HOMILÍA DE LA XXX MISA DE LA ESPERANZA
Cruce Varela, 15 de noviembre de 2025
Hermanas y hermanos:
Con el lema “Tú, Señor, eres mi esperanza”, hemos sido convocados a este emblemático “Cruce Varela”, para celebrar la XXX Misa de la Esperanza, instituida por nuestro primer pastor el Siervo de Dios Padre Obispo Jorge Novak. Coincidentemente también celebramos la IX Jornada Mundial de los pobres que nos ha dejado como legado el querido Papa Francisco.
Este año el Papa León XIV nos brinda este Mensaje que lleva por título el lema que hoy nos convoca: “Tú, Señor, eres mi esperanza”. “Estas palabras brotan de un corazón oprimido por graves dificultades: «Me hiciste pasar por muchas angustias» (v. 20), dice el salmista. A pesar de ello, su alma está abierta y confiada, porque permanece firme en la fe, que reconoce el apoyo de Dios y lo proclama: «Tú eres mi Roca y mi fortaleza» (v. 3). De ahí nace la confianza indefectible de que la esperanza en Él no defrauda: «Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme!» (v. 1)” (León XIV, Mensaje. n. 1)
Nosotros estamos reunidos acá para rezar. Para participar del banquete eucarístico donde Jesús se abaja hasta nosotros haciéndose comida y bebida de salvación, fortaleciéndonos con su Espíritu “para seguir andando nomás” (Beato mártir Enrique Angelelli)
Venimos para reafirmar nuestra fraternidad, haciéndonos una sola cosa con Jesús y con tantas hermanas y hermanos que caminan junto a nosotros, cansados y agobiados por el peso de la injusticia, del maltrato, de la exclusión, de la falta de trabajo, de la falta de oportunidades. Traemos la angustia de los que viven la inseguridad laboral, el dolor de las víctimas de la violencia en todas sus formas. Traemos al altar el tormento y la tristeza que causa la adicción de toda clase; el padecimiento de los enfermos, de los sufren por no tener acceso a los medicamentos; también el desconsuelo de los que son discriminados por su origen racial, el sufrimiento de las víctimas de tantas clases de abusos y atropellos; el clamor y la paciencia de las jubiladas y los jubilados que piden ser escuchados y reconocidos en sus reclamos. En este altar se hace presente todo el dolor de los que sienten la muerte de sus seres queridos, muchos a causa de las injusticias humanas. Llegan también a esta mesa de los hijos de Dios, los gritos y los llantos de los niños con hambre, malnutridos, y de los que andan sin rumbo buscando un hogar, un consuelo en quienes puedan darle un plato de comida, una palabra de cariño y un consejo que los anime a vivir con alegría.
Con todas esas personas queremos decir: “Tú, Señor, eres mi esperanza”
Esta es la Mesa del Sacrificio de Cristo por nosotros, y la Mesa donde el Maestro se pone a lavarnos los pies, y a enseñarnos: “ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros” (Jn. 13, 34)
Es la primera Misa de la Esperanza en la que el Papa Francisco nos acompaña desde el Cielo. En su última Carta Encíclica, escrita el 24 de octubre de 2024, la tituló “Dilexit nos” (“Nos amó”) (Rm. 8, 37) refiriéndose a Cristo. Trata sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. Es como su testamento espiritual. Allí Francisco nos dice:
“Identificándose con los más pequeños de la sociedad (cf. Mt 25,31-46), Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y, sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de “indignas”. Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más “digno” de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia “figura” humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los neonatos abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales, personas con enfermedades incurables o graves malformaciones y aquellos que viven en la calle». (Dilexit nos. Nº 170)
El Papa León XIV, fiel al Evangelio y a las enseñanzas de Francisco, nos dice en su Mensaje de hoy:
“Los pobres no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno de ellos, con su existencia, e incluso con sus palabras y la sabiduría que poseen, nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio. Por eso, la Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a nuestras comunidades que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral. No solo de su dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Dios ha asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus rostros. Toda forma de pobreza, sin excluir ninguna, es un llamado a vivir concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza” (n. 5)
“Esta es la invitación que nos llega de la celebración del Jubileo. No es casualidad que la Jornada Mundial de los Pobres se celebre hacia el final de este año de gracia. Cuando se cierre la Puerta Santa, tendremos que custodiar y transmitir los dones divinos que han sido derramados en nuestras manos a lo largo de todo un año de oración, conversión y testimonio. Los pobres no son objetos de nuestra pastoral, sino sujetos creativos que nos estimulan a encontrar siempre formas nuevas de vivir el Evangelio hoy. Ante la sucesión de nuevas oleadas de empobrecimiento, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse. Todos los días nos encontramos con personas pobres o empobrecidas y, a veces, puede suceder que seamos nosotros mismos los que tengamos menos, los que perdamos lo que antes nos parecía seguro: una vivienda, comida adecuada para el día, acceso a la atención médica, un buen nivel de educación e información, libertad religiosa y de expresión…
Como observa San Agustín: “Ayudar al pobre es, en efecto, una cuestión de justicia, antes que de caridad. Das pan al hambriento, pero sería mejor que nadie sintiese hambre y no tuvieses a nadie a quien dar. Vistes al desnudo, pero ¡ojalá todos estuviesen vestidos y no hubiese necesidad de vestir a nadie!» (Homilías sobre la primera carta de san Juan a los partos, VIII, 5). (n. 6)
Luego de hacer mención a nuestros queridos Papa Francisco y Papa León, no podemos dejar de recordar a nuestro profeta de la esperanza, el Padre Obispo Jorge Novak. Pocos días antes de su muerte, en la homilía del “Te Deum” del 25 de mayo de 2001, luego de describir el desolador panorama social del momento, decía:
“Recordar la fiesta de la Patria, la tierra de los padres, de nuestras raíces y memoria, de un pueblo desorientado que “quiere saber de qué se trata”, esta celebración es también recordar nuestro compromiso con ella, y por lo tanto pedirle a Dios lo que estamos nosotros dispuestos a dar. Y porque sabemos que esa es la voluntad de Dios, le damos gracias y le pedimos su cercanía:
Que Dios bendiga nuestro país y especialmente bendiga a los pobres de la Patria.
Que Dios bendiga a nuestros gobernantes, y les conceda la conversión diaria para poner su responsabilidad y su vida al servicio de los pobres y las víctimas.
Que Dios bendiga a los empresarios, abriéndoles el corazón para que multipliquen las fuentes de trabajo digno y salarios justos.
Que Dios bendiga a los dirigentes, para que siempre cercanos al pueblo y sus necesidades, busquen y se esfuercen por el beneficio de la gente, y no el propio.
Que Dios bendiga a los responsables de administrar justicia, para que ésta llegue a los más desprotegidos, y no permita la impunidad de los poderosos.
Que Dios nos ilumine a nosotros, pastores, para saber decir siempre una palabra profética y de esperanza en medio de tanta muerte.
Que Dios bendiga a nuestras comunidades para que sean siempre signo visible de fraternidad.
Que Dios bendiga a los jóvenes, y les conceda fuerzas y claridad para trabajar por un mundo mejor que el que les hemos dejado sus mayores.
Que Dios bendiga a las mujeres, especialmente a las discriminadas, golpeadas, abusadas, para que en el reconocimiento de su dignidad puedan aportar a nuestra sociedad una mirada siempre nueva y necesaria.
Que Dios bendiga a los niños, para que su infancia sea un feliz tiempo de crecimiento y maduración que les permita vivir sin violencia ni odio.
Que Dios bendiga a nuestro país, y que por ello nos conceda a todos y cada uno trabajar por edificarlo según su voluntad de justicia, de fraternidad y de paz.” (Jorge Novak, Te Deum, 25/5/2001)
Hermanas y hermanos: Gracias por la presencia de todos. Gracias por tantas y tantos que en tantos lugares de la Diócesis van sembrando esperanza con su entrega y servicio, especialmente en favor de los más humildes. La próxima Misa de la Esperanza será después de la conclusión del Tercer Sínodo Diocesano. Ya tendremos delineados las líneas pastorales que nos animarán en el camino de los próximos años. La impronta dada por el Padre Obispo Novak, y las luminosas enseñanzas del Papa Francisco, harán de nuestra Iglesia de Quilmes, la Iglesia que soñó Jesús, una Iglesia samaritana, cordial, solidaria y en búsqueda de la justicia y la paz. Una Iglesia pobre para los pobres.
Caminando hacia la celebración de las Bodas de Oro de nuestra Iglesia de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela, con alegría y esperanza decimos: ¡Viva Jesús! ¡Viva la Virgen!
+ Carlos José Tissera
Obispo de Quilmes










