideas pero desde mí. Soy un pecador perdonado y no me arrepiento de confesarle delante de ustedes. Siempre fui una oveja media revoltosa y un tanto básica. Sin embargo, ahora el Señor me llama a ser aprendiz de Pastor. Solo me resta ponerme en manos de Jesús y que pueda ser barro para que me dé la forma de su corazón y, con su amor, pueda ser alimento para los hermanos y hermanas de nuestras comunidades.

Para terminar, pido la intercesión de la Mamá de Jesús y nuestra Madre: Virgen de Luján; Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil; Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba; y Mamá Cocharcas, patrona del Valle del Mantaro en Perú.

+ Eduardo Gonzalo Redondo
Obispo Auxilar de Quilmes

Catedral de Quilmes – viernes 17 de febrero de 2023

Hermanas y hermanos:

El evangelio proclamado nos presenta a Jesús a orillas del lago, llamando a sus primeros discípulos en el marco de la pesca milagrosa. Texto tan querido para todos nosotros, particularmente los consagrados. Pareciera que la brisa fresca del lago nos abraza en esta tarde y nos llena de profunda alegría y paz, renovando su Palabra que suena clara, profunda, fuerte, a la vez que suave, como prolongándose en nuestro camino discipular: “¡Sígueme!”.

Jesús, el que caminó por la periférica Galilea, es el centro de esta celebración. ¡A Él toda gloria y bendición!

Hace dos años, haciendo nuestro Camino Sinodal Diocesano, les proponía a todos como ícono otra escena junto al lago: “Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Mc. 6, 34)

Así transitamos el doloroso tiempo de la pandemia viral y existencial, que fue sembrando tanta muerte y desolación. Éramos como los pescadores de aquella mañana cargados de cansancio y desilusión, limpiando las redes del desencanto, del trabajo sin fruto. Nuestras comunidades fueron visitadas por la enfermedad y la muerte; la pobreza de medios y la situación social amenazante, nos pusieron a prueba. Como familia diocesana, presbiteral y diaconal, lloramos la muerte de hermanos muy queridos. Los sentimientos de los apóstoles en la orilla del mar, eran los nuestros. Pero Dios nunca abandona. Jesús se acercó como siempre a nuestra orilla, como uno más. Su voz se hizo sentir: “Navega mar adentro”. Como Pedro, pusimos nuestra confianza en la Palabra del Maestro: “si Tú lo dices…”. Las oraciones y celebraciones, hechas de la manera que se podía; el riesgo de arremangarse y ponerse a cocinar, hacer las compras, ir a los hospitales o centros de atención; docentes que acompañaban ingeniosamente a niños y adolescentes; voluntarios que surgían espontáneos. Manos que se unían para socorrer y aliviar en el dolor. La palabra viva del Señor se adueñó de los corazones para hacer frente al mar de lo desconocido y amenazante, sólo guiados por la Palabra salvadora: “ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn. 15, 12) “Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt. 225, 40)

Dice el evangelio de hoy: “sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían” .

Los discípulos pidieron ayuda a sus compañeros. Recuerdo que el año pasado, reunido con los sacerdotes antes de viajar a Roma y visitar al Papa Francisco, hicimos un discernimiento sobre la situación que vivíamos. Consideramos que era importante que fuera y le contara de nuestras desolaciones y nuestras esperanzas. Así fue. El corazón pastoral del obispo de Roma (que hace once años estuvo en este mismo lugar, al inicio de mi caminar como obispo de Quilmes) recibió mi confesión y mi pedido de luz para el camino. Inmediatamente me dijo: “Tenés que pedir un obispo auxiliar”. Hermanas y hermanos, acá lo tenemos: el Padre Obispo Eduardo Gonzalo. ¡Gracias Papa Francisco! ¡Gracias Señor Jesús, porque seguís invitándonos a navegar mar adentro y a tirar las redes! ¡Gracias, Eduardo, por tu respuesta al llamado!

Este sí lleva consigo una renuncia dolorosa: el desprendimiento de una actividad y un servicio vivido por tantos años en la Hermandad de los Operarios Diocesanos. Es algo que jamás estuvo en tu perspectiva. Pero, el Espíritu que siempre te animó, es el que te llevó a confiar, como lo hizo Pedro… “pero, si Tú lo dices”. Ante la maravilla de la pesca, Pedro experimenta su nada y su pecado: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. Simón tuvo la audacia de echar las redes al mar fiándose de la palabra del Maestro; luego tuvo que tener la audacia de permanecer en la compañía de Jesús fiándose de su palabra alentadora.

Las palabras del libro del profeta Isaías que vos has elegido, son más que apropiadas: “No temas, porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces… Porque yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador… Porque tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo” (Is. 43, 1.3.4)

Volviendo al evangelio de Lucas, Jesús le dice a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres» Pescar hombres es una empresa mucho más noble y difícil que pescar peces. Es una misión maravillosa. Vos Eduardo lo has experimentado en tantos destinos pastorales; desde ahora, lo harás con nosotros, en Quilmes. Como lo expresas en tu lema de ordenación episcopal, citando a San Pablo: “Todos somos compañeros de trabajo de Dios” (1 Cor. 3, 9)

Muchas gracias a la Hermandad de los Operarios Diocesanos. Lo hago en la persona del Director General, el P. Florencio Abajo Núñez, que ha querido venir desde España para acompañar a Eduardo y a nuestra Iglesia diocesana. ¡Muchas gracias! ¡Qué desafío también para su pastoreo! No puedo olvidar a algunos de los sacerdotes operarios que he conocido. El Padre Vicente Zueco, tan importante en la pastoral vocacional en nuestro país, y también en la formación de Eduardo. Desde el Cielo nos acompaña. Al P. Arsenio Barrionuevo, que desde Tucumán nos acompaña espiritualmente, con sus 91 años de vida entregada a Dios, importante también en la formación permanente del clero argentino. A vos, querido Padre Lucas Smiriglia, nacido, criado e incardinado en esta Diócesis, y siempre cercano a nosotros. A la Hermandad le confiamos desde este año la formación de los nuevos seminaristas, en la Comunidad de las diócesis de la Patagonia, en Villa Devoto. Querida Hermandad: ¡Muchas gracias! Dios les pague tanta generosidad. Rezamos por sus vocaciones y también para nuestra diócesis. Lo hacemos invocando al Beato Mosén Sol, “el santo apóstol de las vocaciones”, fundador de la Hermandad.

Querido Cardenal Pedro Ricardo Barreto, muchas gracias por estar aquí, acompañando al P. Eduardo y a nosotros. Sabemos que este nombramiento ha significado una renuncia de parte suya y de la Arquidiócesis de Huancayo, en comunión con otras diócesis peruanas, porque el Padre Eduardo ha sido hasta ahora el rector de su Seminario. ¡Muchas gracias también a los sacerdotes peruanos que le acompañan! A ustedes y al pueblo hermano de Perú queremos expresarles nuestra solidaridad en estos momentos de dolor y de incertidumbre que están viviendo.

Gracias hermanos Obispos presentes y a los que no pudieron asistir hoy. Gracias a los co-consagrantes, cercanos al camino vocacional de Eduardo: Mons. Jorge Lozano, Mons. Carlos Sánchez y Mons. Juan Carlos Ares.

Muchas gracias a la querida familia de Eduardo: su hermana Silvia y su esposo Fabián; sus sobrinos Julián y Germán. ¡Ya tienen en Quilmes su casa!

También gracias a todos los sacerdotes, religiosas y religiosos, diáconos, familiares y amigos de Eduardo que han viajado hasta este sur de Buenos Aires. Varios sacerdotes han venido de Brasil para esta celebración ¡Gracias por estar aquí!

A las hermanas y hermanos de otras confesiones cristianas, queridas pastoras y pastores, de corazón les agrademos su presencia.

Agradezco, en nombre de toda la Diócesis, a las autoridades presentes del gobierno nacional, provincial y municipal. Destaco y agradezco la presencia del Intendente de Florencio Varela, Andrés Watson, y demás autoridades de los tres Partidos de nuestra Diócesis.

A ustedes, miembros del Presbiterio de Quilmes, Diáconos Permanentes, Religiosas y Religiosos de la diócesis, miembros de los Institutos de Vida Consagrada, Orden de Vírgenes, seminaristas, y a todas y todos los fieles cristianos de la Diócesis les quiero decir: reciban al Padre Obispo Eduardo con el mismo afecto y confianza que tienen conmigo. Sé que lo harán. Somos una gran familia, sencillos y hospitalarios. Con Eduardo, nos desgastaremos para servirles y acompañarles de la mejor manera. ¡Muchas gracias!

Con el Padre Obispo Luis Stöckler, emérito de Quilmes, y el Padre Obispo Juan Carlos Romanín, emérito de Río Gallegos, que me acompañan siempre, te doy la bienvenida, querido hermano Eduardo, a esta amada Diócesis de Quilmes.

Hace más de 46 años, en este lugar, era ordenado obispo nuestro primer Pastor: el Padre Obispo Jorge Novak. Ese 19 de septiembre de 1976, en este mismo altar pronunció las palabras de San Pablo: “¡Pobre de mí si no predicara el Evangelio!” Su vida y su testimonio, querido Eduardo, te animen cada día. Al decir del Papa Francisco: “Novak es una luz que brilla en el episcopado argentino” Que siempre sea nuestro guía y nos acompañe en el Camino Sinodal de la Iglesia de Quilmes.

María Inmaculada, la tierna Madre de Dios siempre te cuide.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

Próximos a celebrar la ordenación episcopal del Padre Eduardo Gonzalo Redondo como Obispo Auxiliar de Quilmes, la Iglesia diocesana que peregrina en Berazategui, Florencio Varela y Quilmes se prepara con gran entusiasmo y alegría.

Detallamos, a continuación, aspectos prácticos para que toda la comunidad diocesana pueda participar de la celebración y festejos:

ORDENACIÓN EPISCOPAL
Será el viernes 17 de febrero a las 19 h en la Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes Centro). La celebración se hará en el interior del templo y se podrá seguir en vivo a través del canal de Youtube de la diócesis: Youtube.com/DiocesisQuilmesOficial

– Participación del Pueblo de Dios: Toda la gente que quiera participar podrá ingresar al templo y ubicarse en los bancos del pasillo central, luego del noveno banco, y en la columna de asientos que se encuentre del lado derecho (mirando hacia el altar). También podrán ubicarse en el atrio de la Catedral, donde se podrá seguir la celebración a través de la pantalla gigante.

– Obispos, sacerdotes, diáconos, familiares del Padre Eduardo, autoridades y periodistas serán recibidos por personas de la organización que les indicarán los lugares asignados.

FESTEJO DIOCESANO
El ágape fraterno como comunidad diocesana junto con el nuevo obispo auxiliar se llevará adelante el viernes 17 de febrero en el gimnasio del Colegio San José -a 3 cuadras de la Catedral- (Mitre 460, Quilmes Centro), luego de la celebración.
La invitación es abierta a todas las instituciones, grupos y comunidades de la Diócesis de Quilmes.

El sábado 24 de diciembre la Diócesis de Quilmes ofrecerá la cena de Nochebuena para personas que están solas o en situación de calle en su décima edición, con el propósito de que nadie reciba la Navidad solo. Esta cena se dará en la Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes) y estará animada con el lema «En Navidad renacen la esperanza y la alegría».

Se recibirán colaboraciones para preparar esta fiesta:

Entrada: empanadas, tartas, fiambres, matambre, snacks.
Plato principal: pollo y carnes asados, ensaladas (sin condimentar).
Brindis: pan dulce, confituras, espumantes.
Bebidas: jugos y gaseoas (sin alcohol).

Además, se necesitarán juguetes, toallas, utensilios para servir, copas, cubiertos, fuentes y repasadores.

Todas las colaboraciones se recibirán en la Catedral de Quilmes el jueves 22 de diciembre de 17 a 20, el viernes 23 de 17 a 20, y el sábado 24 de 10 a 19 h.

También se puede hacer un aporte económico a través de una transferencia:
Banco COMAFI – Razón Social: Obispado de Quilmes – Sucursal Florencio Varela
CUIT 30-63492428-7 CTA CTE 0980-0029/4
CBU 299009809800029240008, Alias: obisquil
(Por favor, enviar comprobantes a secretariaobisquil@gmail.com o al 11 3209-0327)

El Padre Obispo Carlos José Tissera comparte con la comunidad diocesana que los seminaristas Roberto Amado BarúaGuido Lautaro Belloni y Sergio Adrián Britez tendrán su Ordenación Diaconal el sábado 25 de marzo de 2023, fiesta de la Anunciación del Señor.

La celebración se realizará a las 10 de la mañana en la Catedral de Quilmes (Rivadavia 355, Quilmes Centro).

Rezamos por la preparación de estos hermanos y por las vocaciones.

HOMILIA DEL TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús
Entrega de la misma por parte de los SIERVOS DE MARÍA

Domingo 11 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

En este tercer domingo de Adviento, nos alegramos ante la proximidad de la Navidad. El evangelio nos presenta a Juan el Bautista que está preso, corriendo la suerte de todos los profetas, perseguido por haber denunciado la corrupción del reinado de Herodes. Enterado de las obras de Jesús, un tanto desconcertado por lo que oye decir, manda a sus discípulos a preguntar a Jesús si es él el Mesías esperado, o hay que esperar a otro. No se ha presentado Jesús como el Dios que hace justicia con todo su poder, aniquilando a los corruptos, sino que se ha mostrado cercano a los enfermos, a los ciegos y paralíticos, curándolos y devolviendo la vida a los muertos. Se junta con los publicanos y pecadores, invitándolos a la conversión. Éstas son las obras que Jesús realiza y manda a que se lo cuenten a Juan Bautista. Jesús viene a cumplir las profecías también, revelando el corazón misericordioso de Dios, que viene a buscar lo que estaba perdido.

Luego Jesús elogia a la persona de Juan diciendo que es el más grande de los nacidos de mujer. Sin embargo, agrega, el más pequeño del reino de los Cielos es más grande que Juan. También éste necesitará del Mesías para entrar en el Reino de Dios.

Con el corazón centrado en Jesús que viene en cada persona necesitada de amor y de cercanía, nos aprestamos a iniciar muy pronto la novena de Navidad. Ya vamos preparando en nuestras casas, en nuestros templos el pesebre para celebrar este gran misterio del amor de Dios, manifestado en Jesús niño.

En esta Misa también queremos unirnos en la acción de gracias por todos los años que la Orden de los Siervos de María han estado en esta Diócesis de Quilmes. Como ya sabemos, el año pasado, por medio de su superior provincial, Fray Marcelo, se nos comunicó que a fin de este año la Orden se ausentaría de la Diócesis y, por tanto, entregaría esta Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús que se les confió en 1939. Naturalmente, tanto para ellos como para todos nosotros, es una noticia que nunca hubiéramos querido tener, pero lamentablemente la carencia de miembros de la Orden ha llevado a redimensionar sus servicios en América, y una de las decisiones ha sido retirarse de este lugar para fortalecer otras comunidades.

Son muchos años de trabajo pastoral que ha dado tantos frutos en este Quilmes Oeste. Remontándonos en el tiempo, desde fines de mil ochocientos, esta parte de la ciudad fue creciendo de manera exponencial, conocida con el nombre de “La Colonia”. El establecimiento de la cervecería y de otras industrias en años siguientes, hizo que gran cantidad de familias se radicaran en la zona, muchas de ellas inmigrantes europeos.

La parroquia de la Inmaculada Concepción, hoy Catedral, ya había establecido una pequeña capilla junto a la calle Calchaquí, que se llamó “Nuestra Señora de Lourdes”; funcionaba en el Colegio Niño Obrero, chacra de Doña Carolina Senillosa de Harilaos, la madre de Adelia María Harilaos de Olmos, la donante de todo lo que vemos en las manzanas donde está el actual Santuario de Lourdes.

El poblado en estas cuadras junto al ferrocarril se había hecho muy denso. Cuenta la historia que en 1911, los domingos se celebraba Misa en casa de la familia Maggi, en calle Baranda entre Pellegrini y Entre Ríos. Luego, entre 1913 y 1914, en la casa de la familia Cairo, en calle 12 de octubre y Bernardo de Irigoyen. Alrededor de 1913, se empezó a celebrar la Misa en un galpón de madera y cinc, propiedad de la familia ladrillera de Miguel Onetto, ubicado en este lugar que ocupa el templo parroquial.

El P. Ángel Banfi, teniente cura de la parroquia Inmaculada Concepción, desde 1922 se abocó a construir el templo del Sagrado Corazón de Jesús. El párroco era el Pbro. Bruzzone. El 22 de marzo de 1925 se consagró el templo. Fue sede de la Conferencia Vicentina del Sagrado Corazón, época en que se hermoseó el templo con el techado, el armonio, imágenes del via crucis y de los santos. La señora Luisa G. de Borro donó el altar mayor con la imagen del Sagrado Corazón.

En el año 1939, el arzobispo de la Plata, Mons. Juan Chimento, creó la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Debido a la escasez de clero existente en la Arquidiócesis, se confía la atención pastoral a los Padres de la Orden de los Siervos de María. El 4 de junio de 1939 toman posesión de la casa y de la Iglesia del Sagrado Corazón.

La primera comunidad estaba integrada por el P. Damián Spagnolo, como superior y párroco, quien había llegado a la Argentina en 1937, destinado a la parroquia de Avellaneda (Santa Fe). Fue párroco hasta 1941. Luego fueron varios los sucesores: P. Alfredo Segafredo, P. Mario Zanella, P. Domingo Polo, P. Alejando Belló, P. Antonio Picco, P. Agustín Poier, P. Roberto Braida, P. Antonio Picco, P. Benito Moresco, P. Agustín Poier, P. Benito Moresco, P. Agustín Poier y P. Sergio Mendoza. Todos ellos acompañado por otros sacerdotes y hermanos.

Es momento para recordar a todos ellos y agradecerles de corazón por sus vidas entregadas por el Reino.

Fray Marcelo Henríquez Trujillo osm, en nombre de la diócesis de Quilmes, deseo agradecer a la Orden de los Siervos de María la gran obra que han realizado en este lugar durante tantas décadas. El servicio en la obra evangelizadora potenció el desarrollo integral de toda esta zona de Quilmes Oeste, concretada en la creación de tantos centros misioneros, capillas, centros vecinales y tantas instituciones inspiradas en los valores del evangelio, principalmente el Colegio Felipe Benizi, hoy propiedad de nuestro Obispado. En ese establecimiento educativo muchas generaciones se formaron bajo la guía de los sacerdotes y hermanos de la Orden de los Servitas.

Personalmente, quiero expresar mi sentido agradecimiento al P. Agustín Poier, por estar hoy presente. Su testimonio sacerdotal ha hecho mucho bien a esta Comunidad y a nuestra diócesis. Junto con vos, P. Agustín, quiero hacer memoria de esos grandes sacerdotes italianos que han dejado una huella imborrable en todas las familias de la zona: especialmente el P. Benito Moresco y el P. Antonio Picco, recientemente fallecido. A ellos, y a todos los miembros de la Orden ya fallecidos, Dios les regale la gloria del Cielo.

A todos ustedes, queridos Padres y Hermanos de la Orden de los Siervos de María, nuestro agradecimiento profundo, y el deseo de que su misión evangelizadora sea muy fructífera en esta querida América Latina y en todo el mundo.

A ustedes, fieles de la Parroquia del Sagrado Corazón, quiero decirles que no quedan huérfanos. La diócesis de Quilmes asumirá la responsabilidad de la conducción pastoral de la parroquia a partir del 1° de enero de 2023. En un decreto que firmaré en los próximos días, nombraré administrador parroquial al P. Sergio Mendoza, quien ha pedido estar fuera de la Orden por un año, y con gusto le confiaré la atención pastoral de la Parroquia, acompañado por los diáconos Alberto Mansilla y Guilllermo Bizín.

Que el Sagrado Corazón, Nuestra Señora de los Dolores, San José y San Mauro nos bendigan y acompañen siempre.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes

HOMILIA DE LA MISA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL
Diácono Roberto Wright
Catedral de Quilmes, viernes 9 de diciembre de 2022

Hermanas y hermanos:

El evangelio de Juan nos ha llevado a un amanecer a orillas del mar de Tiberías. Jesús resucitado se aparece caminando a la orilla, y grita a los discípulos que están en la barca, pidiéndoles algo para comer. Ellos no habían pescado nada durante toda la noche. Les manda a tirar las redes y la pesca fue abundante. Allí reconocieron que era el Señor. Jesús los esperó en la playa con la comida preparada. Él mismo es la comida para la comunidad creyente. Nuestro trabajo, nuestra pesca, se alimenta de la comida que Él nos prepara. La eucaristía se sustenta con la misión, y la misión con la Eucaristía.

Cuando todos comieron, Jesús interpela a Pedro. Desde aquellas negaciones durante la pasión no se había dirigido a él. ¿Me amas más que éstos? La pregunta es repetida tres veces, con algunas modificaciones. Imposible no recordar las tres negaciones de Pedro. Pero ese doloroso recuerdo no le impide manifestarle a Jesús todo su amor, que le brota desde lo hondo del alma. Jesús le está confiando apacentar a corderos y ovejas, pequeños y grandes. Es el Buen Pastor que “da la vida por las ovejas”. Y Pedro, hombre sin vueltas, de corazón le dice: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Las ovejas son de Jesús, y para pastorearlas Pedro tendrá que hacer el mismo camino del don de su vida por los demás. Sólo el amor da la posibilidad de “pastorear”, sólo el amor hace posible seguir a Jesús. ¡Qué bello fue ese amanecer junto al mar de Tiberíades! ¡Qué bello ese encuentro del Resucitado con sus discípulos!

Hoy también celebramos este encuentro con Dios. ¡Te alabamos Padre Santo, porque por Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha, desde donde sale el sol hasta el ocaso!

Traemos al corazón esa escena del Resucitado en la playa con sus discípulos; era un amanecer…

El lunes pasado, Roberto, cuando en el Obispado hiciste tu Profesión de fe y realizaste el Juramente de fidelidad, nos hiciste un bello comentario que me permito compartir acá. Nos contaste que esa mañana temprano, cuando estabas en tu casa, solo, tomando unos mates, saboreando el momento hermoso que ibas a vivir ese lunes y este viernes de la Ordenación, recordaste otro momento muy parecido, el 11 de julio de 1981: el día de tu casamiento con Perla Noemí. Dos momentos cargados de profunda emoción, pero a la vez de una gran paz e iluminación interior. Dos amaneceres plenos de luz y de amor. Presencias del Resucitado que pregunta: “¿Roberto: me amas?” Todo es cuestión de amor, la gran vocación.

A partir de aquel primer llamado a la vida matrimonial se fueron tejiendo tantos sí a la vida hecha de a dos, en mutua entrega, siguiendo al Maestro en el servicio del trabajo diario y a las Comunidades bajo el cuidado de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, acompañados por quien ha sido padre y pastor en tu vida, el P. Miguel Hrymacz. De ese amor matrimonial nacieron estos hijos que te acompañan: Noelia, Roberto, Esteban, María de los Ángeles y Alejo. Perla fue forjando en vos un amor de hombre que se brinda entero, y tus hijos te modelaron como padre providente y trabajador fiel, sacrificado y responsable. Eran muchas bocas para alimentar. Las Comunidades Eclesiales de Base plasmaron en vos la personalidad de un laico enamorado de la Palabra de Dios, participativo y corresponsable de la evangelización en el barrio, con una sensibilidad evangélica para con los más pobres y marginados. En tus lugares de trabajo supiste ganarte el respeto y aprecio de tus compañeros y superiores, siendo generoso en compartir tus dones con creatividad.

Hubo otro llamado muy fuerte al servicio: el diaconado permanente que asumiste siendo un joven esposo y padre de familia. Varias veces comentaste la inquietud que te causó la conversación que tuviste con el P. Santiago O´Farrell, director de la Escuela de Ministerios, quien te dijo que había que pedir permiso a Roma para ordenarte antes de cumplir tus 35 años. Los años han pasado. Mucha vida y mucho amor vivido; con alegrías intensas, y también dolores profundos.

Hoy el Señor te pregunta nuevamente “¿Roberto, me amas?”. También la respuesta será: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. El Resucitado, luego de esta respuesta de Pedro, le habla del estilo del pastoreo al que es llamado. El don de sí mismo. “Cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas dónde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”. A esta realidad del ministerio hace referencia la primera lectura de hoy, la segunda carta de San Pablo a los Corintios (2 Cor. 4, 5.7)

“Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús”

“Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios”


El modelo de ministro, de servidor que Pablo propone, es Jesús, que no vino a ser servido sino a servir. El misterio de la Pascua de Jesús se realiza en la existencia ministerial. Ser ministro será sufrir con Jesús, llevar sus llagas grabadas en nuestro ser, será morir con Él dando la vida.

El ritual de Ordenación irá explicitando con elocuentes palabras y bellas imágenes en qué consiste el ministerio presbiteral. Las gustaremos con profunda unción espiritual.

Quiero traer aquí el recuerdo y la palabra de nuestro primer pastor, el Padre Obispo Jorge Novak, quien te ordenó diácono. Es parte de una carta pastoral en la que relata la experiencia vivida en 1985, antes del conocido momento de su enfermedad que lo dejó postrado por varios meses, y que fue escrita al año de esos acontecimientos:

“En agosto de 1985 recorrí durante la semana varias comunidades que en junio habían sido víctimas de la terrible inundación que todos recordamos. El domingo 25 por la tarde, pasé en dos capillas mi última jornada intensa. Ignoraba entonces que en contados días quedaría, aunque en forma transitoria, totalmente discapacitado.

Pasé horas imborrables la tarde de ese día del Señor. Las recientes lluvias hacían difícilmente transitables las “veredas” y apenas se podía dar con algún lugar por donde cruzar las calles. Compartí, con las familias que acudieron a los dos centros de oración, la Eucaristía, los alimentos, la vida. Una vida compenetrada de angustias, en la que la Iglesia aparecía en su plena y cabal misión de humilde servidora.

Al llegar al pavimento me insistieron a entrar en una casa, para limpiar mis zapatos, a los que el barro se había pegado abundantemente. Mientras circulaba el mate, me dejaron en perfectas condiciones el calzado. Era medianoche cuando, en Camino Belgrano, totalmente a oscuras, tomé el colectivo para ir a Quilmes a descansar.

No me costó mucho, mientras repasaba esa tarde y las similares del mes de agosto, sacar un par de conclusiones. Me decía: “yo siento el agua y el barro y las emanaciones malolientes de curtiembres y otras industrias de vez en cuando. Esos hermanos sufren en forma permanente estos inconvenientes. ¿Quién se acuerda de ellos en forma seria? ¿Quién se acerca para promover en forma seria la dignidad de hijos de Dios que palpita en el buen corazón de estos vecinos?

Si el Señor me hubiera llamado pocos días después, dando por terminado mi ministerio episcopal, no habría dejado de alegrarme el hecho de pasar el último domingo, en plenitud de fuerzas, con los hermanos que tanto han sufrido y siguen sufriendo. Pero no habría sido menos cierto que por el par de zapatos embarrados que yo presentaba tímidamente y filialmente al Padre Dios, Él me habría desviado la vista a miles y miles de pies que se cubren continuamente de polvo o de barro al salir de su casa y al volver a ella. Son los pies del trabajador camino a su fábrica; los del niño y adolescente rumbo a la escuela; los de las mamás que enderezan sus pasos a cumplir tareas domésticas para poner sobre la mesa el pan que el marido imposibilitado de conseguir trabajo no llega a ganar para sus hijos.

¡Se impone constantemente el examen de conciencia! No basta una bella formulación de priorizar pastoralmente al pobre. ¡Hay que actuar con sencillez y humildad, pero también con urgencia y con valentía! Cobra actualidad la palabra profética: “Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor; nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios” (Miq. 6, 8)
 (Carta pastoral, 25 de julio de 1986)

La canción que has elegido para cantar hoy, expresa esta realidad de entrega generosa, como la de Jesús: “Hay que saber que por tu Cruz se vive una vida mejor; pero, Señor, cómo nos cuesta creerlo con el corazón”.

Hoy la Iglesia de Quilmes está de fiesta. Un nuevo sacerdote se une a nuestro Presbiterio. Tus hermanos curas te reciben gozosos. Los compañeros del largo camino diaconal están profundamente alegres y agradecidos al Señor, porque en esta gran familia diaconal te has formado para ser hoy quien ofrezca en nombre del pueblo el Sacrificio de Cristo, y puedas ser en medio nuestro ministro de la reconciliación.

Pero toda esta hermosa realidad tuvo un pequeño gran origen: la fuente bautismal. Aquí está con nosotros quien te trajo al mundo y te presentó a la Iglesia pidiendo seas bautizado: tu querida mamá, Casimira Gómez. Ella te transmitió, con su cariño materno y su fe profunda, la esencia del Evangelio. ¡Gracias Casimira!

¡Gracias Padre Obispo Luis por tu presencia y tu oración! ¡Gracias Padre Obispo Juan Carlos! Gracias a todos los diáconos y a los sacerdotes presentes. Gracias al equipo de formadores del Seminario y a todos los seminaristas, compañeros de camino de Roberto.

Gracias Padre Miguel Hrymacz, porque tu discernimiento inicial en este nuevo llamado de Roberto ha sido fundamental. A todas las hermanas y hermanos de las Comunidades de la Parroquia de la Medalla Milagrosa. Gracias a los sacerdotes que te acompañaron últimamente y al Padre Lucio que está compartiendo con Roberto el servicio pastoral en la Parroquia Nuestra Señora de Luján, de Zeballos, donde iniciarás tu ministerio sacerdotal.

Querido Roberto: hoy es el día de San Juan Diego, a quien la Virgen se le manifestó en el Tepeyac, Nuestra Señora de Guadalupe. Estas fueron sus palabras a este humilde hombre; también son para vos:

“Hijo mío el más pequeño, sabe y ten entendido que yo soy la siempre Virgen María, la Madre del verdadero Dios por quien se vive (…) No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás, por ventura, en mi regazo?

Que la Virgen Madre te cuide.

+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes